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II. ALGUNAS DE LAS RAZONES DE LA CRISIS ACTUAL

El Estado que hemos conocido en las dos últimas décadas no funciona. Los partidos políticos tampoco. La falta de programas de gobierno ha llevado a nuestros gobernantes a las improvisaciones de las que hemos sido testigos en los últimos años. El país se ha estancado, y la desesperanza agobia a millones de compatriotas. Es tiempo de reactivar la economía del país.

El resultado del estancamiento es que ante la comunidad internacional somos un país pobre, dependiente, manipulable y que vive de limosnas. El aparato estatal, por su ineficiencia, es incapaz de autofinanciarse aunque en muchas de sus esferas lleve un tren de vida de economía petrolera. Nuestra pobreza económica y dependencia es el fruto de la incapacidad política y la corrupción, y no de un destino trágico como sugieren algunos analistas desde inicios de nuestra vida republicana.

Nuestro pueblo se rebela a seguir viviendo de cantos de sirena, de promesas incumplidas. Lo ha demostrado en las sangrientas movilizaciones de abril y septiembre del 2000, lo acaba de demostrar en el febrerazo. Culpar simplemente los violentos hechos al hampa y a los vándalos es adoptar la política del avestruz. Al mismo tiempo callarse, como dijeran los padres de Bolivia, sería “guardar un silencio bastante parecido a la estupidez”.

Si el presidente Víctor Paz Estenssoro, para justificar el viraje al neoliberalismo, declaró en 1985 que el país se moría, hoy comprobamos que las medicinas apenas sirvieron para su sobrevivencia a un brutal costo social y económico. Hoy Bolivia está en la misma situación o quizás peor, porque además de los perennes problemas a enfrentar, también está el del racismo alentado por minorías miopes que parecen buscar deliberadamente la balcanización del país dividiéndolo entre cambas, chapacos, aymaras y quechuas. No es menor el problema que nos plantean los productores de coca en el Chapare empeñados en paralizar el país cada vez que ven afectados sus intereses -- que no son los de la mayoría nacional --, dado que el Estado no es capaz de hacer funcionar el desarrollo alternativo ni de imponer el Estado de Derecho.

En las elecciones del 2002, Bolivia ratificó su vocación democrática. Una declaración del embajador de Estados Unidos canalizó el voto protesta hacia el dirigente cocalero Evo Morales. Ante el resultado sorpresivo, el propio dirigente del Movimiento al Socialismo admitió que no esperaba esa votación. Por su parte, la Nueva Fuerza Republicana, que aparecía como nueva esperanza política, demostró tener un liderazgo biliar que no justifica el voto que recibió de una buena parte del electorado boliviano. El comportamiento de sus principales líderes es una prueba clara de que su objetivo no es sino lucrar del Estado boliviano en lugar de servirle. Casi un año después de las elecciones resulta absurdo que su líder máximo continúe insistiendo en que fue víctima de fraude electoral.

El resultado de esas elecciones modificó el rostro del parlamento nacional. Por primera vez las grandes mayorías nacionales aparecieron representadas en ese poder del Estado. Sin embargo los campesinos diputados y senadores, por su inexperiencia y para nuestra decepción, han resultado ser tan incompetentes como los de siempre.

El 6 de agosto del 2002 nació débil el gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada. Las prematuras peleas por las cuotas de poder con su principal aliado, el Movimiento de Izquierda Revolucionario, le hicieron perder imagen. Cuando entregó el ministerio de Justicia a la Unión Cívica Solidaridad, partido liderado por Johnny Fernández, el mayor deudor del Estado boliviano, la opinión pública vio que miristas, movimientistas y ucesistas repetían vicios de la “megacoalición” banzerista.

La nueva composición ministerial y la reducción de la burocracia en el Poder Ejecutivo, tras el febrerazo, son paños tibios. El principal aliado puede abandonar la coalición y dejar al gobierno de Sánchez de Lozada sin viabilidad. Nuestro país no puede ni debe depender de frágiles relaciones entre partidos políticos. Nuestro gobierno debe ser sólido y sin fisuras.

Por esto, presentamos a continuación lo que creemos son medidas de urgente aplicación encaminadas a producir cambios en el Estado Boliviano, teniendo como objetivo, el fin de la pobreza y el subdesarrollo antes del bicentenario de la creación de Bolivia en el 2025.

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