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Miércoles 22 de diciembre de 1999


VENEZUELA: SOLO PALABRAS

Por Hernán Maldonado


Miami - El 14 de diciembre en casi toda la costa centrooccidental venezolana llovía cántaros. El diluvio ya tenía cuatro días de duración y un periodista le preguntó al presidente Hugo Chávez si el mal tiempo reinante no afectaría la concurrencia a las urnas al día siguiente.

Chávez, admirador de Simón Bolívar, repitió solemne lo que el Libertador dijo en 1812 a raíz del terremoto que asoló Caracas: "Si la naturaleza se opone a nuestros designios, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca".

En realidad lo que el Libertador se propuso y lo consiguió fue levantar el ánimo de sus atribulados compatriotas tras ese desastre natural. Por eso, nunca más inoportunas las declaraciones de Chávez, horas antes del plebiscito en el que se aprobó la nueva constitución venezolana.

Al día siguiente, las lluvias arreciaron, pero es inutil culparles del 54 por ciento de abstención, teniendo en cuenta que seis meses antes, para elegir a la Asamblea Constituyente, los ausentes a las urnas, en un hermoso día de sol, conformaron un porcentaje del 58.6 por ciento.

El miércoles, cuando todavía no se había contado el último voto, los cerros de Caracas y en el departamento Vargas empezaron a removerse por la acumulación de días de aguaceros y se vinieron abajo convertidas en toneladas de barro y piedras arrastrando consigo los miles de ranchitos construidos en sus laderas.

Nadie recuerda cuándo es que Venezuela sufrió una catástrofe parecida. Las cifras lo dicen todo. Hasta ahora unos 10,000 muertos, miles de heridos, desaparecidos, barrios enteros arrasados, 250,000 personas sin hogar. Y es que nadie puede contra la furia de los elementos.

El comandante-presidente se ha quedado sin habla, paradójicamente en la hora de su mayor triunfo: la aprobación con un 71 por ciento (de ese 46 por ciento que fue a votar) de la nueva constitución hecha a su gusto y que le da poderes como jamás los tuvo presidente alguno en Venezuela.

Ahora Chávez, que parece estar las 24 horas del día en campaña electoral, espera superar las aflicciones que se abaten sobre su país para iniciar pronto otra batalla por las nuevas elecciones de mediados del próximo año.

No le basta con que la nueva constitución alarga el periodo presidencial de 5 a 6 años y que establece la reelección inmediata. Quiere partir de cero, así que ya empezó a hablar de los nuevos comicios para iniciar su primer sexenio.

Todo 1999 lo perdió embochinchado con sus adversarios políticos. En su primer año lo que le ha dado a los venezolanos ha sido jarabe de lengua, mientras la economía del país rueda más rápidamente al abismo. Se fueron otros 4,000 millones de dólares en capitales, los empresarios grandes, pequenos y medianos (ante la incertidumbre económica) cierran sus puertas. El índice de desocupación se disparó a un 20 por ciento de la masa laboral.

No hay duda que el bipartidismo socialdemócrata-democristiano hundió al país en la corrupción, y Chávez era una esperanza (déjenme creer que lo sigue siendo) para esos millones de venezolanos que se mantuvieron al margen del festín que se dieron durante 40 años adecos y copeyanos.

Ahora la realidad es que esa bajísima proporción del electorado, en términos absolutos, le ha entregado a Chávez un cheque en blanco. Ojalá que los abstencionistas no tengan que lamentar el no haber acudido a las urnas en julio y en diciembre porque con la nueva constitución el comandante virtualmente se convierte en un todopoderoso.

Antes del plebiscito ya empezó Chávez a abrirse varios frentes: los gobernadores de estado que no son de su partido, la iglesia católica, la prensa, la empresa privada, el poder legislativo (al que la nueva constitución eliminó) y el poder judicial (que corre la misma suerte), etc.

Con su estilo cuartelario Chávez promete "meterles plomo verbal" a sus adversarios; el mismo se declara "en guerra" e insta a sus partidarios a "atacar" y a "entrar en batalla" contra los enemigos del Polo Patriótico, el partido que lo aupa en el poder.

Por ahora son palabras. Felizmente sólo palabras...

En esta difícil hora venezolana, en la que los que no piensan como él son "salvajes", al comandante-presidente se le olvida otra de las frases que han hecho inmortal a Bolívar: "He pretendido excitar la prosperidad nacional por las dos más grandes palancas de la industria: el trabajo y el saber. Estimulando estos dos poderosos resortes de la sociedad, se alcanza lo más difícil entre los hombres: hacerlos honrados y felices".