Tierra Lejana-- Página de Hernán Maldonado




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Domingo 24 de agosto del 2003


HACIA EL MAR DE LA FELICIDAD

Por Hernán Maldonado

Una nutrida delegación boliviana del Movimiento al Socialismo (MAS) asistió recientemente en Caracas a una reunión del chavismo, empeñado ahora, como lo estuvo Fidel Castro en los años 60, en "exportar" la "revolución bolivariana".

Alojados en los mejores hoteles de Sabana Grande, con todos los gastos pagados, los delegados asistieron a una serie de conferencias en las que los líderes de la "revolución bonita" les mostraron la "nueva Venezuela" del presidente Hugo Chávez Frías.

Tras la ceremonia de clausura todos los invitados salieron del Poliedro de Caracas dando vivas a Chávez y coreando; "uu-a, uu-a, Chávez no se va", contrario al grito de guerra de la oposición del: "se va, se va, se va".

Pero algunos de los que quedaron maravillados con el chavismo, como un periodista que acompañó a la delegación masista, se desencantaron esa misma noche al haber sido golpeado brutalmente y dejado virtualmente en cueros por el hampa común que la "revolución bonita" ha sido incapaz de neutralizar.

El periodista recién le halló sentido a las cifras que hablan de un 20,1 por ciento de desempleo en el rico país petrolero, a la alarmante crisis en el sistema hospitalario donde los pacientes para ser atendidos deben llevarse gasas, algodón, jeringuillas, alcohol, vendas, etc.

Por fin entendió ese oceáno de vendedores informales que han convertido Caracas en un gigantesco mercado persa, muestrario de los 5 millones de subempleados del país.

Supo de primera mano porqué cada fin de semana mueren una media de 70 venezolanos en hechos de violencia (3.640 al año; 14.560 en los cuatro años del actual gobierno) y quizás está todavía preguntándose: ¿Dónde diablos están los más de 160.000 millones de dólares que recibió el Estado este cuatrienio por las exportaciones petroleras?

Pero todo eso ya es historia personal para ese periodista, porque para el MAS lo que importa ahora son los dólares dispuestos a erogar por Chávez para la cita paralela a la Cumbre Presidencial de noviembre en Santa Cruz, que el líder cocalero Evo Morales anuncia estará presidida por él, junto con Castro y Chávez.

Cuba, que según el militar caraqueño, es "el mar de la felicidad", está cuadrada detrás de Chávez. Y Castro acaba de recordarnos que sigue vigente "el internacionalismo revolucionario" con el que en los 60 pretendió exportar la Revolución Cubana fusil en mano.

Hubo un tiempo a comienzos de este año en que se pensaba que las aguas de aquél mar bañarían también las costas de Ecuador y Brasil, pero el coronel Lucio Gutiérrez enfiló su barco a otro lado e Inacio Lula da Silva, está dando más muestras de estadista que de líder sindical.

El socialista Ricardo Lagos en Chile ni siquiera lo toma en cuenta; el populista Alejandro Toledo se le opone en el Perú; Nestor Kichner en Argentina enarcó las cejas cuando Chávez dijo lo que dijo la semana pasada en las Facultad de Derecho de Buenos Aires y en Uruguay su presidente ni se molestó en recibirlo.

Las relaciones de Chávez con el presidente colombiano Alvaro Uribe penden de un hilo y en Bolivia, Gonzalo Sánchez de Lozada discretamente le ha hecho saber su disgusto por inmiscuirse en los problemas bolivianos a través del movimiento cocalero.

Otros presidentes latinoamericanos han tomado distancia del locuaz Chávez, sobre todo después de que en las cumbres de Quebec, Cuzco y Asunción se negó a firmar las declaraciones conjuntas en desacuerdo con párrafos condenatorios a las narco-guerrillas colombianas.

Pero Chávez todavía puede ufanarse, ante varios de sus colegas, de que cuenta con un 20-30 por ciento de popularidad, gracias al reparto de dinero entre los pobres, paradójicamente empobreciendo más a su país, porque no entendió el proverbio chino de que al hambriento no hay que darle pescado, sino hay que enseñarle a pescar.





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