Tierra Lejana-- Página de Hernán Maldonado




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Martes 15 de mayo del 2001


LA VISA DEL DESHONOR

Por Hernán Maldonado


El hombre se puso tan feliz que las lágrimas humedecieron sus ojos mientras su acólitos, sobrecogidos por la escena, lo aclamaron y poco faltó para que lo alzaran en andas y lo pasearan triuntante por las calles de La Paz.

El vocero presidencial, Manfredo Kemp, sintetizó el hecho como “un acto de justicia” y proclamó, sin que le quede nada por dentro, que la “dignidad del país ha sido restablecida”.

¿Dignidad del país?

Jaime Paz Zamora, el ex presidente de Bolivia, como para asegurarse de que era cierta tanta belleza, no demoró ni 24 horas en subirse a un avión y viajó a Nueva York para comprobar por si mismo que era verdad que le había sido devuelta la visa de entrada a Estados Unidos.

Hace ya un quinquenio que el coloso del norte, sin mayores explicaciones, le había despojado de la visa, cuando todavía estaban frescos los pormenores del escándalo de los “narcovínculos” que pusieron en la cárcel a Oscar Eid Franco, su lugarteniente, quien todavía hoy reclama su inocencia, aunque hasta la Corte Suprema de Justicia dio por bien obrado el juicio por el que fue condenado a cuatro años en la sombra.

Paz Zamora ha recibido, pues, la bendición de Estados Unidos a sus intenciones de volver a ser presidente de los bolivianos. Ese el motivo de la alegría sin límites que embargó al viejo líder que cuando las papas quemaban, y en una admision tácita de sus culpabilidades, anunció su retiro “definitivo de la política”, aunque casi en seguida se arrepintió y volvió a las andadas.

Si el retiro hubiera ocurrido, verdaderamente los bolivianos habríamos sentido que se nos “restableció la dignidad”. Le habríamos perdonado a Paz Zamora sus “errores y no delitos” y nos habríamos olvidado de las ridiculeces de su gobierno que le valieron el calificativo de “presidente hualaycho”, por sus extravagancias como las de serenatero empedernido, cantor de rancheras, viajero impenitente (con una hoja de coca en la solapa), y vagabunderias como las de ir a mojarse los pies en el océano Pacífico en un simbolismo infantil de nuestro derecho de volver al mar.

Obviamente ahora cambiará radicalmente el discurso de Paz Zamora y su partido. En las elecciones pasadas la ausencia de la visa le sirvió para capitalizar no pocos votos con su cantaleta antiyanqui. Ahora, el agradecimiento que muestra hasta con lágrimas, lo obliga a ser sumiso con el “imperio”, como suele denominar a Estados Unidos.

En todo este embrollo, por tratarse de un ex presidente, el que ha quedado mal es el país. De ninguna manera Estados Unidos le ha devuelto la dignidad a nadie. Paz Zamora continuará siendo el político proscrito una vez por Washington. Con el mismo secreto en que se le retiró la visa, ahora se le ha devuelto. Asi de simple.

Algunos analistas interpretan la jugada como que Estados Unidos cree viable el triunfo de Paz Zamora en los comicios del 2001. Yo sinceramente tengo mis dudas. Pero tampoco quiero ser tan radical porque dada la manipulación que se orquesta con el abusivo nombramiento de las cortes departamentales electorales, todo puede ocurrir. Ya estamos viendo que en el Perú su “compañero” de correrías serenateras, Alan García, ha vuelto a encandilar a un buen sector del electorado que se ha olvidado de su desgobierno.

Además, con su demagogia, el líder del Movimiento de Izquierda Revolucionaria es capaz de convencer a los votantes bolivianos que es la solución a nuestros problemas. Tanta habilidad para la mentira y el engaño ya se nota ahora mismo cuando el partido parece indemne y por ningún lado se responzabiliza del total fracaso del actual gobierno en cuyo gabinete, y en áreas básicas de la economía, están sus ministros.

En el cierre de su campaña electoral pasada Paz Zamora nos recordó que Bolivia es soberana e independiente y que ningun país por poderoso que sea puede decirnos a quién podemos elegir o no. Las lágrimas con las que recibió ahora la devolución de su visa vergonzosamente nos dicen lo contrario.

Veremos que pasa en los próximos meses. Bolivia otra vez se pone a prueba para saber si sobre las espaldas de sus votantes se pueden aún sembrar nabos. Comprobaremos si ciertamente, como decía el ex presidente José María Achá, somos un pueblo sin memoria.





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