Tierra Lejana-- Página de Hernán Maldonado




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Lunes 7 de mayo del 2001


TIEMPO DE LAS BUENAS INTENCIONES

Por Hernán Maldonado


La Iglesia Católica ha convocado al diálogo a las partes en conflicto y lo positivo es que lo hayan aceptado los principales protagonistas. Lo negativo es que los planteamientos son de tal naturaleza que nadie, a menos que sea un empedernido optimista, debe esperar que de allí saldrá humo blanco anunciando la solución de los graves problemas bolivianos.

Otra vez, como en ocasiones similares de graves tensiones sociales, la iniciativa partió de los prelados y se dio justamente en el momento en que la sangre empezaba a llegar al río con los conflictos que diversos sectores pusieron sobre la geografía nacional con marchas, manifestaciones, bloqueos, huelgas, etc.

El solo hecho de sentarse en una mesa de negociaciones es alentador, pero no es suficiente. Los planteamientos de los campesinos, por ejemplo, tienden a la estructura de un nuevo Estado y esto son palabras mayores. Obviamente hay consenso, desde los graves disturbios de abril y septiembre del 2000, que Bolivia no puede permitirse más tener marginadas a sus grandes mayorías nacionales.

El problema general del país, por tanto, es estructural y entonces lo que hay que analizar es en qué país vivimos, cómo llegamos hasta aquí y qué es lo que debemos hacer para salir adelante, en todos los aspectos. Para refundar, si se quiere, un nuevo Estado capaz de devolvernos la esperanza de vivir en un país donde un buen futuro no sea una quimera.

Esta, a mi juicio, es una tarea de políticos, de estudiosos; de equipos de asesores económicos, jurídicos, financistas, educadores, médicos, ingenieros, diplomáticos. Esta no es una tarea de representantes sindicales, gremiales. Es decir, estos gritan los síntomas de la enfermedad pero para curarla llamemos a los especialistas.

Si nos atenemos a los planteamientos de los protagonistas de las huelgas, paros y bloqueos, no hay ninguna posibilidad que se produzca resultado alguno del diálogo convocado por la Iglesia Católica. Los pedidos de la siembra libre de coca, la derogatoria del decreto 2160, la abrogación de la ley INRA, la re-estatización de las empresas capitalizadas, etc. son imposibles de ser satisfechos a menos que, primero, se dé por aprobado el nuevo Estado que se propugna.

El gobierno, con la soga al cuello, dio su beneplácito a la iniciativa religiosa, pero no debemos hacerlos ilusiones de que accederá a los pedidos. Los actuales gobernantes están simplemente con el reloj en la mano de cara a las elecciones del 2001 y con tal de seguir aferrados al poder, están como esos futbolistas descarados que para ganar tiempo demoran la reanudación de las jugadas.

El principal partido opositor, el MNR, que está ya en campaña electoral, ha condicionado su asistencia al diálogo a que allí se discuta su pedido de renuncia del presidente Hugo Bánzer Suárez, algo que a priori rechaza el oficialismo y amenaza con no sentarse en la misma mesa de negociaciones.

El MNR, además, está en el papel del bombero que observa el incendio, pero se guarda el agua. Porque si no es así, ¿cuáles son pues las soluciones que plantea este partido, el más importante del país, para resolver los gravísimos problemas nacionales?

Esa actitud de hacer “oposición por hacer oposición” es tan detestable como la excusa de los actuales gobernantes de que los males presentes son obra del anterior gobierno del líder movimientista Gonzalo Sánchez de Lozada.

Y si los movimientistas están frotándose las manos con el descalabro del gobierno banzerista, están muy equivocados al pensar que están capitalizando votos para el 2001. Hasta empíricas encuestas de opinión están demostrando que el electorado está hastiado de los políticos tradicionales y las intenciones de voto, a un año de las elecciones, se inclinan hacia a un “asistémico”.

Y eso es grave, porque significa también que el ciudadano no solo ha perdido la confianza en sus gobernantes, en sus autoridades, en varias de sus instituciones, sino también en sus políticos con más opción de poder, abriéndole eventualmente el paso a un Alberto Fujimori o Hugo Chávez con sus cargas populistas colmadas de palabrerío y fracaso de las que tenemos los peores recuerdos los bolivianos.





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