Situación actual en Caracas, Venezuela (2011)




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Martes 14 de junio del 2011


"CAMINANDO POR CARACAS..."

Por Hernán Maldonado

"Caminando por Caracas la gente me saludaba y andaba, yo levantaba mi mano de hermano y Caracas me abrazaba... a mi", dice la primera estrofa que Piero le dedicó a la capital venezolana por los años 70. Esto ya no va más.

La gran urbe que se estira de Este a Oeste a los pies del imponente Avila, cuyo nombre "revolucionario" es ahora Warayrarepano, parece una enorme cárcel porque no hay ventana ni puerta que no luzca enrejada. Sus habitantes están detrás de ellas, afuera pululan los delincuentes.

"¡Quítate el reloj, vale, el hampa te cortará el brazo!, me advierte un usuario del Metro, Miro a mi alrededor y más allá. Los hombres ciertamente no tienen relojes y las mujeres, si acaso, lucen joyas de fantasia barata.

Las crónicas rojas de los diarios están llenas de testimonios increibles. "Ayer mataron a mi muchacho para robarle sus zapatillas Nike", dice una mujer. El último fin de semana 37 personas fueron asesinadas. Julio Borges, líder del partido Primero Justicia, asegura que de enero al 31 de mayo la delincuencia mató a 2.500 personas en todo el país.

En cárceles construidas para albergar a 750 reos, hay 3.500. Doy un último vistazo a la prensa nacional antes de abordar el avión. Comenzó un motín el viernes en El Rodeo. Informe oficial: 2 muertos de la Guardia Nacional. No hay cifras de los amotinados. Extraoficialmente se habla de 32. Espeluznantes vídeos de la represión se divulgan por YouTube.

La "revolución bonita" muestra su peor cara. La gente parece haberse acostumbrado a las penurias. Cola en los bancos, cola para conseguir aceite, carne, azúcar, café. Cuando aparecen en los supermercados se evaporan en un santiamén. Pero pueden comprarse de los revendedores a más altos precios.

El tráfico es insufrible. 3 horas de vuelo de Miami a Maiquetia. El mismo tiempo o más para ir a Maiquetia a Los Ruices, apenas 22 kilómetros.

La Venezuela bonachona, dicharachera, de la sonrisa fácil desapareció. La gente se ha vuelto desconfiada en extremo y casi hay que arrancarles el saludo a la fuerza. El mal humor, el temor, la incertidumbre son el denominador común.

El malestar se advierte por la profusión de protestas sectoriales pidiendo aumento de sueldos, que el gobierno cumpla sus promesas, que se regularicen los servicios públicos, que vuelva la electricidad, el agua... Ni siquiera importa que el enfermo-presidente Chávez firme decretos desde La Habana, donde convalece de un mal no revelado.

El costo de la vida es aterrador. El cambio oficial de 4,30 bolívares por dólar, pero el paralelo ronda por los 8.50 (está prohibido por ley referirse a este tipo de cambio). Una licuadora que en Miami cuesta $35, en Caracas cuesta $170, según el dólar oficial.

A pesar de los altos precios los centros comerciales, como el Sambil de Chacao, están repletos. Las cadenas de restaurantes en Las Mercedes rebosan de clientes. Cuatro personas pagan 1.000 bs, equivalentes a $220 por unos bocadillos, unas cervezas y una botella de vino chileno, que en un supermercado lo más que cuesta es $20.

¿Quiénes son estos compradores? La respuesta más simple es que son los boliburgueses y los tarifados oficialistas, los mismos que acuden por miles a las manifestaciones para aclamar a su líder y los que le consiguen los votos para eternizarse en el gobierno. ¡Qué poder tiene la inagotable ubre petrolera!