Un año de la guerra global de dictadura contra democracia
Por Carlos Sánchez Berzaín (*)
La invasión de Rusia a Ucrania el 24 de Febrero de 2022 marcó el inicio de la primera guerra global en la que el frente de batalla está hasta ahora restringido al territorio ucraniano, pero que es en realidad un enfrentamiento sin exclusiones en el que la confrontación real es la agresión de las dictaduras contra la democracia.
En el mundo capitalista y globalizado del siglo XXI la concentración de poder con cualquier pretexto a costa de la libertad de las personas configura las dictaduras, en las que no existe respeto a los derechos humanos, ni estado de derecho, ni separación e independencia de poderes, operando el terrorismo de Estado para detentar el poder y gozar de impunidad. La democracia está fundada en la libertad y el respeto de los derechos humanos como base de la organización de la sociedad, la temporalidad en el ejercicio del poder que es solo un mandato con obligación de rendición de cuentas, el sometimiento a la ley y la separación e independencia de los órganos del poder público.
La diferencia fundamental entre dictadura y democracia tiene que ver con la libertad de los seres humanos. En dictadura se violenta la voluntad de las personas para ponerlas al servicio de un régimen, usando el miedo y la violencia. La democracia está fundada y al servicio de la libertad, garantiza el equilibrio de derechos y obligaciones, el poder radica en el pueblo que otorga mandatos temporales y regulados a sus representantes, con libre organización y participación política y prensa libre.
En el siglo XXI se disputa la forma como se administra y gobierna a los países. Todos los estados y gobiernos están integrados al capitalismo y la globalización, consecuencia inevitable de la revolución tecnológica. Las dictaduras en el siglo XXI son capitalistas y están inevitablemente incursas en la globalización, pero detentan el poder violando la libertad y los derechos de sus ciudadanos a los que someten y reducen a condición de vasallos, practicando capitalismo para grupos de poder que son más bien organizaciones criminales.
En la Primera Guerra Global todos los estados del mundo están comprometidos y solo existen dos bloques, el de la dictadura operado por Rusia en el frente de batalla por su condición de agresor, y el de la democracia con Ucrania como imagen y país de defensa de los principios y valores de libertad.
Rusia está controlada por una dictadura que se considera nacionalista y en su entorno se han alineado y participan todas las dictaduras del mundo: la llamada comunista de China, la teocrática de Irán, la dinástica de Corea del Norte, las castrochavistas de Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua, y más de una veintena de regímenes que integran las más de treinta dictaduras del mundo actual. Ucrania está respaldada por las democracias como Estados Unidos, la Unión Europea, Japón, Israel, Canadá y quienes entienden que la agresión rusa amenaza a todo el mundo.
El ataque de las dictaduras contra la libertad tiene una dimensión global y otra local o nacional. La global es objetiva en la invasión a Ucrania con la que se amenaza a los países de Europa, al mundo libre y la paz y seguridad internacionales. La dimensión nacional es la local contra cada uno de los pueblos sometidos por las dictaduras en Rusia, China, Corea del Norte, Irán, Cuba, Venezuela, Bolivia, Nicaragua y más, es el sometimiento y opresión de los pueblos que nunca han dejado de luchar por su libertad en resistencia civil, con víctimas, presos y exiliados políticos y persecución institucionalizada.
Las dictaduras atacan e invaden en el frente global acotado militarmente por ahora al campo de batalla en Ucrania, pero también la agreden internamente en cada país que oprimen con el terrorismo de Estado que ejercen contra los pueblos en los estados sin democracia. El mundo libre está sosteniendo la batalla global con Ucrania como escudo y dique de contención, pero hasta ahora hace muy poco y hasta parece ignorar a los pueblos que luchan contra las dictaduras en sus países, cuando en verdad se trata del mismo enemigo, del mismo agresor y del origen de la agresión global. Si los dictadores dejaran de detentar el poder sobre los pueblos que oprimen el ataque global no existiría.
Ayudar a los pueblos a que recuperen su libertad y democracia es la esencia estratégica del mantenimiento de la paz y seguridad internacionales, es una obligación que los líderes, gobiernos y estados democráticos no cumplen sin considerar el extraordinario daño que sufren por esa falta. Los agresores y productores de violencia siempre han sido y son dictadores, personajes y grupos que concentran el poder por mecanismos criminosos y que van a la guerra como la manera de extender su control de poder y su impunidad.
(*) Carlos Sánchez Berzaín es abogado constitucionalista, politólogo. Actualmente es Director del Interamerican Institute for Democracy.