Bolivia: La cruceña de oro

bomaher
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Bolivia: La cruceña de oro

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La cruceña de oro

Por Hernán Maldonado

La mujer de pollera, con rasgos indudablemente quechuas, se paró desafiante ante los policías reconociéndose como “cruceña de corazón”. Su valentía fue recogida de inmediato por los medios y se la etiquetó como “la cruceña de oro”.

Doña Alicia Flores llegó desde Cochabamba a Santa Cruz hace 52 años y allí fundó su familia, se esforzó, trabajó como comerciante, educó a sus dos hijos.

“Malagradecidos. Deberían dar gracias a Santa Cruz, de rodillas. Aquí crecimos los que vinimos de otro lugar y yo aquí moriré”, dijo la anciana de 82 años, apoyada en un bastón. Salió de su domicilio indignada por la represión policial a jóvenes que exigen que el censo se realice el 2023.

Apenas llegado a Estados Unidos, me recomendaron cuentos breves para mejorar mis conocimientos de inglés. Por semanas leía en el tren (dos horas de ida y dos de vuelta entre Long Island y Nueva York) y hubo dos frases que se me quedaron: The Américan Dream (El sueño americano) y Our way of life (Nuestra forma de vida).

Y el sueño americano es lo que ha hecho grande a esta nación de inmigrantes. Los que dejan todo atrás para vivir en paz y libertad, conseguir trabajo, tener lo suficiente para vivir, la casita propia, educar a sus hijos, seguro social, jubilación, etc.

Y poseedores de todo eso, defenderlos a toda costa y a cualquier precio, donde sea, porque se trata de nuestra forma de vida.

De un modo más sencillo lo había visto en Caracas en un programa del humorista Joselo (Diaz). A un próspero portugués dueño de un negocio, que apenas hablaba español: Joseló le preguntó: ¡Epa!, portugués, para ti, ¿qué es la patria?

El hombre le respondió: Para mi la patria es donde uno pone un abasto y le va bien…

Asi de simple.

Hace unos años, cuando por la caída de la URSS se tambaleaba el régimen cubano, The Miami Herald realizó una encuesta sobre la predisposición de los exiliados cubanos dispuestos a regresar (se calculaba entonces que sumanaban unos 2 millones en EE.UU.) si volvía la libertad a su país.

Solo un 6% anunció que lo haría y entre ellos, la mayoría eran personas mayores de 60 años.

Recuerdo también una carta que me envió mi hijo menor, Miguel Angel, cuando a bordo del portaviones Eisenhower participaba en la primera guerra del Golfo. A mi y su madre nos dijo que no nos procupáramos porque él estaba defendiendo “our way of life”.

(Y eso que se había alistado en la Marina sin estar aún nacionalizado y sin ninguna obligación porque en EE.UU. el servicio militar es voluntario).

Lo que doña Alicia Flores mostró ayer en Santa Cruz, corresponde a ese arraigo que poco a poco se adquiere con el suelo donde uno se realiza como individuo libre.

La valerosa anciana no hizo sino recordarnos algo que nos dijo Carlos Marx hace muchísimos años: “No es la manera de pensar la que determina la manera de vivir, sino la manera de vivir es la que determina la manera de pensar”. Así de simple.

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