Tierra Lejana-- Página de Hernán Maldonado




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Martes 20 de marzo del 2001


LOS QUE PERDIERON LA VERGÜENZA

Por Hernán Maldonado


Johnny Fernández
Los vítores resonaron en el pequeño local. El jefe fue aclamado una vez más y cuando acalló el último discurso y se leyó la composición de los nuevos mandos partidistas, todos felices y contentos se marcharon a sus casas a preparar, dicen, su “triunfo” en las elecciones presidenciales del 2002.

El único punto negro entre tanta felicidad fue el pedido de Roberto Fernández para que se “depurara” Unión Cívica Solidaridad (UCS) de algunos “vividores” que, en su criterio, están frenando el ascenso del partido. No se le prestó mucha atención y quizás eso justifique la sonrisas al final de la Convención ucesista.

Obviamente el partido ratificó en el mando máximo de la organización al hermano de Roberto, Johnny Fernández, actual alcalde de Santa Cruz, dotándole de poderes excepcionales como jefe supremo, lo que también es una herencia de su padre, Max Fernández, quien en vida se jactaba de ser, en el partido, “dueño hasta de los ceniceros”.

El viejo refrán dice que “por la plata baila el mono y que por el oro, dueño y todo”. El dinero fue el factor principal del ascenso del partido prebendalista fundado por Fernández. Cuando murió el magnate cervecero, la familia heredó también el partido Lo que no heredó fue la astucia para los negocios al punto que buena parte de la fortuna se ha diluido y la mayoría de las acciones de la Cervecería Nacional están en manos de la Quilmes argentina.

O sea que el futuro ucesista es negro, a pesar de las ostentaciones de riqueza del jefe que pasea su Ferrari por las mal cuidadas calles de la ciudad que regenta y donde su mejor mérito es estar construyendo una vía asfaltada de primer orden, “por una coincidencia”, al lado de la fábrica que posee.

UCS carece de contenido ideológico pero lo que no le falta es un pragmatismo para servirse del poder que raya en el más descarado de los cinismos. Sus escasos votos en el parlamento los juega de tal manera que hasta sus aliados en el gobierno le han enrostrado la semana pasada que sus diputados abandonaron 30 veces la Cámara cuando no vieron que se les asignaba las cuotas de poder a que se creen con derecho en la composición de organismos oficiales.

Así lo hicieron cuando se trataba de conformar el Tribunal Constitucional y cuando se buscaba la institucionalización del Servicio Nacional de Caminos. El diputado ucesista Guillermo Kinsky justificó alegremente esos abandonos porque sus correligionarios tenían que “asistir a su convención nacional…”

Esa política de chantaje destinada sólo a tirarle un mordisco a la torta del poder se remonta al período anterior, así que los movimientistas, que fueron gobierno, no tienen mucha autoridad moral para juzgar a los que fueron sus aliados, como pretende Carlos Sánchez Berzaín.

A menos que en Bolivia se haya perdido un mínimo de decencia, en las próximas elecciones UCS debería desaparecer al mapa político nacional. Como alcalde Fernández sólo acumula fracasos en su haber y su reelección este año fue producto de un nauseabundo contubernio con Acción Democrática Nacionalista, partido del presidente Hugo Bánzer Suárez.

El rechoncho alcalde, además, ha insultado al país con su negativa contumaz a pagarle al Estado los 10 millones de dólares que le debe por impuestos. En 1990 esa deuda llegaba a un tercio de ese monto. El padre, Max Fernández, recurrió a los tribunales para no pagarlos. Durante una década el juicio deambuló toda clase de juzgados hasta que el año pasado la Corte Suprema de Justicia, el máximo y último tribunal del país, sentenció que los herederos debían pagar esa suma y los intereses devengados.

Pero el máximo líder ucesista recurrió a un amparo constitucional, lo que a todas luces era un pataleo de ahogado. De todos modos, el Tribunal Constitucional, en fallo del 10 de enero pasado, declaró improcedente el recurso. Aún así, Fernández se niega a pagar una suma que en estos momentos aliviaría por lo menos a los miles de damnificados por las lluvias.

Y no parece haber nadie que lo obligue a cumplir la ley. El gobierno teme quedar en minoría parlamentaria y le soporta impávido la rebeldía y contumacia. Esta conducta delictiva no podrá, no debe ser olvidada por el votante en los próximos comicios. Definitivamente, están contados los días de la UCS.

Por esto, me asombra ver en la composición de los mandos ucesistas a profesionales, a padres de familia y a gentes a las que considero honestas, apoyando, y hasta aclamando, a un líder que tiene cuentas con la ley. ¿O es que también han perdido la vergüenza?





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