Venezuela: Perdonemos, pero no olvidemos




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Lunes 11 de marzo del 2013


PERDONEMOS, PERO NO OLVIDEMOS

Por Hernán Maldonado

Los herederos del petrodictador venezolano Hugo Chávez nos exigieron guardar respeto por el duelo y lo hemos hecho, pero ahora que se han secado las lágrimas es necesario recordar al hombre que quizás tuvo algunos aciertos como gobernante, pero que fue cruel con sus adversarios.

Por los medios oficiales se ha exacerbado el sentimentalismo de la masa para dar el adiós postrero al “Cristo de los pobres”. Y han acudido cientos de miles olvidando o perdonando sus maldades.

Cuando el 2003 murió el Cardenal Ignacio Velasco, al que una vez dijo que estuvo a punto de “darle una patada voladora”, Chávez no movió un dedo para censurar a sus “círculos bolivarianos” que escupieron sobre el ataúd. “A ese Cardenal yo me lo voy a conseguir en el infierno”, prometió.

Durante su largo gobierno fallecieron los presidentes Luis Herrera Campíns, Rafael Caldera y Carlos Andrés Pérez. Ni un día fue decretado duelo oficial. Cuando le preguntaron su opinión sobre Pérez, dijo: “Yo no pateo perro muerto”.

El 11 de abril del 2002 todo el mundo vio como sus pistoleros dispararon desde Puente Llaguno contra una multitud desarmada. Todos ellos fueron condecorados como “Defensores de la Revolución”. Los policías que dispararon contra los pistoleros protegiendo a los manifestantes, hasta hoy están encarcelados.

La jueza Maria Afiuni liberó el 2008 al banquero Eligio Cedeño quien estaba encarcelado sin que se le siguiera juicio alguno y por cuya libertad o enjuiciamiento abogaban organismos internacionales. Chávez, lleno de ira, pidió 30 años de cárcel. Afiuni hasta ahora no goza de libertad, pese a que interceden por ella renombradas personalidades mundiales.

El 2002 despidió con un pito a los ejecutivos de la estatal petrolera PDVSA y después echó a la calle a 19.000 empleados. En ese entonces PDVSA producía 3.2 millones de barriles diarios con 34.000 empleados. Hoy tiene 110.000 y produce un millón menos.

Los ejecutivos fueron sacados de sus casas, que les alquilaba la empresa, en el medio de la noche. Los gorilas parecían sordos a los pedidos de piedad de mujeres y niños que veían sus pertenencias regadas en las calles de los Semerucos, en el estado Falcón.

Hace 5 años Chávez cerró sin miramientos, al no renovarle la concesión, a Radio Caracas TV, el canal más visto y pionero de la TV venezolana. El Tribunal Supremo de Justicia, a sus órdenes, dispuso la confiscación de todos sus equipos de sus plantas retransmisoras. 3.000 personas quedaron sin empleo.

Cuando los estudiantes produjeron manifestaciones de protesta por el atropello, Chávez ordenó en cadena nacional a sus gorilas: “Me le echan gas del bueno”.

Tras las elecciones del 2005, dispuso que el Consejo Nacional Electoral entregase las listas de las personas que firmaron pidiendo su revocatoria. La infame Lista Tascón (apellido del diputado que se prestó a la canallada) hizo que decenas de miles de empleados públicos perdieran sus puestos.

Hace menos de 6 meses que se produjo un estallido en la principal refinería del país. Según expertos la tragedia, que produjo medio centenar de muertos, se debió a la negligencia con que es manejada la industria petrolera. Chávez, desde el sitio, sin condolerse, dijo: “El show debe continuar”.

Todo este colosal abuso, y lo que falta por reseñar, fue tapado interna e internacionalmente con fajos de dinero. Ahora lo escribimos para la historia porque al hombre muerto, como aconsejaba mi abuela: Hay que perdonarlo y si no olvidas sus maldades, por lo menos no lo recuerdes con rencor. Así nomás es.