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Martes, 7 de abril de 1998


ESOS MALOS INDICES DE POPULARIDAD DE BANZER

Por Hernán Maldonado
Especial para la Agencia de Noticias Fides


Miami - En noviembre, tres meses después de subir al poder, el presidente Hugo Banzer Suárez cabalgaba en el caballo de la popularidad con un sólido 5.7 por ciento en un máximo de calificación de siete. Hoy, a 8 meses de su asunción, esa popularidad ha bajado a un peligroso 3.7 por ciento, según cifras divulgadas el pasado fin de semana en la prensa boliviana.

Para los analistas políticos, la enorme baja de popularidad tiene por base la profunda decepción del ciudadano en las promesas incumplidas y que se creían de fácil realización cuando el actual presidente pregonaba - por supuesto como candidato - que las llevaría adelante apenas se instalara en el poder.

Están rabiosos y decepcionados 360.000 ancianos mayores de 65 años a los que se les quitó el bonosol, lo mismo que los otros 550.000 mayores de 55 años a los que Banzer prometió irresponsablemente que ampliaría el pago de ese bono. Ahora votan contra él y su gobierno aquellos nacionalistas trasnochados que se dejaron embriagar con la insensatez de que el gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada había "vendido" el país al capitalismo internacional. No hay cómo consolar a los ultranacionalistas que se creyeron el cuento de que Banzer inmediatamente de subir al poder anularía la capitalización de los ferrocarriles supuestamente "regalados a Chile".

La frustración es gigantesca en los que creyeron que no habría más conflictos en el Chapare. ¿Se acuerdan de la propaganda televisiva que rezaba a principios de diciembre de que se había llegado a una convenio con los cocaleros "sin derramar una gota de sangre?" Las muertes registradas en los primeros días de abril son mucho más dolorosas teniendo en cuenta que en la represión de la convulsión social en las ciudades y el subtropico han tomado parte fuerzas del ejército.

¿Y quién es el ministro de Defensa? Pues nada menos que Fernando Kieffer, el mismo que como diputado opositor del anterior gobierno - ayer nomás - encabezaba las marchas de los cocaleros en La Paz.

En lo que ya es casi un año de gestion, el actual gobierno no ha anulado ninguno de los contratos de capitalización. Más bien y como no le queda otro recurso, lo que ha hecho es prometer a esos inversionistas que no les ocurrirá nada malo. Pero es más, los países de donde provienen esos inversionistas y capitalistas, han recibido seguridades del gobierno de que no habrá marcha atrás en el nuevo modelo económico que se dio en el país en la anterior gestión gubernamental como epílogo de un proceso que empezó en 1985.

Y no dará marcha atrás porque el régimen actual es tan o más neoliberal que el anterior. ¿O es que alguien se ha olvidado que fue Banzer quien dio la bendición para que el economista estadounidense Jeffrey Sachs diseñara el modelo económico boliviano en vigencia?

Entonces de todo esto lo que se desprende es que Banzer, como candidato, le mintió al país, engaño al elector, lo mismo que sus socios de la megacoalición.

Y la mentira no sólo fue antes de las elecciones. Ocurrió también siendo gobierno. En noviembre prometió que no habría gasolinazo, pero al mes siguiente el país vio como se elevaron los precios de los combustibles.

Ahora la violencia se apoderó del campo y las ciudades y el estado de sitio está a la vuelta de la esquina. Los huelguistas, mayoritariamente maestros y cocaleros, saben que no podrán conseguir sus objetivos de mejores sueldos o reposición de compensaciones por hectárea erradicada de coca, pero se han lanzado a las calles y han bloqueado carreteras más que por la convicción en sus demandas, por la frustración que sienten por haberse dejado engañar.

Algo parecido ocurrió hace ya casi una década en Venezuela. Carlos Andrés Pérez, como candidato, le ofreció a sus compatriotas que, si era elegido, el país volvería a disfrutar de la época de bonanza que vivió en su primer régimen cuando se benefició del alza de los precios del petróleo de 4.50 dólares el barril a casi 30. El elector ingénuamente creyó en sus promesas.

Pero 1990 ya no era 1974. Hace rato que en Venezuela se había acabado la época de las vacas gordas y apenas asumió el mando por segunda vez, Pérez debió subir el precio de los combustibles, medida aparejada a la súbita alza del costo de la vida.

El venezolano reaccionó furibundamente, no contra el gasolinazo, sino contra el político mentiroso. Allí se inscribe el "Caracazo" con el saldo de los 335 muertos (según cifra oficial) y más de 1,500 heridos.

No puede encontrarse ningún paralelo entre lo que pasó en Venezuela y lo que está ocurriendo en Bolivia en estos primeros días de abril, desde el punto de vista de las estadísticas, pero es indudable que hay ciertos rasgos de similitud en cuanto a la vía en que la frustración popular halla su desahogo.