El periodista del sombrero y la credencial




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Viernes 25 de marzo del 2011


EL PERIODISTA DEL SOMBRERO Y LA CREDENCIAL

Por Hernán Maldonado

Barney Allen quizás intuyó que en las venas del jovenzuelo corría tinta y apenas lo vio le instó a conseguirse un sombrero (a lo Indiana Jones) y ponerle en la cinta una credencial de periodista. Así comenzó Mo García, en el Brownsville Herald de Texas, una carrera apasionante por el sur de América Latina como corresponsal de la revista Time.

Testigo directo de trascendentes hechos ocurridos entre 1958-1970 en la mayoría de nuestros países, Garcia escribió hace 11 años un libro (The South American Years) que recién ha visto la luz, sólo por Internet (http://www.mogarcia.raintreeeditors.com/). Los amigos lo animaron a publicarlo porque quizás por excesiva modestia este texano no se esmeró en buscar una editorial.

En estos días en que la tecnología revolucionó los medios de comunicación, al punto que cualquier ciudadano con un celular, un Iphone, un Blackberry, una Ipad se considera un "periodista de facto", da que pensar que ayer nomás costaba un mundo transmitir una información. Dramático el relato del juicio a Regis Debray, en Camiri, Bolivia.

García nos vuelve a recordar a entrañables amigos como Hugo Burgos, de West Coast Cable, que en esos últimos años del 60 era la única compañía por la que los corresponsales enviábamos nuestros despachos, y quien se caracterizaba por buscar siempre algún recurso para que no nos quedáramos con nuestros cables en la mano.

García también recuerda la camaradería entre los corresponsales extranjeros, más allá de la competencia natural. Deja constancia cómo es que varios periodistas supieron por adelantado el fallo del tribunal militar que juzgó a Debray, gracias a que el documento lo consiguió el colega Gustavo Sánchez, de El Diario de La Paz. Varios corresponsales anticiparon sus despachos con "embargo" de publicación.

Mención especial le dedica a Amalia Pando, a quien ayudó a salir de Camiri disfrazándose él mismo de chofer de taxi. Pando le retribuyó poco después consiguiendo que García entrevistara al ex ministro del Interior de Bolivia, Antonio Arguedas (quien entregó copia del diario del Ché a Cuba), asilado en la embajada de México. Pando se valió de la amistad que tenía con una ex sirvienta suya que entonces trabajaba para los mexicanos.

Gran parte del libró está dedicada a su actuación periodística en Bolivia. Son frescas sus conversaciones con altos jefes militares cuyo pensamiento abiertamente anticomunista es reflejado sin ambajes como para sorprenderse cómo es que ahora esos mismos militares no tienen empacho en alzar el puño y gritar el lema castrista: Patria,o muerte...

García también refiere la injerencia de la CIA en la operación antiguerrillera. Revela la forma en que la Embajada estadounidenses fue la primera en hacerle saber que Debray, Ciro Bustos y George Roth estaban detenidos en Muyupampa tras abandonar el campamento del Ché en Ñancahuazú.

Son imperdibles los recuentos de la asunción de Fidel Castro, los fusilamientos en La Cabaña, los pormenores en torno a Haydee Tamara Bunke Biber, la guerrillera muerta en Vado del Yeso, la guerra civil en República Dominicana, el "Porteñazo" y los 400 muertos del intento por derrocar al gobierno de Rómulo Betancourt y los pormenores del golpe militar que acabó con el régimen de Arturo Illia, en Argentina.

García nos regaló con su ágil pluma recuerdos de una época turbulenta. Como todo corresponsal exitoso, tuvo suerte de estar en el momento preciso en muchos acontecimientos, pero también buscó la información aún al riesgo de su vida, como corresponde al periodista comprometido con la verdad. Si yo estuviera dedicado a la cátedra, sin duda recomentaria a los futuros periodistas a tener este libro de García en sus cabeceras.