Miami - Al anochecer de un 19 de abril, hace ya 39 años, Oscar Unzaga de la Vega, se pegó un tiro en la sien. Nunca se sabrá si en el momento supremo se convenció del fracaso de su empeño de acabar con la Revolución Nacional que desde 1952 llevaba adelante el Movimiento Nacionalista Revolucionario.
El líder de la Falange Socialista Boliviana tenía, en ese tiempo, una errada visión de Bolivia, pero nadie podría poner en duda su patriotismo. Equivocado o no, luchaba por sus ideales. Y era valiente. Ni el destierro, ni la persecución podían frenarle.
Tras su mística, especialmente en las ciudades de La Paz, Cochabamba, Santa Cruz y Sucre, la juventud se alineó agitando las banderas azules de su causa. En todo Bolivia no parecía haber un estudiante indiferente a la lucha falangista. Lo mejor de la juventud universitaria de la época pagó ese pecado - hasta tres años - en los campos de concentración movimientista de Corocoro, Uncía y Curahuara de Carangas y en el tristemente célebre Control Político.
Ese 19 de abril en el último gran esfuerzo por derrocar al gobierno del MNR, la plana mayor falangista fue emboscada y acribillada - incluso después de haberse rendido - en el Cuartel Sucre. Unzaga de la Vega, talvez con el alma destrozada por tanta muerte inútil, decidió horas más tarde quitarse la vida.
Quizás pensó: Si mis más fieles seguidores no van a ver el mañana que les prometí, yo tampoco lo veré. El cadete Gallardo, su edecán, le descerrajó un segundo disparo para asegurarse que el líder nunca sería apresado y el mismo se suicidó. Lo demas fue silencio.
Ese día también murió FSB. Lo que vino después fue puro cálculo, componenda, renuncia a los ideales, transfugio, descaro.
Apenas transcurridos 11 años de esas muertes, FSB co-gobernaba con el MNR y en las calles el falangista "Mosca" Monroy apaleaba a los universitarios que, con las manos a la nuca, caminaban indefensos del monoblock al ministerio del Interior, presos.
En función de gobierno FSB nunca puso en práctica el pregón de "perdón y olvido" de Unzaga de la Vega para con sus torturadores y carceleros de ayer, ni para sus nuevos enemigos políticos. Nunca dijo una palabra de condena por el funcionamiento de nuevos campos de concentración, como los de Viacha, Coati y Chonchocoro. No hubo piedad para los que partieron al confinamiento y al destierro.
La lucha por los cargos burocráticos reemplazó a la ideología y el partido fue desapareciendo hasta convertirse en poco menos que una sigla.
Los dirigentes sobrevivientes al holocausto del Cuartel Sucre, impávidamente se olvidaron de sus muertos, del respeto a los derechos humanos, a los principios de su líder muerto, y en lugar de desaparecer discretamente del acontecer político, angurrientos de poder, se abrazaron a cualquier causa.
Ahí está como diputado Luis Llerena Gámez, que ayer nomás era jefe nacional de los "Camisas Blancas", esos colegiales del país abrazados a la divisa falangista, pavoneándose ahora como presidente del Tribunal de Honor de Condepa.
También está Jaime Ponce Caballero, también diputado, con la casaca de la Unidad Cívica Solidaridad, que antaño con sus discursos solía inflamar a los jóvenes que en lucha desigual en plazas y calles eran heridos o muertos por las hordas movimientistas. Y pare de contar.
Si por lo menos se hubieran retirado de la política….