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EL L.A.B. ANDA VOLANDO BAJO
Por
Hernán Maldonado Miami - Unos meses después de la capitalización del Lloyd Aéreo Boliviano escribí en El Nuevo Herald de Miami un artículo sobre el excelente servicio de la compañía bandera de la aviación nacional, según comprobé en un vuelo de ida y vuelta a la patria. El artículo produjo dos reacciones inmediatas. Por una parte el gerente comercial del LAB en Miami, Marcelo Santos, se deshizo en elogios y me invitó a nombre del presidente de la compañía a viajar a Bolivia y observar más detalladamente los logros de esa empresa. Nunca acepté la invitación. Por otra parte, un compatriota de la compañía Roxitex Corporation me "faxeó" una larga carta quejándose del "pésimo" servicio que recibió, tras haber perdido su pasaje en La Paz, y me instó a que escribiera que el LAB no era más boliviano, sino una "compañía brasileña, al punto que sus empleados ni siquiera hablan el español, pese a estar operando en Bolivia…" Trasladé la queja a Santos, quien me convenció que la opinión de un pasajero no afectaba al fondo del artículo y que se encargaría de averiguar que fue lo que realmente pasó. Nunca recibí respuesta pero el pasado fin de semana comprobé desalentado que "algo huele mal en Dinamarca". El jueves 19 reconfirmé mi pasaje Cochabamba-Santa Cruz-Miami. La empleada tomó cuidado en anotar mi número telefónico para el caso de modificación del horario de vuelo. "Esto lo hacemos todas las semanas. No se preocupe", dijo cuando le insistí que me parecía poco el lapso entre el aterrizaje de mi vuelo interno para empalmar a las 4 de la tarde con el que salía a Miami. Lo que si pidió es que me asegurara de estar en el aeropuerto a las 12.30, dos horas antes del viaje a Santa Cruz. Cuando al día siguiente llegué al aeropuerto a la hora citada, no estaba ningún empleado. A la 1 de la tarde empezó el despacho, con la "novedad" de que el vuelo de las 4 de la tarde a Miami había sido cancelado por razones técnicas y que debería tomar el vuelo de las 11.45 de la noche. Le pregunté cuándo había sido tomada esa decisión y no supo responder. Le reclamé por qué no se me comunicó al teléfono que me pidieron para aplazar mi conexión a Santa Cruz. Otro silencio desesperante. Obviamente tal vuelo de las 4 no existía, como lo prueba el hecho que otras llegadas de conexiones Cochabamba-Santa Cruz estaban atrasadas. La espera en el aeropuerto Jorge Wilsterman fue torturante por el calor, la furia de los pasajeros y la ausencia de aire acondicionado, pese al religioso pago de 20 dólares por su uso y por persona. Más tarde en Santa Cruz, otro avispado funcionario quiso cobrar otros 20 dólares por derecho de aeropuerto, arguyendo que habían pasado ocho horas desde el pago del anterior en Cochabamba. En el aeropuerto de Viru Viru, las demoras en las llegadas y salidas tenían exasperados a los pasajeros. El vuelo de las 8 de la noche rumbo a La Paz, salió a las 9.30. El que se dirigía a Panamá a las 10.30, no tenia visos de cumplirse cuando se acercaba la medianoche. El que salía a Miami, a las 11.45, por fin estaba en hora. Entré malhumorado al avión. 11 horas y 15 minutos de mi tiempo los pasé en los aeropuertos de Cochabamba y Santa Cruz. Mientras duró la larga espera escuche relatos desesperados de gente que en días precedentes había perdido sus vuelos, sus conexiones. Inclusive en los vuelos internos, como el de la segunda semana de febrero entre Cobija y La Paz, con la obligatoriedad del LAB de pagar en el Hotel Gloria la estadía de una noche de todos los pasajeros con conexiones a otras ciudades. En mi deambular por el aeropuerto de Viru Viru escuché por los altoparlantes que citaban a Fernando Salazar, asesor jurídico del LAB, un viejo amigo de los tiempos en la facultad de Derecho. Le expliqué mi caso. "Pero el Lloyd no tiene un vuelo a Miami a las 4", dijo. Le mostré mis pasajes y tras convencerse movió la cabeza. Le dije que estas cosas afectaban el prestigio del LAB y le pregunté el motivo. "Creo que hay un boicot", dijo, y se despidió apresurado porque su vuelo a La Paz salía a las 8 (El mismo vuelo que tuvo retraso de una hora y media). Cuando volví a la sala de espera internacional, dos extranjeros que el día anterior habían perdido una conexión a Panamá maldecian el atraso de su vuelo en el bar instalado a unos metros de las puertas de embarque 5 y 6. Ya no quise ni escucharles. Quise dejar atrás esa pesadilla. Fue inútil. A mi lado se sentó una dama cruceña que hace negocios Santa Cruz-Miami y que empezó a relatarme historia tras historia de los inconvenientes que dice vivir en los viajes que realiza frecuentemente en el LAB. Le pregunté por qué no cambiaba de aerolínea. "Es la única con vuelo directo a Santa Cruz desde Miami", precisó. No me quedé muy convencido porque, por lo que a mi respecta, creo que el Lloyd ha perdido un pasajero. |
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