Domingo 4 de septiembre del 2005
LA TRAGEDIA DEJADA POR KATRINA
Por
Hernán Maldonado
Estados Unidos ha sido puesto nuevamente a prueba por la naturaleza. No me cabe la menor duda de que saldrá adelante. La tragedia dejada por el huracán Katrina en las ciudades costeras del Golfo de México es tan o más grave que Andrew, pero nada insuperable. Sólo es cuestión de paciencia.
Es ridículo tratar de politizar el asunto ahora mismo. Ya habrá tiempo para sacar las facturas y cobrarlas. Se sabrá, por ejemplo, quién tuvo la culpa de que por años no se fortaleciera los diques que evitan que las aguas del lago Pontchartrain penetren en Nueva Orleans.
Así ocurrió en 1992 cuando Andrew "visitó" el sur de la Florida y el padre del actual mandatario George H. Bush, por su negligencia, pagó y se convirtió en uno de los pocos presidentes en no haber sido reelegido.
La mortandad comparada con lo que ocurre en Nueva Orleans no fue brutal. Apenas 27 muertos, pero 350.000 casas fueron completamente destruidas. No había agua, luz, teléfono, y los saqueos hicieron de Homestead y Florida City, ciudades sin ley.
Pero una semana después los organismos de socorro tuvieron que pedir que nadie más enviara alimentos ni ropas, porque no había donde almacenarlas. A ese tamaño llegó la solidaridad del resto del país.
A los 20 días el sur de Miami había recobrado la normalidad en sus calles al reinstalarse 7.000 semáforos desaparecidos por Andrew. A los seis meses el 70 por ciento de los damnificados había reconstruido sus hogares.
A nadie se le pidió cuentas de los 400 dóares que por familia se entregó, con sólo solicitarlo, en los lugares donde instaló sus oficinas la FEMA, el organismo federal de ayuda en emergencias. Los seguros pagaron puntuales.
No hay porqué pensar que no ocurrirá todo esto tras Katrina. El gobierno dispuso el uso de 10.500 millones de dólares de ayuda "para comenzar". El ejército, la fuerza, aérea, la marina y la Guardia Nacional, están ya en la zona de operaciones, incluyendo un barco hospital con 600 camas y tres gigantescos barcos de crucero.
El gran interrogante dejado por Katrina, como fue con Andrew, es cómo lidiar con los problemas posteriores al huracán. La gente, luego de los primeros días de alivio a sus necesidades básicas, empieza a aburrirse en los centros de refugiados. La desesperanza, la incertidumbre y el pesimismo abren espacio a la violencia.
Inclusive entre los que tienen medios para seguir trabajando y reconstruir sus casas los problemas son enormes. ¿Cómo conseguir electricistas, mecánicos, carpinteros, albañiles, techeros, etc? Por eso es que una reconstrucción es traumática. Peor, por supuesto, en el caso de Nueva Orleans, donde primero hay que drenar la ciudad que de ordinario está bajo el nivel del mar.
La tragedia estadounidense ha servido, de otro lado, para comprobar una vez más cuán bajas son las pasiones de los enemigos del país. Parecieran refocilarse de lo ocurrido, ocultando esa su alegría en la búsqueda a priori de culpables y hasta con insinuaciones perversas, como cuando se le preguntó al propio Bush si la ayuda se hubiera demorado tanto si las víctimas mayoritariamemnte hubieran sido blancos y no negros.
Los que pasamos Andrew, podemos asegurar que en Nueva Orleans las ayudas fueron más rápidas. En el sur de Florida jamas se le ocurrió a nadie preguntar al padre de Bush si la demora fue porque la mayoría de las víctimas éramos hispanos.
El presidente Hugo Chávez ha llevado a extremos agudos su demagogia preguntándose cómo es que el país más poderoso de la Tierra no evacuó a todos los habitantes de Nueva Orleans. Se ve que ni siquiera lee los periódicos, porque dos días antes de que llegara Katrina, el alcalde Ray Nagin ordenó la evacuación obligatoria. Otra cosa es que siempre hay quienes piensan que "a mi no me pasará nada".
Pero lo paradójico es que quien plantea la pregunta es alguien que nunca tomó previsiones para que ocurriera el desastre de Vargas hace seis años. Estuvo lloviendo durante 15 días seguidos sobre ese estado costero venezolano y a nadie se le ocurrió pensar que podrían caerse los cerros.
Centenares de muertos y decenas de miles sin hogar fueron el resultado de esa desidia. El tamaño de la demagogia es tal, que ahora mismo usted puede visitar el estado Vargas y el desastre sigue igualito, con muchos de los damnificados todavía agolpándose ante el Palacio de Miraflores pidiendo ayuda.
Pero claro, para el consumo externo, está la ayuda que ofrece Chávez a los damnificados de Nueva Orleans, hasta petróleo gratis... Y pensar que hace 14 días en Caracas cuatro personas murieron en el hospital de los Magallanes por falta de oxígeno...
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