Domingo 13 de mayo del 2007
OTRO JULIO QUE SE FUE
Por
Hernán Maldonado
En este 2007 se cumple el centenario del nacimiento de don Julio Borelli. A comienzos de este mes murió el padre Julio Tumiri. Dos Julios, dos grandes maestros y amigos.
Cuando lo conocí, Tumiri estaba todavía lejos de convertirse en el "apóstol de los derechos humanos", según lo describió en el sepelio el arzobispo de Cochabamba, monseñor Tito Solari. Allá por los primeros años 60 el taciturno sacerdote era apenas el apóstol del cooperativismo en Bolivia.
Como director del Departamento de Fomento Cooperativo despachaba desde sus oficinas en la calle Yanacocha 545. El amigo Alfonso Leaño me lo presentó para que le echara una mano en la formación de cooperativistas. No tenía idea del asunto. El sacerdote, extremadamente humilde, me dijo que como estudiante de Derecho podía ayudar mucho. Llevado por mi pasión periodística, lo que yo quería era preguntarle la razón de esa vieja cicatriz cerca de su boca. Eso fue 17 años antes de que el ministro de Gobierno Luis Arce Gómez lo torturara tratando de hacerle comer un libro. En 1965 me mandó becado por dos meses al Centro Cooperativista Uruguayo. Honestamente, más que el cooperativismo, me interesaba conocer el país natal de don Julio Borelli, mi maestro y amigo del periodismo con quien ya estaba relacionado por más de una década. Cuando volví, el padre Tumiri me convirtió en "profesor" de Legislación Cooperativa de los cursos que se daban trimestralmente a todos quienes organizaban cooperativas en el país.
Durante los tenebrosos años del "Plan Cóndor", el sacerdote potosino hizo de la solidaridad, palabra clave en el cooperativismo, el arma con el que combatiria los abusos y fundó la Asamblea Permanente de los Derechos Humanos. Eran tiempos en que el humilde cura, aun a costa de su propia libertad, fue el portavoz de los que no tenían voz.
Don Julio Borelli, vaya uno a saber porqué, no celebraba nunca sus cumpleaños. En los 15 años que trabajé al lado suyo jamás supe cuándo era su natalicio y si en su familia alguien lo sabía, tampoco lo decía. Era el secreto mejor guardado.
A cuantos le preguntaban en la calle qué edad tenía solía responderles: 55 años. Ante la incredulidad de su interlocutor añadía con picardia: "Otra cosa es si me pregunta ¿cuándo? es que los cumplí".
De lo que casi estoy seguro es que nació algún día de 1907 (¿29 de septiembre?) Recuerdo hoy al gran amigo y maestro gracias a un lindo reportaje de Javier Badani Ruiz publicado en La Razón el mismo día que moría el otro Julio.
Ambos nos dejaron grandes cosas. Espirituales, principalmente, el Julio de la sotana. El Coliseo Cerrado de La Paz, la obra cumbre de don Julio. Ambos jamás acumularon bienes materiales. Fueron una expresión cabal de la honradez.
Un atardecer le pregunté a Don Julio porqué se desvelaba tanto por el Coliseo (más después supe que inclusive puso en fianza su casa para asegurar el pago de una porción del techo) si apenas ganaba unos viáticos y las propias autoridades le negaban respaldo.
"Es un compromiso conmigo mismo. Pero lo más importante es que quiero demostrar que se puede hacer obra en Bolivia sin robarse un centavo", me dijo. Como boliviano me quedé entre turbado y avergonzado.
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