Lunes 20 de mayo del 2002
EL DECANO EN SU HORA MAS DIFICIL
Por
Hernán Maldonado
Nunca olvidaré la última vez que vi a Jorge Carrasco Jahnsen. Correteábamos una noche por las escaleras de El Diario cuando nos topamos con su tio Luis Carrasco Jiménez quien nos paralizó con una amenaza severa: "si los vuelvo a ver metiendo bulla les agarro a cocachos", gritó.
Yo apenas había dejado los pantalones cortos, casi le doblaba en edad al "mellizo", como lo conocía, y nos habíamos hecho amigos.
En aquellos años no existían escuelas de periodismo en Bolivia y mi padre, a la usanza medioeval, me había encomendado a don Julio Borelli, jefe de la sección Deportes, para que me enseñara la profesión. Sus ayudantes eran Carlos Carrasco Ballivián y Horacio Corro Geldrez.
En esas primeras semanas mi "aprendizaje" consistía en conocer de memoria los negocios aledaños a la calle Loayza donde, de noche, se podía comprar té o café calientes y empanaditas o cigarrillos para don Julio y sus ayudantes. A la medianoche mi trajín era a talleres llevando y trayendo a la oficina las pruebas de galera.
Pero desde las 5 de la tarde a las 11 de la noche tenía tiempo de sobra para calentar el último asiento de la redacción y escuchar historias de los Carrasco. Así me enteré de las divertidas ocurrencias del "viejo" don José, de las cosas que se decían de Mario, dueño de Radio Altiplano, y supe porqué Jorge Carrasco Villalobos, el padre del mellizo, tenía la nariz torcida.
Sea lo que sea advertí que el apellido Carrasco inspiraba en todos una especie de respeto y temor.
Jorge Carrasco Villalobos y su familia vivían en el mismo edificio y se aparecía en cualquier sección del diario y a cualquier hora. En talleres se lo respetaba muchísimo. Se decía que podía armar y desarmar un linotipo usando sólo un destornillador y un alicate.
El chisme del incidente del mellizo y yo con don Luis Carrasco había llegado a los oidos de don Julio, quien me pidió que no volviera a repetirse. Poco después don Julio renunció al cargo y me fuí con él, por los próximos 15 años.
Ahora me entero que el mellizo, Jorge Carrasco Janhsen, accionista mayoritario y director de El Decano de la prensa nacional, es acusado de ser el autor intelectual del asesinato de su esposa María Teresa Guzmán.
He leido una y otra vez los cargos que pesan en su contra, los indicios que llevaron a la policía a acusarlo, las pruebas testimoniales que recogió la fiscalía de los autores materiales, los débiles y chapuceros argumentos de su defensa y, todavía no puedo creerlo.
La brutalidad del horrendo crimen exigía el esclarecimiento del caso a la brevedad posible y por fin, nuestra vapuleada policía, se apuntó un triunfo. Así lo subrayó el gobierno al enviar a la rueda de prensa de la fiscal Gilka Hinojosa a nada menos que al ministro de Gobierno y al Fiscal General de la Nacion.
Pienso que si en el gobierno hubiera existido la mínima posibilidad de duda, jamás se hubiera animado a respaldar el resultado de una investigación en la forma que lo hizo.
El ministerio público virtualmente concluyó su trabajo. Ahora le toca su turno a la justicia. El país está atento al descenlace de este caso con mayor interés quizás al que produjeron hace años los asesinatos de Susana Valda y Teresa Siles Villarroel.
Detrás del crimen, no debe perderse de vista los enormes problemas económicos que confronta El Diario a sólo dos años de cumplir su centenario. Aumentaria mi pena ver desaparecer al periódico donde hace casi medio siglo empecé a dar mis primeros pasos en esta profesión.
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