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Miércoles 15 de marzo del 2000


¡VAYASE MI GENERAL!

Por Hernán Maldonado


Miami - A fines de 1984 en mi oficina de Washington DC recibí una llamada del jefe de redacción del diario La Razón de Buenos Aires. Quería estar doblemente seguro de que la United Press International, para la que yo trabajaba, avalaba un artículo en el que yo insinuaba que el presidente Hernán Siles Zuazo no terminaría su periodo.

El artículo fue publicado en ese diario el 5 de octubre de 1984 y de allí fue recogido por el diario Hoy de La Paz. Me acordé de esa llamada, no sólo cuando efectivamente se produjo la salida anticipada de Siles Zuazo del Palacio de Gobierno, sino cuando hizo lo propio en Argentina, el presidente Raúl Alfonsín.

Ahora recuerdo otra vez esa anécdota a la luz de los últimos acontecimientos en Bolivia y me pregunto si no habrá llegado similar hora para el presidente Hugo Bánzer Suárez.

A sólo seis meses de asumir Bánzer el poder, uno de los observadores más agudos del acontecer nacional y que muy rara vez se ha equivocado en sus apreciaciones, me dijo que la inoperancia, incapacidad y corrupción del nuevo gobierno era tan brutal, "que si viviéramos en otras épocas me animaria a decir que hay en marcha un golpe de estado".

Pero Bolivia no estaba viviendo "otras épocas". Aquella vez el gobierno echó mano de una de las pocas cartas talentosas que tiene, el joven vicepresidente Jorge Quiroga, para convocar a un Diálogo Nacional del que salieron los cuatro pilares en los que asentaría su accionar a falta de un programa concreto de gobierno. Nacía una esperanza.

Se suponía que Quiroga pondría a marchar el plan, pero el entorno palaciego, conformado por los "dinosaurios", se le opuso enceguecido por los celos políticos de modo que de los cuatro pilares el único que más o menos funciona es el de la erradicación de los cocales excedentarios.

Se acentuó la inacción gubernamental y Quiroga comenzó a desesperarse y con razón ante la corrupción galopante, el aumento del desempleo, la inocuidad de la guerra contra la pobreza; el nepotismo, el fracaso de la vocinglera política marítima banzerista; las barrabasadas de ministros como Fernando Kieffer, Tonchi Marinkovich y Leopoldo López, el desmadre en la aduana, las alcaldias, etc, etc.

Y como corolario de tanta iniquidad, el Caso Diodato, que ha tumbado ya a tres ministros, con el último de ellos proclamando a los cuatro vientos su condición de "inmolado", que en buen castellano significa "sacrificio". ¿Por quién y en nombre de quién se inmoló Jorge Landívar?

El propio Diodato ha dejado en el aire su frase a Bánzer: "Yo he cumplido con usted señor presidente". ¿En qué le ha cumplido el italiano a Bánzer? Y la pregunta principal, ¿por qué el colosal empeño de la embajada estadounidense de que nuestros jueces condenen a Diodato a largos años de cárcel?

Diodato montó un sistema de contrainteligencia electrónico que funcionaba desde el propio palacio gubernamental a través del general Luis Iriarte, sobrino de Banzer, con el que se habrían interceptado comunicaciones de la propia embajada. ¿Será que la embajada aupa a Quiroga, aun sin el conocimiento o consentimiento de éste? El diario La Razón nunca ha sido desmentido de su afirmación de que la secretaria de Bánzer, su propia hija, en uno de los pasillos de palacio acusó al joven vicepresidente de ser un "traidor".

Lo único claro en este embrollo es la furia de la embajada contra Diodato (y obviamente contra los que estarían detrás de él o lo alentaron) al punto que ya han caído los ministros Guido Nayar (quien se fue reclamando la "falta de honestidad en el aparato del estado" y pidiendo un "cambio de rumbo"), Carlos Subirana y Landívar.

Pero la furia no es sólo contra Diodato, sino contra nuestras autoridades, jueces, fiscales. Hace exactamente un año la señora embajadora Donna Hrinak, a raíz de unos tímidos fallos judiciales contra narcotraficantes en Santa Cruz, nos acusó a los bolivianos de no tener "c..." y ahora a raíz de la absolución judicial de Diodato tiene la "sensación" de que los bolivianos queremos negocios con los traficantes de drogas.

Y la embajada está furiosa, porque ha dejado de ser un secreto que paga sueldos extras a fiscales y policías y que por tanto no debía escapárseles ningún narco. Está tan entrometida, que la "salida" de Landivar fue "negociada" durante cinco días por el ministro de gobierno Walter Guiteras, quien admitió las presiones y reveló candorosamente los detalles de esas vergonzosas negociaciones.

O sea que es puro enunciado el artículo constitucional según el cual sólo al presidente de la república le compete la designación o sustitución de sus ministros. También es pura teoría lo declarado el viernes por el ministro secretario de la presidencia Franz Ondarza en el sentido de que "Bolivia es un país soberano".

En sus columnas de opinión y editoriales, periodistas del todo el universo del pensamiento político han expresado en los últimos días su parecer sobre la humillante dependencia y si Bánzer lee los periódicos tendría que concluir en que todos le han dicho: ¡Váyase mi general!

Ya no es sólo la indignidad de que el representante del Fondo Monetario Internacional participe de las reuniones del gabinete económico, sino la desgracia que, por unos dólares mas o menos de ayuda, el país tenga que doblar la cerviz ante la embajada hasta en las cosas más domésticas.

El domingo, fruto otra vez de los esfuerzos de Quiroga porque el país se cae a pedacitos, Bánzer leyó un programa de reactivamento de la economía. Por fin admitió que no estamos ante un desaceleramiento sino ante una crisis. Desperdició un año en darse cuenta. Y dos años y medio en presentarnos algo que se asemeja a un programa de gobierno.

Lo hace en momentos en que todo hace pensar que ya perdió el tren. Debería dejar que el arquitecto de ese plan lo lleve adelante. Quiroga podría, además, tener los suficientes "c..." para hacerle saber a la señora embajadora que Bolivia no es una hacienda de Oklahoma.