Tierra Lejana-- Página de Hernán Maldonado




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Lunes 21 de julio del 2003


NUESTRAS "FUERZAS DESARMADAS"

Por Hernán Maldonado

Los últimos hechos en relación al escándalo de la explotación de los soldados en la cosecha de una oleaginosa en Santa Cruz plantea una vez más la necesidad de un completa reestructuración de nuestras fuerzas armadas.

Al margen de la polémica sobre si se debe o no permitir el "trabajo esclavo" de los soldados, lo que en el fondo está planteado es si un país tan pobre como Bolivia puede darse el lujo de disponer de unas fuerzas armadas con un presupuesto inclusive mayor al destinado a la educación.

De principio, y para evitar malas interpretaciones de mis amigos dentro de la milicia nacional, debo dejar claramente establecido que no propugno la desaparición de nuestras fuerzas armadas. Aspiro a su modernización a través de un proceso de su completa reorganización.

No es posible que Bolivia tenga un general para menos de 100 soldados. Es rídiculo que nombremos "división" a un conjunto de menos de cuatro regimientos, alguno de los cuales cuantitativamente ni siquiera llega a la categoría de batallón.

¿Y cuántos generales de división tenemos actualmente? ¿Cuántos de ellos son "troperos" y cuántos vegetan detrás de escritorios? Y no estoy hablando del numeroso lote de generales de brigada.

¿Hay alguna proporción entre los almirantes y vicealmirantes en relación con los miembros de la fuerza naval que tenemos? ¿Hay alguna correspondencia entre el número de altos jefes y la tropa de la "fuerza aérea"?

Pongo entrecomillada "fuerza aérea", porque en el estricto sentido de la palabra es una burla llamarla así dado el equipo con el que "disponemos". O es que alguien me podría mostrar siquiera dos helicópteros suyos.

Pero, claro, el país político no está interesado en esta clase de debates, porque tampoco se lo permitirían los militares.

Los ejercitos modernos no están integrados por soldados muertos de hambre, obligados a trabajos manuales para incrementar los ingresos destinados a su alimentacion y vestimenta. Porque ni hablar de la posibilidad de modernizar sus equipos, como ocurre en Chile con el elevado porcentaje que reciben sus milicos por la explotación y venta del cobre.

Nuestro ejército, comparado con el de los vecinos, está en la edad de la flecha y el arco. Pero nadie lo quiere admitir y ni quiere meterse con los militares. Por eso es que nunca se aclarará lo ocurrido en febrero. Por eso nadie encontrará los restos de Marcelo Quiroga Santa Cruz.

A veces sueño con la creación sólo de una poderosa Guardia Nacional, de unos 10.000 hombres bien equipados y altamente entrenados, no para la eventualidad de una guerra internacional, sino como garante del Estado de Derecho en el país.

Eso supondría la eliminación del servicio militar obligatorio. Necesitamos militares profesionales, no sólo en el uso de las armas más modernas, sino básicamente para tareas especializadas en Defensa Civil, de rápida movilización.

Esas tropas especializadas, altamente preparadas, son las que deciden las batallas. Lo probaron los israelíes en la Guerra de los Seis Días, los ingleses al reconquistar las Malvinas, lo hemos visto en la invasión de Afganistán e Irak.

Bolivia, ni ningún otro país latinoamericano, tiene ante sus narices un conflicto internacional, de manera que se impone una reorganización profunda de nuestras fuerzas armadas para acomodarla a nuestras necesidades como un Estado en vías de desarrollo.

No hacerlo seguirá siendo algo como echar dinero a un barril sin fondo para satisfacer egos en perjuicio del presupuesto nacional y del país.





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