12-11-2000
La Paz, 11 de diciembre de 2000-La Prensa Columna
vertebral El
peligro de naufragio Carlos
D. Mesa Gisbert Después
de la terrible tormenta de septiembre y octubre estamos viviendo una suerte de
tregua de incierto futuro. Nadie se atreve a predecir nada con relación al año
y ocho meses de mandato que le quedan al presidente Banzer, pero las señales
son poco alentadoras. Por una parte, se especula a propósito de la curiosa y
ambigua relación entre el Mallku y el gobierno (reactivación del juicio en su
contra por terrorismo, a la vez que privilegiada relación con el nuevo ministro
de Asuntos Campesinos al que el propio Quispe recomendó), mientras se trabaja
en el cumplimiento de los cincuenta puntos, independientemente de si estos
vulneran derechos de terceros e independientemente de si lo que esta en juego
-la ley INRA- no amerita por lo menos una reflexión sobre el grave daño que se
puede infligir a la institucionalidad legal del país. Todo, claro, con tal de
evitar un nuevo y fatal bloqueo. Por otra parte, se corona las metas de coca
cero en el Chapare y se abre una nueva etapa en la relación con Estados Unidos.
Los recientes brotes de violencia en la zona y lo que pueden hacer los
cocaleros allí, es parte de las grandes interrogantes para lo venidero. Pero
más allá de estos dos temas que fueron las mechas encendidas del polvorín
pasado, las acciones violentas en El Alto con el tema de las tarifas de luz y
agua, son ejemplos indicadores muy claros de un clima de descontento y
descomposición social creciente. A la vez, la decisión del ejecutivo de ofrecer
un aumento salarial que no es tal porque no logra siquiera cubrir la pérdida
del poder adquisitivo de los sueldos, plantea el consabido conflicto con los
trabajadores en las próximas semanas, con la diferencia de que el caldo de
cultivo para la explosión es mucho mayor que en años anteriores. En el
ámbito empresarial el desaliento es total. Las reuniones de empresarios son un
interminable lamento, el que más y el que menos está presionado por las deudas,
sobre todo con compromisos ante la banca que apenas puede cumplir. La
información de consumo de agua y energía eléctrica para la industria refiere
caídas en algún caso de hasta el 50%, el sector inmobiliario esta virtualmente
paralizado, nadie puede vender nada y los precios de los alquileres se han
reducido a veces en más de la mitad de lo que se cobraba hace un par de años.
El sistema financiero está agobiado por una mora creciente que no tiende a
revertirse y es cada vez más insistente la preocupación por problemas en
algunos bancos que podrían sacudir al conjunto al conjunto de las finanzas
locales. A pesar
de los indicadores oficiales sobre el crecimiento de exportaciones y del PIB,
ni el propio gobierno está convencido de que esos datos reflejen una inflexión
en este proceso recesivo y de crisis que se inició en 1999 y se agudizó en el
2000. El ministro de Hacienda José Luis Lupo curándose en salud ante la
experiencia del pasado, ha preferido anunciar que el 2001 será un año muy
difícil, a la vez que insiste en que flexibilizar las imposiciones
macroeconómicas del FMI no resolvería nada. Ni mayor déficit fiscal para poder
expandir en algo el gasto, ni mayor inflación controlada le parecen soluciones.
El ministro cree que la movilización de la economía no depende ya de un estado
que no controla ni empleo ni producción. Más
allá del debate a propósito de los caprichos de Eliahu Kreis y de la evidencia
de que este estado no ejerce influencia directa sobre el comportamiento
económico, está claro que las medidas en torno al funcionamiento del sistema
financiero, a la cuestión impositiva y sobre todo al clima general para la
inversión, siguen en manos del gobierno. Da la impresión de que hoy por hoy uno
de los nudos más críticos es el de la mora, la caída de los depósitos (por
primera vez desde 1985), lo que hace muy frágil a este sector. El otro tiene
que ver con una recesión global que provoca un crecimiento del desempleo y una
situación crítica del sector industrial y de servicios. Las
empresas extranjeras que han invertido en Bolivia, por su parte, expresan su
absoluto desconcierto ante una inseguridad jurídica crónica que se ha
convertido además en realidad cotidiana. El caso de Aguas del Illimani y
Electropaz en El Alto, plantea de nuevo la curiosa lógica gubernamental y de
alguna superintendencia, que creen que los problemas sociales hay que
resolverlos a cualquier costo, no importa si ese costo es transgredir
sistemáticamente los contratos firmados con las empresas, para no mencionar la
lógica del alcalde alteño que confunde responsabilidad de servidor público con
demagogia populista de cara a las elecciones del 2002. Este
escenario, sin embargo, tiene un factor detonante fundamental, la absoluta
falta de credibilidad del gobierno que es quizás el elemento clave para
entender la desesperanza, la incertidumbre y el miedo de todos. Nadie le cree
nada, sus idas y venidas, su absoluta incapacidad para imponer autoridad, para
hacer respetar las normas, para garantizar el orden público, para aceptar la realidad
y actuar ante ella, la ineficacia pavorosa de sus intentos de dar respuestas a
la crisis, el estado de sitio frustrado, los motines policiales, el éxito de la
mecánica de presión para ganar pliegos petitorios, la corrupción campeando sin
freno, han erosionado de tal manera la base de sustentación de este régimen,
que levita precariamente, pero que en cualquier momento se puede caer. La
estabilidad de la economía (factor clave para la estabilidad general), lo
sabemos, además de todo es una cuestión de confianza. La absoluta falta de
confianza en un gobierno que navega al garete, que tiene el timón roto y el
capitán sin idea alguna de qué hacer, nos ha colocado ante la terrible pregunta
de si podremos resistir así hasta el 2002 sin naufragar todos irremediablemente. ------------- 12-12-2000
La Paz, 12 de diciembre de 2000-La Prensa Ya no
callaremos más Manfredo
Kempff Suárez Hemos
mantenido un prudente silencio durante muchos meses, a veces interrumpido por
algún comentario injusto contra el Presidente que nos obligó a reaccionar. Ante
el riesgo de que se nos endilgara que somos intolerantes, que no permitimos que
la prensa se exprese a sus anchas, que cualquiera puede decir lo que le dé la
gana en un Estado de Derecho, preferimos callar. Pero
todo tiene su límite. Si algún periodista se siente con el derecho de decir lo
que quiera contra el Gobierno, si oficia de portavoz de la oposición, si tiene
en sus manos los medios de opinión para hacerlo, pues habrá que darle la cara y
responderle. Habrá que recordar, además, a Carlos Mesa y al público lector, que
tanta libertad de expresión tiene él como el Ministro de Información
Gubernamental. Así que, por lo tanto, que no se diga que estamos coartando la
libertad de expresión de nadie, menos la de Mesa, sino que yo, en mi carácter
de Portavoz oficial, estoy haciendo uso de mis propios derechos
constitucionales para responder a lo que considero injusto, tendencioso,
partidista, provocador, y de una arrogancia inconcebible. Llegamos
de acompañar al presidente Banzer a Puerto Suárez, para encontrarnos con una
nota excesiva de Carlos Mesa, publicada en La Prensa el domingo pasado.
Justamente cuando se acuerda la construcción de una planta termoeléctrica -que
se sumará a otras-, cuando el presidente brasileño Fernando Henrique Cardozo
apoya la conclusión de la carretera Puerto Suárez-Santa Cruz, cuando apuesta a
que Bolivia será la tierra de unión entre el Atlántico y el Pacífico, cuando
anuncia la construcción de un segundo gasoducto, Carlos Mesa, totalmente infortunado
-y furioso al parecer- escribe que no existe ninguna confianza en este
Gobierno, que navega al garete, con el timón roto, su capitán sin ninguna idea
de cómo guiar, y, según el dueño de PAT, la "terrible pregunta"
latente de si podremos resistir así sin naufragar antes del 2002. ¿Se está
sumando Mesa a las insinuaciones del MNR? Pero
las apreciaciones del director de PAT no quedan allí. Reitera Mesa que el
gobierno ocultó la gravedad de la crisis y que pecó de optimista. La
argumentación parte de un desordenado análisis de la situación económica y
social y obviamente el gobierno del MNR está al margen del análisis, pese a que
muchas decisiones que se adoptaron entre 1993 y 1997 son causa de los problemas
que actualmente vive el país. Es el
caso, por ejemplo de los conflictos campesinos. ¿No fue el MNR quien impuso una
Ley INRA cuyo texto fue "sorpresivamente" distinto al que se había
consensuado con ese sector? Y de eso hay más. ¿Se consultó acaso a los usuarios
de servicios públicos si estaban de acuerdo con el contenido de los contratos
firmados con las empresas concesionarias? ¿Se informó a la población que la
reforma de pensiones iba a generar un déficit fiscal anual de casi 350 millones
de dólares? El impacto en el tiempo de éstas y otras medidas que sería largo
reseñar es totalmente excluido del análisis que hace el señor Carlos Mesa, lo
cual compromete su imparcialidad. Sabemos
que a Carlos Mesa no le gusta que nada se compare con los errores que en el
pasado cometió el MNR. Es algo que lo indigna, pero que resulta inevitable
cuando se trata de buscar verdades. A él no le agrada que uno recuerde las
chambonadas del MNR, pero no hace otra cosa, en todo momento, que retrotraer su
memoria hacia el gobierno de facto del general Banzer, para criticarlo.
Diríamos que Mesa se solaza, mucho más que nosotros, con una permanente
regresión al pasado, hurgando, husmeando y buscando culpas al Presidente,
convocando a cuanto testigo, nativo o extranjero, pueda dar testimonio de las
más insólitas morbosidades. Pero lo
que verdaderamente espanta es la facilidad con que el columnista plantea
soluciones para enfrentar la crisis económica. Insinúa, por ejemplo, que para
mejorar el incremento salarial del 2001, debería incrementarse el déficit
fiscal y manejar una inflación "controlada". En realidad lo que está
planteando es apelar a viejas recetas: elevar los salarios para subir la
inflación y, en consecuencia, deteriorar más los ingresos de los sectores más
pobres. Cualquier persona medianamente informada sabe que una inflación más
alta se come rápidamente un incremento de los salarios. Mesa
sugiere, además, que el gobierno debería actuar en los campos financiero,
impositivo y en el clima para generar inversiones. ¿Qué pretende con esto?
¿Condonar deudas? ¿Rebajar impuestos? Si el ejecutivo optara por una decisión
de esa naturaleza se restringirían aún más los ingresos para el Estado y se
limitaría la posibilidad de promover la inversión social. Es como una suerte de
Robin Hood, pero al revés: quitar a los que menos tienen para dar a los que
tienen más. No es extraño entonces que Mesa esté alarmado porque el gobierno
quiere llegar a acuerdos con los campesinos "a cualquier costo". Hay
también un extraño desconocimiento de la realidad cuando el conductor de PAT señala
que la inversión extranjera "expresa su absoluto desconcierto ante una
inseguridad jurídica crónica". Es posible que, intencionalmente, el señor
Mesa olvide que durante los últimos tres años la inversión extranjera alcanzó
los niveles más altos que registra la historia del país. A
Carlos Mesa nadie puede negarle el derecho a expresar sus opiniones en la
prensa y si alguien se lo negara no tiene por qué hacerle caso. Pero lo mínimo
que se le puede exigir es equilibrio. Sin equilibrio no hay objetividad, sino
un análisis sesgado y parcial, que es comprensible en el discurso de un partido
de oposición, pero no en un periodista que construye su prestigio a partir de
un intercambio diario con la gente. El autor es Ministro de Información
Gubernamental ------ 12-13-2000
La Paz, 13 de diciembre de 2000-La Prensa Columna
vertebral Más les
valdría callar Carlos
D. Mesa Gisbert No
necesita el ministro Kempff recordarnos sus derechos constitucionales. Quienes
creemos de verdad en la democracia y no hemos transitado por los oscuros
meandros de las dictaduras, conocemos y practicamos esos derechos. Por supuesto
que puede opinar cuantas veces quiera y contestarme a mí y a la cantidad
incontable de bolivianos que han criticado a esta gestión. Otra cosa es que en
trance tan desairado como el que vive su gobierno le hubiese sido más prudente
el silencio. Como
Manfredo Kempff tiene como primera obsesión de su vida un encono radical contra
el MNR, dedica gran parte de su encolerizado artículo a ese partido. Apela
también al fácil expediente de ligarme a la militancia movimientista. Ni es el
primero ni será el último. Yo no tengo la culpa de que el MNR -en el que no
milito- sea con ventaja el único de los grandes partidos de la segunda mitad
del siglo XX, que llevó adelante cambios estructurales de fondo que
modernizaron Bolivia. No tengo la culpa de que el gobierno de Gonzalo Sánchez
de Lozada haya sentado las bases de un nuevo Estado continuando el proceso de
estabilización económica de Paz Estenssoro (al que apoyó decisivamente Banzer,
Manfredo, no lo olvido) y no tengo la culpa de la espantosa mediocridad del
actual gobierno. Que le quede claro al Ministro que creo que el gobierno de
Sánchez de Lozada fue serio y de trascendencia histórica. No
tenga duda tampoco -y lo he escrito- que esos logros a los que me refiero
líneas arriba están salpicados de errores políticos y económicos y abusos
contra los derechos humanos, tan condenables como los de cualquier dictadura.
Para quien ha sido embajador de Luis García Meza, el gobierno más nefasto del
siglo XX, hablar del pasado tiene -es comprensible- sus sombras y sus
fantasmas. Pero el balance de los aportes a la historia de esas gestiones no lo
he hecho yo -faltaría más- lo han hecho todos los historiadores serios del país
y muchos fuera de él. No sé
si el Ministro de Información Gubernamental se ha dado cuenta de que fuera de
palacio de gobierno existe un país, un país en crisis, desesperanzado y harto
de este descalabro. No sé sí el ministro ha leído alguna vez los documentos de
la Confederación de Empresarios que convierten mi columna en una hoja
parroquial, no sé sí sabe lo que opinan los empresarios cruceños y los
banqueros sobre este gobierno, no sé si supo de los conflictos del magisterio y
de los pedidos desesperados de los trabajadores con relación al nivel de los
salarios, no sé si se ha percatado de que en abril se incendió Cochabamba, no
sé si se ha enterado de un estado de sitio que duró trece días y se levantó sin
cumplir el objetivo públicamente expresado de mantener a Aguas del Tunari en
Cochabamba, no sé si se ha enterado de un motín policial que alteró la
Constitución y demostró la absoluta falta de autoridad del gobierno en su
propio seno, no sé si estaba en Bolivia (parece que no) en septiembre y octubre
cuando el eje troncal del país quedó paralizado por más de tres semanas, no sé
si se ha enterado de que su gobierno cuenta una treintena de muertos y un
centenar de heridos en su haber, producto de estos conflictos con
francotiradores militares incluidos, no sé sí asistió alguna vez a esas
reuniones en las que el gobierno firmó lo que a Felipe Quispe le dio la gana,
afectando intereses de indígenas y empresarios del oriente en el tema de la
tierra, no sé si tiene alguna idea de la absoluta falta de resultados de las
medidas de reactivación económica que el Presidente presentó pomposamente en
abril, no sé si les ha preguntado a los inversionistas de Aguas del Illimani o
de Electropaz cuan felices están de la seguridad jurídica que vive el país,
para no hablar de la corrupción que ha rondado más de una vez las puertas de
palacio. Todas esas cosas y otras muchas más sucedieron, señor Ministro,
durante la gestión 1997-2000 del presidente Hugo Banzer Suárez. ¿Dónde estaba
el timón y dónde las ideas en todos estos tristes episodios, señor Kempff? Como se
puede comprobar muy fácilmente mi voz ni es injusta, ni tendenciosa, ni
partidista, ni provocadora y menos arrogante. El gobierno se está acostumbrando
a que cualquier voz disidente se tilda de arrogante y partidista. Le ruego más
seriedad. O Carlos Calvo y los empresarios son movimientistas y arrogantes, o
lo es la Conferencia Episcopal de Bolivia que ha emitido documentos de
advertencia y reflexión sobre la grave situación que vivimos, o lo es Ana María
Campero -a quien el gobierno vapulea cada vez que puede- cuando observa la
situación de los derechos humanos y se preocupa por la falta de alternativas en
el Chapare, o lo son los ejecutivos de Asoban cuando claman por una
flexibilización de las reglas del sistema financiero, o lo son los trabajadores
y los campesinos que protestan cotidianamente contra el gobierno. Acabo
de enterarme además que Keynes y su escuela son unos palurdos. Resulta que
plantear una expansión racional del gasto en momentos de grave recesión es una
irresponsabilidad. Eso es lo grave de confundir inflación controlada con
hiperinflación y vivir bajo las exigencias de un funcionario del FMI. En lo de
la rebaja de impuestos, le recuerdo que -para usar su palabra- la chambonada
del ICE los obligó a rebajar impuestos. La forma de ampliar las recaudaciones,
lo sabe muy bien, no es tocar los impuestos sino ampliar el universo
tributario, para que los pocos de siempre no sean ahogados por esa presión y
también -como de hecho se acabará haciendo- dando plazos razonables de pago por
los montos devengados por tributación. No voy
a hacer un recuento de la cantidad de veces que he hecho referencias a la
historia, a lo que en mi criterio fueron aciertos y errores de los últimos
gobiernos. Sin ir lejos, mientras Kempff acompañaba al Presidente en un
encuentro con el mandatario de Brasil, comenté muy elogiosamente el inicio de
la termoeléctrica y la inversión en la carretera Santa Cruz-Puerto Suárez. El
5.11.00 hice en mi columna un elogio claro de la acción del gobierno en la
erradicación de coca. No desconozco los logros de esta gestión traducidos en el
proceso de institucionalización del sistema judicial, reforma de la Aduana,
diálogo nacional y continuidad en nuestro fortalecimiento energético. Pero esos
esfuerzos se hunden lamentablemente por la absoluta falta de consistencia en
temas como los que he detallado, que ponen en serio riesgo la estabilidad
global del país. Y no sea miope. Mi posición sobre la permanencia del
Presidente está claramente expresada en mi columna del 24.09.00. Pero lo
que más me preocupa, Manfredo, es la enajenación de su gobierno, que a pesar de
todas las señales y todos los problemas que afrontamos, sigue insistiendo (¿Y
creyendo?) en que no hay nada grave de que preocuparse y afirmando que lo está
haciendo muy bien. Ojalá tengan la grandeza de espíritu suficiente como para
dar un giro de 180 grados, no para salvarse ustedes, sino para salvarnos todos.
(c)2000 LA PRENSA EDITORES ASOCIADOS ------ 12-14-2000
La Paz, 14 de diciembre, La Prensa La
memoria selectiva de Carlos Mesa Manfredo
Kempff Suárez A los
jóvenes que en la década de los setenta se adscribieron a movimientos de
izquierda y que inclusive integraron grupos irregulares y violentos, la figura
del general Banzer les resulta imperdonable. Entonces, la mayoría de ellos
estaba muy lejos de la democracia y muy cerca de las dictaduras populares. De
hecho, todos se convirtieron en acérrimos defensores del débil gobierno de
facto encabezado por el general Juan José Torres, simplemente porque bajo el
paraguas de una administración acorralada podían construir una asamblea popular
que, con seguridad, hubiera llevado al país hacia el abismo. Pero
las cosas cambiaron en agosto de 1971, cuando un movimiento cívico militar
conformado por las Fuerzas Armadas, el MNR de Víctor Paz y Falange Socialista
Boliviana, asumieron la conducción del país. Esa revolución fue obviamente
estigmatizada por los perdedores. Por primera vez se habló de violaciones a los
derechos humanos, campos de concentración, exilios y torturas. Los jóvenes de
esa época hicieron carne del odio contra el general Banzer. Y se
dio un fenómeno curioso. Los defensores de modelos totalitarios y dictatoriales
al estilo de la Unión Soviética, Corea del Norte y Cuba, repentinamente levantaron
los pendones de la democracia y se convirtieron en fanáticos demandantes de los
regímenes de derecho. A ese espíritu democrático hace alarde Carlos Mesa en su
artículo de ayer, donde se felicita de no haber transitado nunca por los
"oscuros meandros de la dictadura", dejando a la vista que yo sí los
transité. Por
supuesto que en un intercambio de notas como éste, Carlos Mesa, a quien le he
dicho -y lo reafirmo- que es un movimientista solapado, pero que ya no puede
disimularlo, no podía dejar de mencionar, como la acusación más grave en mi
contra, que hubiera sido embajador durante el gobierno de Luis García Mesa.
Pues bien, eso es cierto y no lo niego ni lo he negado. Fui embajador entonces
como lo fueron muchos de mis colegas y no se debió a un compromiso de carácter
político, sino al hecho de que mi generación entró al Servicio Exterior después
de 1964, es decir con los gobiernos militares, y desde entonces hasta 1982, no
hubo otras formas de gobierno en el país, con excepción de la breve administración
del Dr. Luis Adolfo Siles y de los llamados gobiernos constitucionales
interinos que no duraron nada. Que recuerde, ningún funcionario de la
Cancillería renunció a sus funciones en la época de García Mesa. Lo que sí
sucedió es que, restaurada la democracia, una jauría de udepistas arrasó con
muchos de los que tuvieron la ingenuidad de creer que el nuevo régimen les iba
a garantizar su trabajo. Pero
ése, en sentido estricto no es el tema que nos ocupa. Lo preocupante es que
Carlos Mesa, periodista moderno, que podría aportar a la reconciliación
nacional, no hace otra cosa que fomentar una insidiosa inquina en contra del
presidente Banzer, siempre remontándose a los años de su gobierno de facto.
Obviamente y fruto de una extraña memoria selectiva, no hace el mismo ejercicio
con las atrocidades que cometieron los sucesivos gobiernos del MNR. Dice Mesa,
que tengo un encono radical contra el MNR que llega a ser obsesivo. No es
verdad. Tengo amigos en el MNR y reconozco en muchos verdaderas virtudes. Lo que
sí es cierto y parece que a Carlos no le han contado es que el MNR fue
extremadamente duro con sus adversarios y que encarceló, torturó, flageló y
asesinó. Mi padre fue uno de los miles de bolivianos que salió al destierro
durante esas terribles épocas y yo, por supuesto, me fui con él. Claro que,
entonces, no existían, como hoy, derechos humanos, Defensor del Pueblo, ni
apoyo a los refugiados. Se trabajaba para comer o no se comía. Espero
haber contribuido hasta aquí para que Carlos Mesa amplíe el universo de su
memoria, pero lo importante es discutir sobre el presente. A propósito de ello,
en su artículo de la víspera, como siempre, hace una relación poco equilibrada
de lo ocurrido en los últimos meses en el país, que demanda una respuesta
clara. No sé si
el señor Mesa se ha percatado, pero los hechos de abril en Cochabamba tienen su
origen en el problema del agua, que se arrastra desde hace varios años y que
fue completamente olvidado por el gobierno de Sánchez de Lozada. No sé si él es
consciente de que los bloqueos del eje troncal fueron la respuesta violenta y
perjudicial del narcotráfico por el éxito de la erradicación de cocales
excedentarios, una tarea fundamental que el anterior gobierno dejó pendiente.
Con la falta de ecuanimidad que lo caracteriza, olvida también a los militares
y policías asesinados en el Chapare a lo largo de muchos años. Tal vez él
habría preferido que, en lugar de firmar un convenio con los campesinos
encabezados por Felipe Quispe, el gobierno hubiera aplicado la mano dura, como
lo hizo su admirado Gonzalo Sánchez de Lozada en Amayapampa y Capasirca. Quiero
decirle, además, que si Keynes viviera se sentiría palurdo, pero no por la
validez de sus teorías, sino por la dificultad que tienen algunos para
entenderlas. Afirmar que Keynes sugería incrementar el gasto para aumentar la
inflación "controlada" es una equivocación mayúscula. Por lo que sé,
dicho autor afirmaba que en determinadas circunstancias un incremento del gasto
podía aumentar el consumo y, de esa manera, los niveles de empleo. Si el
incremento del gasto se transforma en precios más altos, o sea inflación, no se
genera mayor actividad y mucho menos empleo. Lo que
realmente sucede cuando existe inflación es que los asalariados transfieren sus
recursos a los empresarios. Lo más apropiado sería decir que se trata de una
redistribución de ingresos en contra de los más pobres. En consecuencia, las
recetas económicas de Mesa buscan beneficios para los ricos, algo que
seguramente Keynes no hubiera compartido. Para
finalizar, no quiero dejar de reiterar que su iracundia contra el Presidente
Banzer no le está haciendo bien ni al conductor de PAT ni al país, y que si su
odio responde al gobierno de facto de 1971, considere cuan despiadadas fueron
las épocas movimientistas, aquéllas en las que en nombre del pueblo se
establecieron el Control Político y campos de concentración, donde miles de
bolivianos sufrieron el rigor de las torturas y luego un interminable exilio. - - - -
- - - 12-15-2000
Diario La Prensa La
autoridad moral inexistente del Ministro Kempff Carlos
D. Mesa Gisbert En su
afán de defender lo indefendible, Manfredo Kempff falta sistemáticamente a la
verdad cuando menciona mi supuesta memoria selectiva. Opinar está bien, mentir
no está bien Ministro. A lo largo de todo mi trabajo escrito y en televisión he
mencionado expresamente las sistemáticas violaciones a los derechos humanos de
los gobiernos del MNR, particularmente en el período 1952–1956 (cuyo mayor
baldón fueron los campos de concentración), igualmente he condenado sin matices
lo ocurrido en Amayapampa y Capacirca (Columna Vertebral, 22.12.96), esas citas
y juicios de valor de mi parte —no uno, sino muchos— están escritos en mis
artículos, en mi libro de historia y dichos en varios documentales de la serie
“Detrás de las Noticias”. Así que no le admito a Kempff que para justificar su
deleznable posición mienta sin reparos. Debo
decirle por otra parte, que no tengo ninguna razón personal para odiar a Hugo
Banzer Suárez. Ni estuve detenido, ni me torturaron, ni me exiliaron, ni
asesinaron o desaparecieron a ninguno de mis familiares, como sí les ocurrió a
muchos bolivianos en ese período. No odio a Hugo Banzer Suárez, simplemente
tomo la posición que cualquier ciudadano tiene derecho a tomar en democracia
sobre el pasado y el presente de su país, con la autoridad moral de quien ha
respetado siempre los derechos de los demás y ha tenido un comportamiento
democrático militante (aún en los períodos eufóricos de la utopía marxista de
los sesenta y primeros setenta a la que nunca me adscribí, para su
información). Pero a pesar de mi posición crítica, si el señor Kempff se
molestara en leer las páginas que le dedico a los dos gobiernos del presidente
Banzer en mi libro Historia de Bolivia, descubriría la ecuanimidad que su ciega
militancia y su habitual lógica le impiden tener y aceptar. Y ya está de buen tamaño que
aceptemos que alguien que fue embajador del gobierno de Luis García Meza y que
para justificarlo se excusa con el argumento de que otros muchos lo fueron también,
se llena la boca hablando de la violación a los derechos humanos que hicieron
otros gobiernos. Un hombre que ha sido representante personal del Presidente de un gobierno que asesinó a Marcelo Quiroga
Santa Cruz y otros dos dirigentes en la COB el 17 de julio, que masacró a ocho
dirigentes del MIR, que detuvo y exilo a centenares de compatriotas, intervino
las minas violentamente, asesino, hirió, apresó y flageló a centenares de
mineros (primeros días de agosto de 1980), que impuso una cadena radial, silenció e intervino violentamente varios
medios de comunicación, estableció un salvaje toque de queda y asesinó en la
calle a tres ciudadanos que no lo acataron, simplemente no tiene autoridad
moral alguna para hablar de violaciones de derechos humanos de nadie. Ya es tiempo de que las personas terminen con
el cinismo y el desparpajo. La autoridad moral que Usted en este tema no tiene,
es algo fundamental Manfredo. En este tema también, más le hubiese valido
quedarse callado. En cuanto al presente, no hace otra cosa que
reafirmar la incapacidad del gobierno. No sé si el Ministro sabe que la tarea
que tiene es gobernar, no endilgarle responsabilidades a sus antecesores. No se
trata de explicar por qué hubo guerra del agua y bloqueos campesinos y cocaleros,
se trata de resolver esos problemas, ésa es su obligación y el gobierno no
resolvió nada, se rindió sistemáticamente. No le digo yo, lo dicen empresarios,
trabajadores y partidos de oposición al unísono. No olvido a los militares muertos. Ésta, Manfredo,
no es una competencia para demostrar quien tiene más muertos sobre la espalda,
no es muertos de Amayapampa contra muertos en Achacachi o Chapare. Son seres
humanos, no cifras, y este gobierno tiene responsabilidad directa sobre varios,
entre los que no están los policías y militares asesinados, por eso no los
cité. Es exacto aquello de Keynes y la expansión
del gasto para incrementar el empleo, lo que no sé si sabe, es que ese
ejercicio inevitablemente aumenta la inflación, pero —obviamente— no es lo
mismo subir la inflación de 3% a 7%, que subirla a 30% o 50%. No haga juegos de
palabras y argumentaciones
vinculadas a la hiperinflación que nada tiene que ver aquí. Es obvio que una
inflación alta destruye al salario. En su respuesta selectiva olvida Usted además mencionar el tema de la
ampliación del universo tributario y la obligación no cumplida por el gobierno
de mejorar drásticamente sus ingresos. Deje su iracundia y exija a sus subordinados
mejores resúmenes de lo que digo, he elogiado muchas veces a Banzer, ayer y
anteayer sin ir lejos y muchísimas veces a lo largo de varios años, por obras
de su primer gobierno, por su trayectoria para construir la democracia y por
algunos logros importantes de esta gestión, así que no se gaste en lo de la inquina.
La primera premisa para cualquier discusión, Manfredo, es decir la verdad. ---------
- La Paz
- Bolivia, edición del 17-12-2000 La
importancia de la ecuanimidad periodística Manfredo
Kempff Suárez No sé
si el público lector de La Prensa se está aburriendo con estas diarias notas -y
las diatribas de Carlos Mesa- o si en algún momento el director del periódico
se cansará y pondrá fin a la polémica. Seguro que tendríamos que buscar otro
diario tolerante para seguirnos sacando la injundia con Mesa porque esto no es
cosa de dejarlo así. Reconozco
que he cometido un gran error al haberle dicho a Carlos Mesa que es poco
ecuánime, odiador y un movimientista solapado. Pero no porque no lo sea. Mi
error ha sido causar la molestia de una de las "vacas sagradas" que
existen en el país. El "divo" está sólo acostumbrado a escuchar
aplausos y alabanzas, a solazarse con el adulo o por el temor reverencial. Que
alguien le diga sus verdades lo ha sacado de quicio, casi hasta perder la
chaveta. A Carlos Mesa hay que escucharlo y punto. No se le debe rebatir nada,
porque nada de lo que piensa o dice es rebatible. ¡En la buena estamos! Como a
mí no me interesan los "divos" ni las "vacas sagradas", ni
le temo al verbo iracundo y amenazante del dueño de PAT, no tengo reparo en
decirle lo que le he dicho. Aunque Mesa, astutamente, ha desviado la polémica
hacia el terreno que le conviene acusándome, casi, de haber sido un paramilitar
de García Mesa y, por tanto, corresponsable de una cantidad de fechorías que
las recapitula para minimizar las que hizo el MNR, que no fueron menores. Pero yo
no voy a caer en la trampa de este experto sofista y vuelvo al tema con que se
inició este enfrentamiento, y es el de la información sesgada que Mesa ofrece
al público. Información chueca, nada más que por un odio visceral hacia el
Presidente, que ahora, menos mal, Mesa dice no tenerlo, porque nunca él estuvo
preso, ni perseguido, ni sufrió la pérdida de ningún familiar durante el
gobierno del general Banzer. El
meollo del asunto está en que un comunicador como Mesa, que tiene un contacto
diario con la opinión pública, no debiera deformar la información por razones
que sólo son propias. Si lo que transmite a través de su canal está preñado de
resentimiento, no le hace ningún bien al periodismo ni se lo está haciendo a él
mismo. Si es cierto que tiene sus adoradores, también hay otro público -la
mayoría- que quiere escuchar lo objetivo, es decir la verdadera noticia. Y eso
no es lo que habitualmente vemos ni oímos en PAT. Este
Ministro de Información, que ha resultado molesto para Mesa y para algunos
otros, dejará de aparecer en las pantallas de la televisión, en las páginas de
la prensa y en las emisoras, porque ocupa un cargo pasajero y nada más. Pero un
comunicador profesional como Carlos Mesa, a quien vemos desde hace años y a
quien seguramente seguiremos viendo por muchos años más, tiene un compromiso
moral con la sociedad que es inexcusable. Entonces no se puede opinar lo que le
viene en gana porque el canal es propio, sino que tiene que ser ecuánime porque
el destino de la información es el pueblo y no unos cuantos amigos que lo
aplauden. Es un
asunto de moral, señor Mesa. A usted que le gusta hablar de "autoridad
moral" y que pone en duda la mía, no descuide la suya. Porque es inmoral a
todas luces utilizar un medio informativo para tergiversar la verdad. Es poco
ético vender productos falsificados a la gente que confía en uno. La moral no
está para predicarla sino para ejercerla y es entonces, cuando se la practica,
cuando se ve a los hombres de bien. Y conste que Carlos Mesa ha sido el que ha
mencionado el peliagudo tema de la "autoridad moral", yo no. Pienso
que en estos terrenos pantanosos es mucho mejor andar con tiento y prudencia,
sin provocar. Ahí dejo el tema. Pero,
en fin, algunas cosas he sacado en limpio en todo este ingrato y aburrido
intercambio epistolar. Lo más importante es la declaración pública de Carlos de
que no odia al general Banzer. Que no tiene ninguna razón personal para
hacerlo. Enhorabuena, aunque seguramente algunos de sus adoradores se van a
sentir defraudados de una declaración de ese tipo que compromete, naturalmente,
a ser más tolerante y más justo con quien no se odia. Quiero
decirle, finalmente, que si reserva para sí el derecho a criticar a todos, sin
tolerar la crítica, más le valdría callar. - - - -
- - - 12-18-2000
La Paz, 18 de diciembre 2000- La Prensa La
autoridad moral inexistente del Ministro Kempff Carlos
D. Mesa Gisbert En su
afán de defender lo indefendible, Manfredo Kempff falta sistemáticamente a la
verdad cuando menciona mi supuesta memoria selectiva. Opinar está bien, mentir
no está bien Ministro. A lo largo de todo mi trabajo escrito y en televisión he
mencionado expresamente las sistemáticas violaciones a los derechos humanos de
los gobiernos del MNR, particularmente en el período 1952-1956 (cuyo mayor
baldón fueron los campos de concentración), igualmente he condenado sin matices
lo ocurrido en Amayapampa y Capacirca (Columna Vertebral, 22.12.96), esas citas
y juicios de valor de mi parte -no uno, sino muchos- están escritos en mis
artículos, en mi libro de historia y dichos en varios documentales de la serie
"Detrás de las Noticias". Así que no le admito a Kempff que para
justificar su deleznable posición mienta sin reparos. Debo decirle por otra parte, que no tengo
ninguna razón personal para odiar a Hugo Banzer Suárez. Ni estuve detenido, ni
me torturaron, ni me exiliaron, ni asesinaron o desaparecieron a ninguno de mis
familiares, como sí les ocurrió a muchos bolivianos en ese período. No odio a
Hugo Banzer Suárez, simplemente tomo la posición que cualquier ciudadano tiene
derecho a tomar en democracia sobre el pasado y el presente de su país, con la
autoridad moral de quien ha respetado siempre los derechos de los demás y ha
tenido un comportamiento democrático militante (aún en los períodos eufóricos
de la utopía marxista de los sesenta y primeros setenta a la que nunca me
adscribí, para su información). Pero a pesar de mi posición crítica, si el
señor Kempff se molestara en leer las páginas que le dedico a los dos gobiernos
del presidente Banzer en mi libro Historia de Bolivia, descubriría la
ecuanimidad que su ciega militancia y su habitual lógica le impiden tener y
aceptar. Y ya está de buen tamaño que aceptemos que
alguien que fue embajador del gobierno de Luis García Meza y que para
justificarlo se excusa con el argumento de que otros muchos lo fueron también,
se llena la boca hablando de la violación a los derechos humanos que hicieron
otros gobiernos. Un hombre que ha sido representante personal del Presidente de
un gobierno que asesinó a Marcelo Quiroga Santa Cruz y otros dos dirigentes en
la COB el 17 de julio, que masacró a ocho dirigentes del MIR, que detuvo y
exilo a centenares de compatriotas, intervino las minas violentamente, asesino,
hirió, apresó y flageló a centenares de mineros (primeros días de agosto de
1980), que impuso una cadena radial, silenció e intervino violentamente varios
medios de comunicación, estableció un salvaje toque de queda y asesinó en la
calle a tres ciudadanos que no lo acataron, simplemente no tiene autoridad
moral alguna para hablar de violaciones de derechos humanos de nadie. Ya es tiempo de que las personas terminen con
el cinismo y el desparpajo. La autoridad moral que Usted en este tema no tiene,
es algo fundamental Manfredo. En este tema también, más le hubiese valido
quedarse callado. En cuanto al presente, no hace otra cosa que
reafirmar la incapacidad del gobierno. No sé si el Ministro sabe que la tarea
que tiene es gobernar, no endilgarle responsabilidades a sus antecesores. No se
trata de explicar por qué hubo guerra del agua y bloqueos campesinos y cocaleros, se trata de resolver esos
problemas, ésa es su obligación y el gobierno no resolvió nada, se rindió
sistemáticamente. No le digo yo, lo dicen empresarios, trabajadores y partidos
de oposición al unísono. No olvido a los militares muertos. Ésta,
Manfredo, no es una competencia para demostrar quien tiene más muertos sobre la
espalda, no es muertos de Amayapampa contra muertos en Achacachi o Chapare. Son
seres humanos, no cifras, y este gobierno tiene responsabilidad directa sobre
varios, entre los que no están los policías y militares asesinados, por eso no
los cité. Es exacto aquello de Keynes y la expansión
del gasto para incrementar el empleo, lo que no sé si sabe, es que ese
ejercicio inevitablemente aumenta la inflación, pero -obviamente- no es lo
mismo subir la inflación de 3% a 7%, que subirla a 30% o 50%. No haga juegos de
palabras y argumentaciones vinculadas a la hiperinflación que nada tiene que
ver aquí. Es obvio que una inflación alta destruye al salario. En su respuesta
selectiva olvida Usted además mencionar el tema de la ampliación del universo
tributario y la obligación no cumplida por el gobierno de mejorar drásticamente
sus ingresos. Deje su iracundia y exija a sus subordinados
mejores resúmenes de lo que digo, he elogiado muchas veces a Banzer, ayer y
anteayer sin ir lejos y muchísimas veces a lo largo de varios años, por obras
de su primer gobierno, por su trayectoria para construir la democracia y por
algunos logros importantes de esta gestión, así que no se gaste en lo de la
inquina. La primera premisa para cualquier discusión, Manfredo, es decir la
verdad. ------------- 12-20-2000
La Paz, 20 de diciembre 2000 Un
Ministro cuesta abajo... Carlos
D. Mesa Gisbert El público probablemente está ya aburrido de
ésta polémica, pero creo que muy especialmente por el tono y la lamentable
falta de argumentos del ministro Kempff. El error del Ministro no ha sido sacar de
quicio a ninguna "vaca sagrada", ha sido salir él de quicio a partir
de sus fantasmas personales y de su flagrante faltamiento a la verdad, al hacer
referencia a mi supuesta memoria selectiva, afirmación que cae por absoluta
falta de sustento como quedó claramente demostrado en mi nota La autoridad
moral inexistente del ministro Kempff (15.12.00). Ante sus carencias, Manfredo
sale por la tangente con referencias personales e insiste con una sangre fría
impresionante en justificar su malhadado paso por el garciamezismo. Le recuerdo
al ministro que el tema sobre el pasado lo puso él en el tapete, presumiendo
quizás que todos hemos perdido la memoria y llenándose la boca con acusaciones
éticas a un determinado período de nuestra historia, cuando es obvio que tiene
la voz embargada para hablar de esos temas, al haber sido conspicuo
representante personal del Gral. Luis García Meza Tejada. Lo triste es que en
un país acostumbrado a la falta de ética como norma del quehacer político,
Manfredo hace lo que la mayoría de los políticos, exhibir un cuero de anta,
aunque esto implique hablar desde el atril de su paso por la peor dictadura del
siglo para criticar la dictadura de partido de los movimientistas. Es el típico
"todo vale" del cinismo en el que milita junto a otros centenares de
colegas de actividad. El ministro de Información no "resulta
molesto para Mesa y para algunos otros", su tarea no es lo suficientemente
relevante como para resultar molesta. Parece olvidar (no será la primera cosa
que olvida) sus afirmaciones de hace algunos años publicadas en el periódico Ultima Hora en las que decía que el
Ministerio de Informaciones era innecesario, pero como el hombre es tan
coherente, acepta por segunda vez el cargo sin ruborizarse, en la primera -por
otra parte- su paso fue tan exitoso que con su salida se suprimió el ministerio
(3 de julio de 1990). Ahora, ya lo vemos, fuera de
sí porque intenta sin éxito tapar el sol con un dedo, se las toma conmigo como
se las podía haber tomado con las legiones de críticos a su gobierno... En cuanto a la autoridad moral que, como
vimos sobradamente, Usted no tiene, gracias a Dios mi vigencia y mi autoridad
moral no dependen de las frases deshilvanadas de un ministro que respira por
varias heridas. Sobre los otros temas a los que se refiere, permítame ayudarlo
cubriéndolos con un velo piadoso ya que ha preferido perder la brillante oportunidad de quedarse callado. -------- 12-22-2000
La Paz, 22 de diciembre de 2000 - La Prensa La
moral política como la entiende Carlos Mesa Manfredo
Kempff Suárez La
petulancia de Carlos Mesa llega al extremo tal de afirmar que esta polémica es
aburrida sólo por mi falta de argumentos, pero, seguramente, no por sus
originales y agudas elucubraciones. Sigo creyendo que estamos haciendo entrar
en sopor al público, y aunque a Carlos Mesa le estén diciendo algunos de
sus colegas que está brillante, voy a lamentar tener que dejarlo solo, peleando
contra su sombra. Con una marrullería digna de sus largos años
de comunicador, Mesa ha dado vuelta la tortilla, evitando hablar de su labor
informativa de movimientista solapado y de portavoz oficioso del MNR, e
insistiendo en valores morales de los que yo carecería y de los que, más bien,
debería cuidarse él. Su tesis, en suma, es que como fui embajador en la época de García Mesa debería estar con la voz
embargada. Vuelve, Carlos Mesa, a su memoria selectiva,
que mereció de una nota mía hace una semana. Esa memoria donde, de manera
totalmente parcial, corta de un tajo lo que le sirve para sus atolondradas
ideas, de lo que no. Es así que a mí me censura por haber sido representante
diplomático de Bolivia en 1980 -gobierno de García Mesa- y, sin embargo, no
piensa lo mismo, por ejemplo de dos de sus más admirados paradigmas: Víctor Paz
Estenssoro y Marcelo Quiroga Santa Cruz. Estas dos personalidades, ciertamente,
no fueron embajadores de ningún gobierno de facto, sino algo peor: conspiraron
con los militares para derrumbar regímenes constitucionales. ¿También tendrán
embargadas sus voces por una inhabilitación moral? Marcelo Quiroga, para quienes ya lo
olvidaron, fue la cabeza civil más visible del cuartelazo que derrocó al
Gobierno Constitucional del Dr. Luis Adolfo Siles Salinas, que significó nada
menos que 18 años de gobiernos castrenses a partir de entonces. Y Marcelo
Quiroga Santa Cruz -no te olvides Carlos- participó
en las decisiones gubernamentales y no sólo estuvo sentado en una poltrona en
el exterior. Pues bien, durante el gobierno de Ovando no sólo que se exterminó
a la guerrilla de los muchachos idealistas de Teoponte, que al parecer fueron
sacrificados despiadadamente pudiéndoselo haber evitado, sino que se cometieron
asesinatos brutales, nunca vistos hasta entonces en Bolivia, como el de los
periodistas Alfredo Alexander, su esposa, y del señor Otero Calderón, además de
otros. Carlos Mesa debería recordar muy bien que
durante ese régimen asesinaron a sus colegas de la prensa. Y los periodistas
actuales deberían recordarlo también. ¿Acaso eso no sería suficiente
"curriculum" para que Marcelo Quiroga hubiera quedado sin
"autoridad moral" don Carlos? ¿Y ahora no es Marcelo Quiroga paladín
de la democracia sin haber participado jamás de un gobierno democrático? ¡Sólo
en Bolivia suceden estas cosas! ¿Y qué decimos del Dr. Paz? ¿Qué sabe don
Carlos Mesa de los trajines conspirativos del Dr. Paz? Y no hablamos desde
luego de los años jóvenes de Paz Estenssoro, cuando él defendía con ahínco lo
que había ganado en unas elecciones. Hablamos de noviembre de 1979. ¿Quedó
inhabilitado moralmente el Dr. Paz por haber participado en la conspiración que
derribó al presidente Guevara? Porque no me digan que Carlos Mesa, que es
historiador, no sabe al dedillo lo que pasó. Y si no lo sabe, sólo tiene que
preguntarle a don Guillermo Bedregal, o a don Edil Sandóval Morón, para que
haga una sola visita a la Cámara de Diputados y se entere de todo. Ese gobierno al que ayudó a encumbrar don
Víctor Paz, liquidó en un par de semanas más de medio millar de personas. ¡Y no
es cosa de que nos carguemos muertos encima, Carlos! Pero si vamos a hablar de que se echen culpas
morales a los bolivianos que participaron en golpes, cuartelazos y revueltas,
francamente, Carlos Mesa anda perdido o le falla la memoria. Le pongo nada más
que los dos ejemplos anteriores. Sé, desde luego, que él no ha conspirado nunca
contra la democracia y de eso no dudo. Puede estar seguro mi detractor que yo tampoco he sido un
conspirador. Y vuelvo ahora a mi nota anterior sobre la
ecuanimidad periodística. Carlos Mesa tiene que ser más ecuánime y menos sordo
en lo que no le conviene. Tiene un deber para con la sociedad que debería
impedirle emitir criterios ligeros como los que nos han llevado a esta
polémica. Debe despojarse ante el público de su color rosado. Ya se lo hemos
dicho: un comunicador al que se lo ve diariamente tiene un compromiso moral que
es inexcusable y no puede guiarse por sus hormonas, por su prepotencia, por un
engreimiento que es fácil alcanzar en un medio tan mediocre como el nuestro. Como dije inicialmente, después de diez días
de tiros a bocajarro con Mesa, llego al final y, como un caballero, le dejo la
última andanada al dueño de P.A.T. -------------------- 12-24-00
La Paz, 24 de diciembre 2000 Las
palomas disparando contra las escopetas Carlos
Mesa Gisbert La
majadería de Manfredo Kempff ha superado todas las previsiones posibles. Quizás
sea oportuno recordarle al ministro que la diferencia fundamental entre él y yo
en el tema de derechos humanos, es que él ha sido parte activa del gobierno
dictatorial de García Meza y es apasionado militante y portavoz oficial del
Gral. Hugo Banzer Suárez. Yo, querido ministro, ni he sido ni soy militante de
partido alguno y no he ocupado nunca cargo político en ningún gobierno. Esa
elemental diferencia, por si no se ha enterado todavía, me da autoridad moral a
mi y a todos quienes están en mi situación, y esa elemental razón le quita
autoridad moral a Usted y le deja embargada la voz en estos temas de manera
absoluta. ¿Lo entiende ahora? Es
bueno que entienda también que yo puedo opinar libremente de quien me parezca,
admirar o no a cualquier figura política, situación que no me compromete ni en
alabar ni en defender a nadie. En consecuencia ministro, yo no tengo porque
responder ni por Paz Estenssoro, ni por Unzaga de la Vega, ni por Sánchez de
Lozada, ni por Paz Zamora, ni por Quiroga Santa Cruz. ¡Faltaría más!. Yo, para
su buen gobierno, respondo exclusivamente por mi. Tenga el valor civil de
responder por Usted y sus actos como político, sin estos tristes golpes bajos
que intenta dar sin ton ni son a falta de argumentos. Las voces embargadas son
problema de los embargados morales en temas de derechos humanos como Usted, y
otros muchos aún sobrevivientes de los gobiernos de la oligarquía, de los del
MNR y de las dictaduras militares de las que fue aplicado militante y es tan
conspicuo defensor. Pero lo
que suena insólito (si a estas alturas hay algo insólito en sus insólitas
notas) es que el embajador de la dictadura que asesinó, vejo y desapareció del
modo más inhumano el cadáver de Marcelo Quiroga Santa Cruz, se permita las
acusaciones que se permite en torno al líder socialista en una vergonzosa
pretensión de comparar a uno de los símbolos de la lucha popular boliviana. Es
un insulto no sólo a la memoria de Marcelo, sino a la inteligencia de los
bolivianos. Su
retahíla en torno a Paz Estenssoro además de aburrida reitera la falacia básica
de su argumento en torno a mi memoria. Si no le da la gana de leer las
abundantes menciones que he escrito sobre las violaciones a los derechos
humanos que hicieron los movimientistas, es porque carece de la mínima
transparencia a la hora de encarar un debate con buenas armas y no con cartas
marcadas como ha acostumbrado en esta polémica. Usted
apañó desde su embajada los excesos del garcíamezismo, de los que era
co-responsable -digámoslo de una buena vez- el Gral. Hugo Banzer Suárez, socio
documentado de la dictadura entre julio de 1980 y abril de 1981, de la que hoy
pretende alejarse. Usted es militante furioso y estrecho colaborador de un
exdictador en cuyo gobierno se asesinó, torturó, desapareció y detuvo a tantos
bolivianos. Con esos antecedentes, se permite con todo desparpajo encararme por
crímenes cometidos por terceros con los que jamás tuve relación política, de
trabajo, de militancia o de participación gubernamental alguna. ¿No le parece
demasiado descaro aun para un político con piel tan curtida? Yo tengo señor
Kempff la frente alta porque jamás participé de dictadura alguna, ni de
algarada radical alguna, ni de dictadura de partido de ninguna clase. Así que
de una buena vez, hágame el favor de tener un mínimo respeto por la verdad, un
mínimo de pudor para callarse cuando ha estado mezclado de manera militante y
activa con personajes del calibre de los que hablamos. A mi hágame el reclamo
cuando tenga alguna responsabilidad en alguna acción de violación a los
derechos humanos de modo directo, o por ser parte de un gobierno que haya
cometido excesos. Su
lamentable confusión en torno a la "ecuanimidad" parece hacerle
olvidar que la libertad de opinión es parte de la democracia y está reconocida
por nuestra Constitución. Opinar quiere decir emitir juicios de valor, no
quiere decir ser periodísticamente eunucos. Esa argumentación tan típica de las
dictaduras de que el único periodismo posible es el que informa y el que
informa preferentemente lo que a la dictadura le gusta, no va más. Sus
baladronadas en torno a mi color político contrastan con todas las encuestas
que Usted conoce mejor que yo y que avalan el nivel más alto de credibilidad
del medio que hemos construido en más de una década de trabajo serio y
profesional. No va a ser un ministro nacido en las ideas más retrogradas de la
dictadura, quien va a darme lecciones a propósito de ecuanimidad periodística y
de colores políticos. El drama que ha vivido y vive hasta hoy Manfredo Kempff,
es precisamente el de la mezcla de ideas con hormonas, que funciona muy bien en
la literatura de la que es un destacado y respetado exponente local (o será que
esto se debe -como Usted dice- a que "eso es fácil de alcanzar en un medio
tan mediocre como el nuestro"). En un
país en el que los actores de las peores dictaduras de nuestra historia se
permiten dar clases de ética y se permiten apuntar el dedo acusador contra
otros, es que se ha perdido todo norte y toda referencia moral. Por eso es tan
peligroso cruzar ríos de sangre, sin que el cuerpo totalmente manchado produzca
rubor alguno. Estas son las facturas que nos toca pagar cotidianamente a todos.
En este país al revés donde los ladrones acusan a quienes han trabajado toda su
vida honestamente y los llevan a los tribunales, en este país en el que quienes
pisotearon sistemáticamente la democracia medran de ella sin pudor ni límite,
nada tiene que extrañarnos. Es la lógica del ministro de Infomación
Gubernamental, quien acusa a las palomas de disparar contra las escopetas. Dios
nos ampare. |