Regreso al foro 

12-11-2000 La Paz, 11 de diciembre de 2000-La Prensa

12-11-2000 La Paz, 11 de diciembre de 2000-La Prensa

Columna vertebral

El peligro de naufragio

Carlos D. Mesa Gisbert

 

Después de la terrible tormenta de septiembre y octubre estamos viviendo una suerte de tregua de incierto futuro. Nadie se atreve a predecir nada con relación al año y ocho meses de mandato que le quedan al presidente Banzer, pero las señales son poco alentadoras. Por una parte, se especula a propósito de la curiosa y ambigua relación entre el Mallku y el gobierno (reactivación del juicio en su contra por terrorismo, a la vez que privilegiada relación con el nuevo ministro de Asuntos Campesinos al que el propio Quispe recomendó), mientras se trabaja en el cumplimiento de los cincuenta puntos, independientemente de si estos vulneran derechos de terceros e independientemente de si lo que esta en juego -la ley INRA- no amerita por lo menos una reflexión sobre el grave daño que se puede infligir a la institucionalidad legal del país. Todo, claro, con tal de evitar un nuevo y fatal bloqueo. Por otra parte, se corona las metas de coca cero en el Chapare y se abre una nueva etapa en la relación con Estados Unidos. Los recientes brotes de violencia en la zona y lo que pueden hacer los cocaleros allí, es parte de las grandes interrogantes para lo venidero.

 

Pero más allá de estos dos temas que fueron las mechas encendidas del polvorín pasado, las acciones violentas en El Alto con el tema de las tarifas de luz y agua, son ejemplos indicadores muy claros de un clima de descontento y descomposición social creciente. A la vez, la decisión del ejecutivo de ofrecer un aumento salarial que no es tal porque no logra siquiera cubrir la pérdida del poder adquisitivo de los sueldos, plantea el consabido conflicto con los trabajadores en las próximas semanas, con la diferencia de que el caldo de cultivo para la explosión es mucho mayor que en años anteriores.

 

En el ámbito empresarial el desaliento es total. Las reuniones de empresarios son un interminable lamento, el que más y el que menos está presionado por las deudas, sobre todo con compromisos ante la banca que apenas puede cumplir. La información de consumo de agua y energía eléctrica para la industria refiere caídas en algún caso de hasta el 50%, el sector inmobiliario esta virtualmente paralizado, nadie puede vender nada y los precios de los alquileres se han reducido a veces en más de la mitad de lo que se cobraba hace un par de años. El sistema financiero está agobiado por una mora creciente que no tiende a revertirse y es cada vez más insistente la preocupación por problemas en algunos bancos que podrían sacudir al conjunto al conjunto de las finanzas locales.

 

A pesar de los indicadores oficiales sobre el crecimiento de exportaciones y del PIB, ni el propio gobierno está convencido de que esos datos reflejen una inflexión en este proceso recesivo y de crisis que se inició en 1999 y se agudizó en el 2000. El ministro de Hacienda José Luis Lupo curándose en salud ante la experiencia del pasado, ha preferido anunciar que el 2001 será un año muy difícil, a la vez que insiste en que flexibilizar las imposiciones macroeconómicas del FMI no resolvería nada. Ni mayor déficit fiscal para poder expandir en algo el gasto, ni mayor inflación controlada le parecen soluciones. El ministro cree que la movilización de la economía no depende ya de un estado que no controla ni empleo ni producción.

 

Más allá del debate a propósito de los caprichos de Eliahu Kreis y de la evidencia de que este estado no ejerce influencia directa sobre el comportamiento económico, está claro que las medidas en torno al funcionamiento del sistema financiero, a la cuestión impositiva y sobre todo al clima general para la inversión, siguen en manos del gobierno. Da la impresión de que hoy por hoy uno de los nudos más críticos es el de la mora, la caída de los depósitos (por primera vez desde 1985), lo que hace muy frágil a este sector. El otro tiene que ver con una recesión global que provoca un crecimiento del desempleo y una situación crítica del sector industrial y de servicios.

 

Las empresas extranjeras que han invertido en Bolivia, por su parte, expresan su absoluto desconcierto ante una inseguridad jurídica crónica que se ha convertido además en realidad cotidiana. El caso de Aguas del Illimani y Electropaz en El Alto, plantea de nuevo la curiosa lógica gubernamental y de alguna superintendencia, que creen que los problemas sociales hay que resolverlos a cualquier costo, no importa si ese costo es transgredir sistemáticamente los contratos firmados con las empresas, para no mencionar la lógica del alcalde alteño que confunde responsabilidad de servidor público con demagogia populista de cara a las elecciones del 2002.

 

Este escenario, sin embargo, tiene un factor detonante fundamental, la absoluta falta de credibilidad del gobierno que es quizás el elemento clave para entender la desesperanza, la incertidumbre y el miedo de todos. Nadie le cree nada, sus idas y venidas, su absoluta incapacidad para imponer autoridad, para hacer respetar las normas, para garantizar el orden público, para aceptar la realidad y actuar ante ella, la ineficacia pavorosa de sus intentos de dar respuestas a la crisis, el estado de sitio frustrado, los motines policiales, el éxito de la mecánica de presión para ganar pliegos petitorios, la corrupción campeando sin freno, han erosionado de tal manera la base de sustentación de este régimen, que levita precariamente, pero que en cualquier momento se puede caer. La estabilidad de la economía (factor clave para la estabilidad general), lo sabemos, además de todo es una cuestión de confianza. La absoluta falta de confianza en un gobierno que navega al garete, que tiene el timón roto y el capitán sin idea alguna de qué hacer, nos ha colocado ante la terrible pregunta de si podremos resistir así hasta el 2002 sin naufragar todos irremediablemente.

 

 

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12-12-2000 La Paz, 12 de diciembre de 2000-La Prensa

Ya no callaremos más

Manfredo Kempff Suárez

 

Hemos mantenido un prudente silencio durante muchos meses, a veces interrumpido por algún comentario injusto contra el Presidente que nos obligó a reaccionar. Ante el riesgo de que se nos endilgara que somos intolerantes, que no permitimos que la prensa se exprese a sus anchas, que cualquiera puede decir lo que le dé la gana en un Estado de Derecho, preferimos callar.

 

Pero todo tiene su límite. Si algún periodista se siente con el derecho de decir lo que quiera contra el Gobierno, si oficia de portavoz de la oposición, si tiene en sus manos los medios de opinión para hacerlo, pues habrá que darle la cara y responderle. Habrá que recordar, además, a Carlos Mesa y al público lector, que tanta libertad de expresión tiene él como el Ministro de Información Gubernamental. Así que, por lo tanto, que no se diga que estamos coartando la libertad de expresión de nadie, menos la de Mesa, sino que yo, en mi carácter de Portavoz oficial, estoy haciendo uso de mis propios derechos constitucionales para responder a lo que considero injusto, tendencioso, partidista, provocador, y de una arrogancia inconcebible.

 

Llegamos de acompañar al presidente Banzer a Puerto Suárez, para encontrarnos con una nota excesiva de Carlos Mesa, publicada en La Prensa el domingo pasado. Justamente cuando se acuerda la construcción de una planta termoeléctrica -que se sumará a otras-, cuando el presidente brasileño Fernando Henrique Cardozo apoya la conclusión de la carretera Puerto Suárez-Santa Cruz, cuando apuesta a que Bolivia será la tierra de unión entre el Atlántico y el Pacífico, cuando anuncia la construcción de un segundo gasoducto, Carlos Mesa, totalmente infortunado -y furioso al parecer- escribe que no existe ninguna confianza en este Gobierno, que navega al garete, con el timón roto, su capitán sin ninguna idea de cómo guiar, y, según el dueño de PAT, la "terrible pregunta" latente de si podremos resistir así sin naufragar antes del 2002. ¿Se está sumando Mesa a las insinuaciones del MNR?

 

Pero las apreciaciones del director de PAT no quedan allí. Reitera Mesa que el gobierno ocultó la gravedad de la crisis y que pecó de optimista. La argumentación parte de un desordenado análisis de la situación económica y social y obviamente el gobierno del MNR está al margen del análisis, pese a que muchas decisiones que se adoptaron entre 1993 y 1997 son causa de los problemas que actualmente vive el país.

 

Es el caso, por ejemplo de los conflictos campesinos. ¿No fue el MNR quien impuso una Ley INRA cuyo texto fue "sorpresivamente" distinto al que se había consensuado con ese sector? Y de eso hay más. ¿Se consultó acaso a los usuarios de servicios públicos si estaban de acuerdo con el contenido de los contratos firmados con las empresas concesionarias? ¿Se informó a la población que la reforma de pensiones iba a generar un déficit fiscal anual de casi 350 millones de dólares? El impacto en el tiempo de éstas y otras medidas que sería largo reseñar es totalmente excluido del análisis que hace el señor Carlos Mesa, lo cual compromete su imparcialidad.

 

Sabemos que a Carlos Mesa no le gusta que nada se compare con los errores que en el pasado cometió el MNR. Es algo que lo indigna, pero que resulta inevitable cuando se trata de buscar verdades. A él no le agrada que uno recuerde las chambonadas del MNR, pero no hace otra cosa, en todo momento, que retrotraer su memoria hacia el gobierno de facto del general Banzer, para criticarlo. Diríamos que Mesa se solaza, mucho más que nosotros, con una permanente regresión al pasado, hurgando, husmeando y buscando culpas al Presidente, convocando a cuanto testigo, nativo o extranjero, pueda dar testimonio de las más insólitas morbosidades.

 

Pero lo que verdaderamente espanta es la facilidad con que el columnista plantea soluciones para enfrentar la crisis económica. Insinúa, por ejemplo, que para mejorar el incremento salarial del 2001, debería incrementarse el déficit fiscal y manejar una inflación "controlada". En realidad lo que está planteando es apelar a viejas recetas: elevar los salarios para subir la inflación y, en consecuencia, deteriorar más los ingresos de los sectores más pobres. Cualquier persona medianamente informada sabe que una inflación más alta se come rápidamente un incremento de los salarios.

 

Mesa sugiere, además, que el gobierno debería actuar en los campos financiero, impositivo y en el clima para generar inversiones. ¿Qué pretende con esto? ¿Condonar deudas? ¿Rebajar impuestos? Si el ejecutivo optara por una decisión de esa naturaleza se restringirían aún más los ingresos para el Estado y se limitaría la posibilidad de promover la inversión social. Es como una suerte de Robin Hood, pero al revés: quitar a los que menos tienen para dar a los que tienen más. No es extraño entonces que Mesa esté alarmado porque el gobierno quiere llegar a acuerdos con los campesinos "a cualquier costo".

 

Hay también un extraño desconocimiento de la realidad cuando el conductor de PAT señala que la inversión extranjera "expresa su absoluto desconcierto ante una inseguridad jurídica crónica". Es posible que, intencionalmente, el señor Mesa olvide que durante los últimos tres años la inversión extranjera alcanzó los niveles más altos que registra la historia del país.

 

A Carlos Mesa nadie puede negarle el derecho a expresar sus opiniones en la prensa y si alguien se lo negara no tiene por qué hacerle caso. Pero lo mínimo que se le puede exigir es equilibrio. Sin equilibrio no hay objetividad, sino un análisis sesgado y parcial, que es comprensible en el discurso de un partido de oposición, pero no en un periodista que construye su prestigio a partir de un intercambio diario con la gente. El autor es Ministro de Información Gubernamental

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12-13-2000 La Paz, 13 de diciembre de 2000-La Prensa

Columna vertebral

Más les valdría callar

Carlos D. Mesa Gisbert

 

No necesita el ministro Kempff recordarnos sus derechos constitucionales.

Quienes creemos de verdad en la democracia y no hemos transitado por los oscuros meandros de las dictaduras, conocemos y practicamos esos derechos. Por supuesto que puede opinar cuantas veces quiera y contestarme a mí y a la cantidad incontable de bolivianos que han criticado a esta gestión. Otra cosa es que en trance tan desairado como el que vive su gobierno le hubiese sido más prudente el silencio.

 

Como Manfredo Kempff tiene como primera obsesión de su vida un encono radical contra el MNR, dedica gran parte de su encolerizado artículo a ese partido. Apela también al fácil expediente de ligarme a la militancia movimientista. Ni es el primero ni será el último. Yo no tengo la culpa de que el MNR -en el que no milito- sea con ventaja el único de los grandes partidos de la segunda mitad del siglo XX, que llevó adelante cambios estructurales de fondo que modernizaron Bolivia. No tengo la culpa de que el gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada haya sentado las bases de un nuevo Estado continuando el proceso de estabilización económica de Paz Estenssoro (al que apoyó decisivamente Banzer, Manfredo, no lo olvido) y no tengo la culpa de la espantosa mediocridad del actual gobierno. Que le quede claro al Ministro que creo que el gobierno de Sánchez de Lozada fue serio y de trascendencia histórica.

 

No tenga duda tampoco -y lo he escrito- que esos logros a los que me refiero líneas arriba están salpicados de errores políticos y económicos y abusos contra los derechos humanos, tan condenables como los de cualquier dictadura. Para quien ha sido embajador de Luis García Meza, el gobierno más nefasto del siglo XX, hablar del pasado tiene -es comprensible- sus sombras y sus fantasmas. Pero el balance de los aportes a la historia de esas gestiones no lo he hecho yo -faltaría más- lo han hecho todos los historiadores serios del país y muchos fuera de él.

 

No sé si el Ministro de Información Gubernamental se ha dado cuenta de que fuera de palacio de gobierno existe un país, un país en crisis, desesperanzado y harto de este descalabro. No sé sí el ministro ha leído alguna vez los documentos de la Confederación de Empresarios que convierten mi columna en una hoja parroquial, no sé sí sabe lo que opinan los empresarios cruceños y los banqueros sobre este gobierno, no sé si supo de los conflictos del magisterio y de los pedidos desesperados de los trabajadores con relación al nivel de los salarios, no sé si se ha percatado de que en abril se incendió Cochabamba, no sé si se ha enterado de un estado de sitio que duró trece días y se levantó sin cumplir el objetivo públicamente expresado de mantener a Aguas del Tunari en Cochabamba, no sé si se ha enterado de un motín policial que alteró la Constitución y demostró la absoluta falta de autoridad del gobierno en su propio seno, no sé si estaba en Bolivia (parece que no) en septiembre y octubre cuando el eje troncal del país quedó paralizado por más de tres semanas, no sé si se ha enterado de que su gobierno cuenta una treintena de muertos y un centenar de heridos en su haber, producto de estos conflictos con francotiradores militares incluidos, no sé sí asistió alguna vez a esas reuniones en las que el gobierno firmó lo que a Felipe Quispe le dio la gana, afectando intereses de indígenas y empresarios del oriente en el tema de la tierra, no sé si tiene alguna idea de la absoluta falta de resultados de las medidas de reactivación económica que el Presidente presentó pomposamente en abril, no sé si les ha preguntado a los inversionistas de Aguas del Illimani o de Electropaz cuan felices están de la seguridad jurídica que vive el país, para no hablar de la corrupción que ha rondado más de una vez las puertas de palacio. Todas esas cosas y otras muchas más sucedieron, señor Ministro, durante la gestión 1997-2000 del presidente Hugo Banzer Suárez. ¿Dónde estaba el timón y dónde las ideas en todos estos tristes episodios, señor Kempff?

 

Como se puede comprobar muy fácilmente mi voz ni es injusta, ni tendenciosa, ni partidista, ni provocadora y menos arrogante. El gobierno se está acostumbrando a que cualquier voz disidente se tilda de arrogante y partidista. Le ruego más seriedad. O Carlos Calvo y los empresarios son movimientistas y arrogantes, o lo es la Conferencia Episcopal de Bolivia que ha emitido documentos de advertencia y reflexión sobre la grave situación que vivimos, o lo es Ana María Campero -a quien el gobierno vapulea cada vez que puede- cuando observa la situación de los derechos humanos y se preocupa por la falta de alternativas en el Chapare, o lo son los ejecutivos de Asoban cuando claman por una flexibilización de las reglas del sistema financiero, o lo son los trabajadores y los campesinos que protestan cotidianamente contra el gobierno.

 

Acabo de enterarme además que Keynes y su escuela son unos palurdos. Resulta que plantear una expansión racional del gasto en momentos de grave recesión es una irresponsabilidad. Eso es lo grave de confundir inflación controlada con hiperinflación y vivir bajo las exigencias de un funcionario del FMI. En lo de la rebaja de impuestos, le recuerdo que -para usar su palabra- la chambonada del ICE los obligó a rebajar impuestos. La forma de ampliar las recaudaciones, lo sabe muy bien, no es tocar los impuestos sino ampliar el universo tributario, para que los pocos de siempre no sean ahogados por esa presión y también -como de hecho se acabará haciendo- dando plazos razonables de pago por los montos devengados por tributación.

 

No voy a hacer un recuento de la cantidad de veces que he hecho referencias a la historia, a lo que en mi criterio fueron aciertos y errores de los últimos gobiernos. Sin ir lejos, mientras Kempff acompañaba al Presidente en un encuentro con el mandatario de Brasil, comenté muy elogiosamente el inicio de la termoeléctrica y la inversión en la carretera Santa Cruz-Puerto Suárez. El 5.11.00 hice en mi columna un elogio claro de la acción del gobierno en la erradicación de coca. No desconozco los logros de esta gestión traducidos en el proceso de institucionalización del sistema judicial, reforma de la Aduana, diálogo nacional y continuidad en nuestro fortalecimiento energético. Pero esos esfuerzos se hunden lamentablemente por la absoluta falta de consistencia en temas como los que he detallado, que ponen en serio riesgo la estabilidad global del país. Y no sea miope. Mi posición sobre la permanencia del Presidente está claramente expresada en mi columna del 24.09.00.

 

Pero lo que más me preocupa, Manfredo, es la enajenación de su gobierno, que a pesar de todas las señales y todos los problemas que afrontamos, sigue insistiendo (¿Y creyendo?) en que no hay nada grave de que preocuparse y afirmando que lo está haciendo muy bien. Ojalá tengan la grandeza de espíritu suficiente como para dar un giro de 180 grados, no para salvarse ustedes, sino para salvarnos todos. (c)2000 LA PRENSA EDITORES ASOCIADOS

 

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12-14-2000 La Paz, 14 de diciembre, La Prensa

La memoria selectiva de Carlos Mesa

Manfredo Kempff Suárez

A los jóvenes que en la década de los setenta se adscribieron a movimientos de izquierda y que inclusive integraron grupos irregulares y violentos, la figura del general Banzer les resulta imperdonable. Entonces, la mayoría de ellos estaba muy lejos de la democracia y muy cerca de las dictaduras populares. De hecho, todos se convirtieron en acérrimos defensores del débil gobierno de facto encabezado por el general Juan José Torres, simplemente porque bajo el paraguas de una administración acorralada podían construir una asamblea popular que, con seguridad, hubiera llevado al país hacia el abismo.

 

Pero las cosas cambiaron en agosto de 1971, cuando un movimiento cívico militar conformado por las Fuerzas Armadas, el MNR de Víctor Paz y Falange Socialista Boliviana, asumieron la conducción del país. Esa revolución fue obviamente estigmatizada por los perdedores. Por primera vez se habló de violaciones a los derechos humanos, campos de concentración, exilios y torturas. Los jóvenes de esa época hicieron carne del odio contra el general Banzer.

 

Y se dio un fenómeno curioso. Los defensores de modelos totalitarios y dictatoriales al estilo de la Unión Soviética, Corea del Norte y Cuba, repentinamente levantaron los pendones de la democracia y se convirtieron en fanáticos demandantes de los regímenes de derecho. A ese espíritu democrático hace alarde Carlos Mesa en su artículo de ayer, donde se felicita de no haber transitado nunca por los "oscuros meandros de la dictadura", dejando a la vista que yo sí los transité.

 

Por supuesto que en un intercambio de notas como éste, Carlos Mesa, a quien le he dicho -y lo reafirmo- que es un movimientista solapado, pero que ya no puede disimularlo, no podía dejar de mencionar, como la acusación más grave en mi contra, que hubiera sido embajador durante el gobierno de Luis García Mesa. Pues bien, eso es cierto y no lo niego ni lo he negado. Fui embajador entonces como lo fueron muchos de mis colegas y no se debió a un compromiso de carácter político, sino al hecho de que mi generación entró al Servicio Exterior después de 1964, es decir con los gobiernos militares, y desde entonces hasta 1982, no hubo otras formas de gobierno en el país, con excepción de la breve administración del Dr. Luis Adolfo Siles y de los llamados gobiernos constitucionales interinos que no duraron nada. Que recuerde, ningún funcionario de la Cancillería renunció a sus funciones en la época de García Mesa. Lo que sí sucedió es que, restaurada la democracia, una jauría de udepistas arrasó con muchos de los que tuvieron la ingenuidad de creer que el nuevo régimen les iba a garantizar su trabajo.

 

Pero ése, en sentido estricto no es el tema que nos ocupa. Lo preocupante es que Carlos Mesa, periodista moderno, que podría aportar a la reconciliación nacional, no hace otra cosa que fomentar una insidiosa inquina en contra del presidente Banzer, siempre remontándose a los años de su gobierno de facto. Obviamente y fruto de una extraña memoria selectiva, no hace el mismo ejercicio con las atrocidades que cometieron los sucesivos gobiernos del MNR. Dice Mesa, que tengo un encono radical contra el MNR que llega a ser obsesivo. No es verdad. Tengo amigos en el MNR y reconozco en muchos verdaderas virtudes. Lo que sí es cierto y parece que a Carlos no le han contado es que el MNR fue extremadamente duro con sus adversarios y que encarceló, torturó, flageló y asesinó. Mi padre fue uno de los miles de bolivianos que salió al destierro durante esas terribles épocas y yo, por supuesto, me fui con él. Claro que, entonces, no existían, como hoy, derechos humanos, Defensor del Pueblo, ni apoyo a los refugiados. Se trabajaba para comer o no se comía.

 

Espero haber contribuido hasta aquí para que Carlos Mesa amplíe el universo de su memoria, pero lo importante es discutir sobre el presente. A propósito de ello, en su artículo de la víspera, como siempre, hace una relación poco equilibrada de lo ocurrido en los últimos meses en el país, que demanda una respuesta clara.

 

No sé si el señor Mesa se ha percatado, pero los hechos de abril en Cochabamba tienen su origen en el problema del agua, que se arrastra desde hace varios años y que fue completamente olvidado por el gobierno de Sánchez de Lozada. No sé si él es consciente de que los bloqueos del eje troncal fueron la respuesta violenta y perjudicial del narcotráfico por el éxito de la erradicación de cocales excedentarios, una tarea fundamental que el anterior gobierno dejó pendiente. Con la falta de ecuanimidad que lo caracteriza, olvida también a los militares y policías asesinados en el Chapare a lo largo de muchos años. Tal vez él habría preferido que, en lugar de firmar un convenio con los campesinos encabezados por Felipe Quispe, el gobierno hubiera aplicado la mano dura, como lo hizo su admirado Gonzalo Sánchez de Lozada en Amayapampa y Capasirca.

 

Quiero decirle, además, que si Keynes viviera se sentiría palurdo, pero no por la validez de sus teorías, sino por la dificultad que tienen algunos para entenderlas. Afirmar que Keynes sugería incrementar el gasto para aumentar la inflación "controlada" es una equivocación mayúscula. Por lo que sé, dicho autor afirmaba que en determinadas circunstancias un incremento del gasto podía aumentar el consumo y, de esa manera, los niveles de empleo. Si el incremento del gasto se transforma en precios más altos, o sea inflación, no se genera mayor actividad y mucho menos empleo.

 

Lo que realmente sucede cuando existe inflación es que los asalariados transfieren sus recursos a los empresarios. Lo más apropiado sería decir que se trata de una redistribución de ingresos en contra de los más pobres. En consecuencia, las recetas económicas de Mesa buscan beneficios para los ricos, algo que seguramente Keynes no hubiera compartido.

 

Para finalizar, no quiero dejar de reiterar que su iracundia contra el Presidente Banzer no le está haciendo bien ni al conductor de PAT ni al país, y que si su odio responde al gobierno de facto de 1971, considere cuan despiadadas fueron las épocas movimientistas, aquéllas en las que en nombre del pueblo se establecieron el Control Político y campos de concentración, donde miles de bolivianos sufrieron el rigor de las torturas y luego un interminable exilio.

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12-15-2000 Diario La Prensa

 

La autoridad moral inexistente del Ministro Kempff

Carlos D. Mesa Gisbert

 

En su afán de defender lo indefendible, Manfredo Kempff falta sistemáticamente a la verdad cuando menciona mi supuesta memoria selectiva. Opinar está bien, mentir no está bien Ministro. A lo largo de todo mi trabajo escrito y en televisión he mencionado expresamente las sistemáticas violaciones a los derechos humanos de los gobiernos del MNR, particularmente en el período 1952–1956 (cuyo mayor baldón fueron los campos de concentración), igualmente he condenado sin matices lo ocurrido en Amayapampa y Capacirca (Columna Vertebral, 22.12.96), esas citas y juicios de valor de mi parte —no uno, sino muchos— están escritos en mis artículos, en mi libro de historia y dichos en varios documentales de la serie “Detrás de las Noticias”. Así que no le admito a Kempff que para justificar su deleznable posición mienta sin reparos.

 

Debo decirle por otra parte, que no tengo ninguna razón personal para odiar a Hugo Banzer Suárez. Ni estuve detenido, ni me torturaron, ni me exiliaron, ni asesinaron o desaparecieron a ninguno de mis familiares, como sí les ocurrió a muchos bolivianos en ese período. No odio a Hugo Banzer Suárez, simplemente tomo la posición que cualquier ciudadano tiene derecho a tomar en democracia sobre el pasado y el presente de su país, con la autoridad moral de quien ha respetado siempre los derechos de los demás y ha tenido un comportamiento democrático militante (aún en los períodos eufóricos de la utopía marxista de los sesenta y primeros setenta a la que nunca me adscribí, para su información). Pero a pesar de mi posición crítica, si el señor Kempff se molestara en leer las páginas que le dedico a los dos gobiernos del presidente Banzer en mi libro Historia de Bolivia, descubriría la ecuanimidad que su ciega militancia y su habitual lógica le impiden

 tener y aceptar. Y ya está de buen tamaño que aceptemos que alguien que fue embajador del gobierno de Luis García Meza y que para justificarlo se excusa con el argumento de que otros muchos lo fueron también, se llena la boca hablando de la violación a los derechos humanos que hicieron otros gobiernos. Un hombre que ha sido representante personal del Presidente de

 un gobierno que asesinó a Marcelo Quiroga Santa Cruz y otros dos dirigentes en la COB el 17 de julio, que masacró a ocho dirigentes del MIR, que detuvo y exilo a centenares de compatriotas, intervino las minas violentamente, asesino, hirió, apresó y flageló a centenares de mineros (primeros días de agosto de 1980), que impuso una cadena radial,

 silenció e intervino violentamente varios medios de comunicación, estableció un salvaje toque de queda y asesinó en la calle a tres ciudadanos que no lo acataron, simplemente no tiene autoridad moral alguna para hablar de violaciones de derechos humanos de nadie.

 

 Ya es tiempo de que las personas terminen con el cinismo y el desparpajo. La autoridad moral que Usted en este tema no tiene, es algo fundamental Manfredo. En este tema también, más le hubiese valido quedarse callado.

 En cuanto al presente, no hace otra cosa que reafirmar la incapacidad del gobierno. No sé si el Ministro sabe que la tarea que tiene es gobernar, no endilgarle responsabilidades a sus antecesores. No se trata de explicar por qué hubo guerra del agua y bloqueos campesinos y cocaleros, se trata de resolver esos problemas, ésa es su obligación y el gobierno no resolvió nada, se rindió sistemáticamente. No le digo yo, lo dicen empresarios, trabajadores

 y partidos de oposición al unísono.

 

 No olvido a los militares muertos. Ésta, Manfredo, no es una competencia para demostrar quien tiene más muertos sobre la espalda, no es muertos de Amayapampa contra muertos en Achacachi o Chapare. Son seres humanos, no cifras, y este gobierno tiene responsabilidad directa sobre varios, entre los que no están los policías y militares asesinados, por eso no los cité.

 Es exacto aquello de Keynes y la expansión del gasto para incrementar el empleo, lo que no sé si sabe, es que ese ejercicio inevitablemente aumenta la inflación, pero —obviamente— no es lo mismo subir la inflación de 3% a 7%, que subirla a 30% o 50%. No haga juegos de palabras y

argumentaciones vinculadas a la hiperinflación que nada tiene que ver aquí. Es obvio que una inflación alta destruye al salario. En su respuesta selectiva

 olvida Usted además mencionar el tema de la ampliación del universo tributario y la obligación no cumplida por el gobierno de mejorar drásticamente sus ingresos.

 Deje su iracundia y exija a sus subordinados mejores resúmenes de lo que digo, he elogiado muchas veces a Banzer, ayer y anteayer sin ir lejos y muchísimas veces a lo largo de varios años, por obras de su primer gobierno, por su trayectoria para construir la democracia y por algunos logros importantes de esta gestión, así que no se gaste en lo de la inquina. La primera premisa para cualquier discusión, Manfredo, es decir la verdad.

 

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La Paz - Bolivia, edición del 17-12-2000

La importancia de la ecuanimidad periodística

Manfredo Kempff Suárez

No sé si el público lector de La Prensa se está aburriendo con estas diarias notas -y las diatribas de Carlos Mesa- o si en algún momento el director del periódico se cansará y pondrá fin a la polémica. Seguro que tendríamos que buscar otro diario tolerante para seguirnos sacando la injundia con Mesa porque esto no es cosa de dejarlo así.

 

Reconozco que he cometido un gran error al haberle dicho a Carlos Mesa que es poco ecuánime, odiador y un movimientista solapado. Pero no porque no lo sea. Mi error ha sido causar la molestia de una de las "vacas sagradas" que existen en el país. El "divo" está sólo acostumbrado a escuchar aplausos y alabanzas, a solazarse con el adulo o por el temor reverencial. Que alguien le diga sus verdades lo ha sacado de quicio, casi hasta perder la chaveta. A Carlos Mesa hay que escucharlo y punto. No se le debe rebatir nada, porque nada de lo que piensa o dice es rebatible. ¡En la buena estamos!

 

Como a mí no me interesan los "divos" ni las "vacas sagradas", ni le temo al verbo iracundo y amenazante del dueño de PAT, no tengo reparo en decirle lo que le he dicho. Aunque Mesa, astutamente, ha desviado la polémica hacia el terreno que le conviene acusándome, casi, de haber sido un paramilitar de García Mesa y, por tanto, corresponsable de una cantidad de fechorías que las recapitula para minimizar las que hizo el MNR, que no fueron menores.

 

Pero yo no voy a caer en la trampa de este experto sofista y vuelvo al tema con que se inició este enfrentamiento, y es el de la información sesgada que Mesa ofrece al público. Información chueca, nada más que por un odio visceral hacia el Presidente, que ahora, menos mal, Mesa dice no tenerlo, porque nunca él estuvo preso, ni perseguido, ni sufrió la pérdida de ningún familiar durante el gobierno del general Banzer.

El meollo del asunto está en que un comunicador como Mesa, que tiene un contacto diario con la opinión pública, no debiera deformar la información por razones que sólo son propias. Si lo que transmite a través de su canal está preñado de resentimiento, no le hace ningún bien al periodismo ni se lo está haciendo a él mismo. Si es cierto que tiene sus adoradores, también hay otro público -la mayoría- que quiere escuchar lo objetivo, es decir la verdadera noticia. Y eso no es lo que habitualmente vemos ni oímos en PAT.

 

Este Ministro de Información, que ha resultado molesto para Mesa y para algunos otros, dejará de aparecer en las pantallas de la televisión, en las páginas de la prensa y en las emisoras, porque ocupa un cargo pasajero y nada más. Pero un comunicador profesional como Carlos Mesa, a quien vemos desde hace años y a quien seguramente seguiremos viendo por muchos años más, tiene un compromiso moral con la sociedad que es inexcusable. Entonces no se puede opinar lo que le viene en gana porque el canal es propio, sino que tiene que ser ecuánime porque el destino de la información es el pueblo y no unos cuantos amigos que lo aplauden.

 

Es un asunto de moral, señor Mesa. A usted que le gusta hablar de "autoridad moral" y que pone en duda la mía, no descuide la suya. Porque es inmoral a todas luces utilizar un medio informativo para tergiversar la verdad. Es poco ético vender productos falsificados a la gente que confía en uno. La moral no está para predicarla sino para ejercerla y es entonces, cuando se la practica, cuando se ve a los hombres de bien. Y conste que Carlos Mesa ha sido el que ha mencionado el peliagudo tema de la "autoridad moral", yo no. Pienso que en estos terrenos pantanosos es mucho mejor andar con tiento y prudencia, sin provocar. Ahí dejo el tema.

 

Pero, en fin, algunas cosas he sacado en limpio en todo este ingrato y aburrido intercambio epistolar. Lo más importante es la declaración pública de Carlos de que no odia al general Banzer. Que no tiene ninguna razón personal para hacerlo. Enhorabuena, aunque seguramente algunos de sus adoradores se van a sentir defraudados de una declaración de ese tipo que compromete, naturalmente, a ser más tolerante y más justo con quien no se odia.

Quiero decirle, finalmente, que si reserva para sí el derecho a criticar a todos, sin tolerar la crítica, más le valdría callar.

 

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12-18-2000 La Paz, 18 de diciembre 2000- La Prensa

La autoridad moral inexistente del Ministro Kempff

Carlos D. Mesa Gisbert

 

En su afán de defender lo indefendible, Manfredo Kempff falta sistemáticamente a la verdad cuando menciona mi supuesta memoria selectiva. Opinar está bien, mentir no está bien Ministro. A lo largo de todo mi trabajo escrito y en televisión he mencionado expresamente las sistemáticas violaciones a los derechos humanos de los gobiernos del MNR, particularmente en el período 1952-1956 (cuyo mayor baldón fueron los campos de concentración), igualmente he condenado sin matices lo ocurrido en Amayapampa y Capacirca (Columna Vertebral, 22.12.96), esas citas y juicios de valor de mi parte -no uno, sino muchos- están escritos en mis artículos, en mi libro de historia y dichos en varios documentales de la serie "Detrás de las Noticias". Así que no le admito a Kempff que para justificar su deleznable posición mienta sin reparos.

 

 Debo decirle por otra parte, que no tengo ninguna razón personal para odiar a Hugo Banzer Suárez. Ni estuve detenido, ni me torturaron, ni me exiliaron, ni asesinaron o desaparecieron a ninguno de mis familiares, como sí les ocurrió a muchos bolivianos en ese período. No odio a Hugo Banzer Suárez, simplemente tomo la posición que cualquier ciudadano tiene derecho a tomar en democracia sobre el pasado y el presente de su país, con la autoridad moral de quien ha respetado siempre los derechos de los demás y ha tenido un comportamiento democrático militante (aún en los períodos eufóricos de la utopía marxista de los sesenta y primeros setenta a la que nunca me adscribí, para su información). Pero a pesar de mi posición crítica, si el señor Kempff se molestara en leer

 las páginas que le dedico a los dos gobiernos del presidente Banzer en mi libro Historia de Bolivia, descubriría la ecuanimidad que su ciega militancia y su habitual lógica le impiden tener y aceptar.

 

 Y ya está de buen tamaño que aceptemos que alguien que fue embajador del gobierno de Luis García Meza y que para justificarlo se excusa con el argumento de que otros muchos lo fueron también, se llena la boca hablando de la violación a los derechos humanos que hicieron otros gobiernos. Un hombre que ha sido representante personal del Presidente de un gobierno que asesinó a Marcelo Quiroga Santa Cruz y otros dos dirigentes en la COB el 17 de julio, que masacró a ocho dirigentes del MIR, que detuvo y exilo a centenares de compatriotas, intervino las minas violentamente, asesino, hirió, apresó y flageló a centenares de mineros (primeros días de agosto de 1980), que impuso una cadena radial, silenció e intervino violentamente varios medios de comunicación, estableció un salvaje toque de queda y asesinó en la calle a tres ciudadanos que no lo acataron, simplemente no tiene autoridad moral alguna para hablar de violaciones de derechos humanos de nadie.

 Ya es tiempo de que las personas terminen con el cinismo y el desparpajo. La autoridad moral que Usted en este tema no tiene, es algo fundamental Manfredo. En este tema también, más le hubiese valido quedarse callado.

 

 En cuanto al presente, no hace otra cosa que reafirmar la incapacidad del gobierno. No sé si el Ministro sabe que la tarea que tiene es gobernar, no endilgarle responsabilidades a sus antecesores. No se trata de explicar por qué hubo guerra del agua y bloqueos campesinos

 y cocaleros, se trata de resolver esos problemas, ésa es su obligación y el gobierno no resolvió nada, se rindió sistemáticamente. No le digo yo, lo dicen empresarios, trabajadores y partidos de oposición al unísono.

 

 No olvido a los militares muertos. Ésta, Manfredo, no es una competencia para demostrar quien tiene más muertos sobre la espalda, no es muertos de Amayapampa contra muertos en Achacachi o Chapare. Son seres humanos, no cifras, y este gobierno tiene responsabilidad directa sobre varios, entre los que no están los policías y militares asesinados, por eso no los cité.

 

 Es exacto aquello de Keynes y la expansión del gasto para incrementar el empleo, lo que no sé si sabe, es que ese ejercicio inevitablemente aumenta la inflación, pero -obviamente- no es lo mismo subir la inflación de 3% a 7%, que subirla a 30% o 50%. No haga juegos de palabras y argumentaciones vinculadas a la hiperinflación que nada tiene que ver aquí. Es obvio que una inflación alta destruye al salario. En su respuesta selectiva olvida Usted además mencionar el tema de la ampliación del universo tributario y la obligación no cumplida por el gobierno de mejorar drásticamente sus ingresos.

 

 Deje su iracundia y exija a sus subordinados mejores resúmenes de lo que digo, he elogiado muchas veces a Banzer, ayer y anteayer sin ir lejos y muchísimas veces a lo largo de varios años, por obras de su primer gobierno, por su trayectoria para construir la democracia y por algunos logros importantes de esta gestión, así que no se gaste en lo de la inquina. La primera premisa para cualquier discusión, Manfredo, es decir la verdad.

 

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12-20-2000 La Paz,  20 de diciembre 2000

Un Ministro cuesta abajo...

Carlos D. Mesa Gisbert

 

 El público probablemente está ya aburrido de ésta polémica, pero creo que muy especialmente por el tono y la lamentable falta de argumentos del ministro Kempff.

 El error del Ministro no ha sido sacar de quicio a ninguna "vaca sagrada", ha sido salir él de quicio a partir de sus fantasmas personales y de su flagrante faltamiento a la verdad, al hacer referencia a mi supuesta memoria selectiva, afirmación que cae por absoluta falta de sustento como quedó claramente demostrado en mi nota La autoridad moral inexistente del ministro Kempff (15.12.00). Ante sus carencias, Manfredo sale por la tangente con referencias personales e insiste con una sangre fría impresionante en justificar su malhadado paso por el garciamezismo. Le recuerdo al ministro que el tema sobre el pasado lo puso él en el tapete, presumiendo quizás que todos hemos perdido la memoria y llenándose la boca con acusaciones éticas a un determinado período de nuestra historia, cuando es obvio que tiene la voz embargada para hablar de esos temas, al haber sido conspicuo representante personal del Gral. Luis García Meza Tejada. Lo triste es que en un país acostumbrado a la falta de ética como norma del quehacer político, Manfredo hace lo que la mayoría de los políticos, exhibir un cuero de anta, aunque esto implique hablar desde el atril de su paso por la peor dictadura del siglo para criticar la dictadura de partido

 de los movimientistas. Es el típico "todo vale" del cinismo en el que milita junto a otros centenares de colegas de actividad.

 

 El ministro de Información no "resulta molesto para Mesa y para algunos otros", su tarea no es lo suficientemente relevante como para resultar molesta. Parece olvidar (no será la primera cosa que olvida) sus afirmaciones de hace algunos años publicadas en el periódico

 Ultima Hora en las que decía que el Ministerio de Informaciones era innecesario, pero como el hombre es tan coherente, acepta por segunda vez el cargo sin ruborizarse, en la primera -por otra parte- su paso fue tan exitoso que con su salida se suprimió el ministerio (3 de

 julio de 1990). Ahora, ya lo vemos, fuera de sí porque intenta sin éxito tapar el sol con un dedo, se las toma conmigo como se las podía haber tomado con las legiones de críticos a su gobierno...

 

 En cuanto a la autoridad moral que, como vimos sobradamente, Usted no tiene, gracias a Dios mi vigencia y mi autoridad moral no dependen de las frases deshilvanadas de un ministro que respira por varias heridas. Sobre los otros temas a los que se refiere, permítame ayudarlo cubriéndolos con un velo piadoso ya que ha preferido perder la

 brillante oportunidad de quedarse callado.

 

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12-22-2000 La Paz, 22 de diciembre de 2000 - La Prensa

La moral política como la entiende Carlos Mesa

Manfredo Kempff Suárez

 

La petulancia de Carlos Mesa llega al extremo tal de afirmar que esta polémica es aburrida sólo por mi falta de argumentos, pero, seguramente, no por sus originales y agudas elucubraciones. Sigo creyendo que estamos haciendo entrar en sopor al público, y aunque

 a Carlos Mesa le estén diciendo algunos de sus colegas que está brillante, voy a lamentar tener que dejarlo solo, peleando contra su sombra.

 

 Con una marrullería digna de sus largos años de comunicador, Mesa ha dado vuelta la tortilla, evitando hablar de su labor informativa de movimientista solapado y de portavoz oficioso del MNR, e insistiendo en valores morales de los que yo carecería y de los que, más bien, debería cuidarse él. Su tesis, en suma, es que como fui embajador en la época

 de García Mesa debería estar con la voz embargada.

 

 Vuelve, Carlos Mesa, a su memoria selectiva, que mereció de una nota mía hace una semana. Esa memoria donde, de manera totalmente parcial, corta de un tajo lo que le sirve para sus atolondradas ideas, de lo que no. Es así que a mí me censura por haber sido representante diplomático de Bolivia en 1980 -gobierno de García Mesa- y, sin embargo, no piensa lo mismo, por ejemplo de dos de sus más admirados paradigmas: Víctor Paz Estenssoro y Marcelo Quiroga Santa Cruz. Estas dos personalidades, ciertamente, no fueron embajadores de ningún gobierno de facto, sino algo peor: conspiraron con los militares para derrumbar regímenes constitucionales. ¿También tendrán embargadas sus voces por una inhabilitación moral?

 

 Marcelo Quiroga, para quienes ya lo olvidaron, fue la cabeza civil más visible del cuartelazo que derrocó al Gobierno Constitucional del Dr. Luis Adolfo Siles Salinas, que significó nada menos que 18 años de gobiernos castrenses a partir de entonces. Y Marcelo Quiroga

 Santa Cruz -no te olvides Carlos- participó en las decisiones gubernamentales y no sólo estuvo sentado en una poltrona en el exterior. Pues bien, durante el gobierno de Ovando no sólo que se exterminó a la guerrilla de los muchachos idealistas de Teoponte, que al parecer fueron sacrificados despiadadamente pudiéndoselo haber evitado, sino que se cometieron asesinatos brutales, nunca vistos hasta entonces en Bolivia, como el de los periodistas Alfredo Alexander, su esposa, y del señor Otero Calderón, además de otros.

 Carlos Mesa debería recordar muy bien que durante ese régimen asesinaron a sus colegas de la prensa. Y los periodistas actuales deberían recordarlo también. ¿Acaso eso no sería suficiente "curriculum" para que Marcelo Quiroga hubiera quedado sin "autoridad moral" don Carlos? ¿Y ahora no es Marcelo Quiroga paladín de la democracia sin haber participado jamás de un gobierno democrático? ¡Sólo en Bolivia suceden estas cosas!

 

 ¿Y qué decimos del Dr. Paz? ¿Qué sabe don Carlos Mesa de los trajines conspirativos del Dr. Paz? Y no hablamos desde luego de los años jóvenes de Paz Estenssoro, cuando él defendía con ahínco lo que había ganado en unas elecciones. Hablamos de noviembre de 1979. ¿Quedó inhabilitado moralmente el Dr. Paz por haber participado en la conspiración que derribó al presidente Guevara? Porque no me digan que Carlos Mesa, que es historiador, no sabe al dedillo lo que pasó. Y si no lo sabe, sólo tiene que preguntarle a don Guillermo Bedregal, o a don Edil Sandóval Morón, para que haga una sola visita a la Cámara

 de Diputados y se entere de todo.

 

 Ese gobierno al que ayudó a encumbrar don Víctor Paz, liquidó en un par de semanas más de medio millar de personas. ¡Y no es cosa de que nos carguemos muertos encima, Carlos!

 Pero si vamos a hablar de que se echen culpas morales a los bolivianos que participaron en golpes, cuartelazos y revueltas, francamente, Carlos Mesa anda perdido o le falla la memoria. Le pongo nada más que los dos ejemplos anteriores. Sé, desde luego, que él no ha conspirado nunca contra la democracia y de eso no dudo. Puede estar seguro mi

 detractor que yo tampoco he sido un conspirador.

 

 Y vuelvo ahora a mi nota anterior sobre la ecuanimidad periodística. Carlos Mesa tiene que ser más ecuánime y menos sordo en lo que no le conviene. Tiene un deber para con la sociedad que debería impedirle emitir criterios ligeros como los que nos han llevado a esta polémica. Debe despojarse ante el público de su color rosado. Ya se lo hemos dicho: un comunicador al que se lo ve diariamente tiene un compromiso moral que es inexcusable y no puede guiarse por sus hormonas, por su prepotencia, por un engreimiento que es fácil alcanzar en un medio tan mediocre como el nuestro.

 

 Como dije inicialmente, después de diez días de tiros a bocajarro con Mesa, llego al final y, como un caballero, le dejo la última andanada al dueño de P.A.T.

 

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12-24-00 La Paz, 24 de diciembre 2000

Las palomas disparando contra las escopetas

Carlos Mesa Gisbert

 

La majadería de Manfredo Kempff ha superado todas las previsiones posibles. Quizás sea oportuno recordarle al ministro que la diferencia fundamental entre él y yo en el tema de derechos humanos, es que él ha sido parte activa del gobierno dictatorial de García Meza y es apasionado militante y portavoz oficial del Gral. Hugo Banzer Suárez. Yo, querido ministro, ni he sido ni soy militante de partido alguno y no he ocupado nunca cargo político en ningún gobierno. Esa elemental diferencia, por si no se ha enterado todavía, me da autoridad moral a mi y a todos quienes están en mi situación, y esa elemental razón le quita autoridad moral a Usted y le deja embargada la voz en estos temas de manera absoluta. ¿Lo entiende ahora?

 

Es bueno que entienda también que yo puedo opinar libremente de quien me parezca, admirar o no a cualquier figura política, situación que no me compromete ni en alabar ni en defender a nadie. En consecuencia ministro, yo no tengo porque responder ni por Paz Estenssoro, ni por Unzaga de la Vega, ni por Sánchez de Lozada, ni por Paz Zamora, ni por Quiroga Santa Cruz. ¡Faltaría más!. Yo, para su buen gobierno, respondo exclusivamente por mi. Tenga el valor civil de responder por Usted y sus actos como político, sin estos tristes golpes bajos que intenta dar sin ton ni son a falta de argumentos. Las voces embargadas son problema de los embargados morales en temas de derechos humanos como Usted, y otros muchos aún sobrevivientes de los gobiernos de la oligarquía, de los del MNR y de las dictaduras militares de las que fue aplicado militante y es tan conspicuo defensor.

 

Pero lo que suena insólito (si a estas alturas hay algo insólito en sus insólitas notas) es que el embajador de la dictadura que asesinó, vejo y desapareció del modo más inhumano el cadáver de Marcelo Quiroga Santa Cruz, se permita las acusaciones que se permite en torno al líder socialista en una vergonzosa pretensión de comparar a uno de los símbolos de la lucha popular boliviana. Es un insulto no sólo a la memoria de Marcelo, sino a la inteligencia de los bolivianos.

 

Su retahíla en torno a Paz Estenssoro además de aburrida reitera la falacia básica de su argumento en torno a mi memoria. Si no le da la gana de leer las abundantes menciones que he escrito sobre las violaciones a los derechos humanos que hicieron los movimientistas, es porque carece de la mínima transparencia a la hora de encarar un debate con buenas armas y no con cartas marcadas como ha acostumbrado en esta polémica.

 

Usted apañó desde su embajada los excesos del garcíamezismo, de los que era co-responsable -digámoslo de una buena vez- el Gral. Hugo Banzer Suárez, socio documentado de la dictadura entre julio de 1980 y abril de 1981, de la que hoy pretende alejarse. Usted es militante furioso y estrecho colaborador de un exdictador en cuyo gobierno se asesinó, torturó, desapareció y detuvo a tantos bolivianos. Con esos antecedentes, se permite con todo desparpajo encararme por crímenes cometidos por terceros con los que jamás tuve relación política, de trabajo, de militancia o de participación gubernamental alguna. ¿No le parece demasiado descaro aun para un político con piel tan curtida? Yo tengo señor Kempff la frente alta porque jamás participé de dictadura alguna, ni de algarada radical alguna, ni de dictadura de partido de ninguna clase. Así que de una buena vez, hágame el favor de tener un mínimo respeto por la verdad, un mínimo de pudor para callarse cuando ha estado mezclado de manera militante y activa con personajes del calibre de los que hablamos. A mi hágame el reclamo cuando tenga alguna responsabilidad en alguna acción de violación a los derechos humanos de modo directo, o por ser parte de un gobierno que haya cometido excesos.

 

Su lamentable confusión en torno a la "ecuanimidad" parece hacerle olvidar que la libertad de opinión es parte de la democracia y está reconocida por nuestra Constitución. Opinar quiere decir emitir juicios de valor, no quiere decir ser periodísticamente eunucos. Esa argumentación tan típica de las dictaduras de que el único periodismo posible es el que informa y el que informa preferentemente lo que a la dictadura le gusta, no va más. Sus baladronadas en torno a mi color político contrastan con todas las encuestas que Usted conoce mejor que yo y que avalan el nivel más alto de credibilidad del medio que hemos construido en más de una década de trabajo serio y profesional. No va a ser un ministro nacido en las ideas más retrogradas de la dictadura, quien va a darme lecciones a propósito de ecuanimidad periodística y de colores políticos. El drama que ha vivido y vive hasta hoy Manfredo Kempff, es precisamente el de la mezcla de ideas con hormonas, que funciona muy bien en la literatura de la que es un destacado y respetado exponente local (o será que esto se debe -como Usted dice- a que "eso es fácil de alcanzar en un medio tan mediocre como el nuestro").

 

En un país en el que los actores de las peores dictaduras de nuestra historia se permiten dar clases de ética y se permiten apuntar el dedo acusador contra otros, es que se ha perdido todo norte y toda referencia moral. Por eso es tan peligroso cruzar ríos de sangre, sin que el cuerpo totalmente manchado produzca rubor alguno. Estas son las facturas que nos toca pagar cotidianamente a todos. En este país al revés donde los ladrones acusan a quienes han trabajado toda su vida honestamente y los llevan a los tribunales, en este país en el que quienes pisotearon sistemáticamente la democracia medran de ella sin pudor ni límite, nada tiene que extrañarnos. Es la lógica del ministro de Infomación Gubernamental, quien acusa a las palomas de disparar contra las escopetas. Dios nos ampare.