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Martes, 27 de enero de 1998

¡No se ponga rojo señor presidente!

Por Hernán Maldonado
Especial para la Agencia de Noticias Fides


Miami - El presidente Bill Clinton (con el rostro rojo, no se sabe si de rabia o bochorno) negó categóricamente esta semana cualquier relación sexual con Mónica Lewinski y si ha mentido bien podría estar despidiéndose del cargo. Y no por mentiroso, sino por obstrucción a la justicia.

Carlos Andrés Pérez (segundo de la izq.) acompañado por Octavio Lepage (centro de espaldas), conversa con los corresponsales, José Antonio Puertas (Agence France Presse), Raúl Villaverde (Inter Press Service), Carlos Mata (Associated Press), Kim Fuad (United Press International), Servando García Ponce (TASS) y Hernán Maldonado (EFE).

El presidente del país más poderoso del mundo, el hombre capaz de ordenar un ataque nuclear para borrar del mapa a cualquier enemigo sobre la faz de la Tierra, no tiene el poder de escabullirse a la justicia, de eludir al poder legislativo ni de escapar al dedo acusador de la prensa.

En las investigaciones que se llevan a cabo, acaba de comprobarse otra vez que el presidente de Estados Unidos simplemente es un mortal más entre los 275 millones de habitantes, con todos sus defectos y virtudes.

Si ha mentido, de nada le servirán sus logros políticos. Tendrá que irse por la puerta trasera. Paradójicamente, como ya alguien lo ha apuntado, no por no haberse sujetado bien los pantalones, sino por habérselos bajado.

Al margen de que Clinton se vaya o no antes de cumplir su período presidencial, el solo hecho investigativo muestra que en Estados Unidos funciona la independencia de poderes y que casi es nula, como debe serlo, la influencia del poder ejecutivo cuando se trata de averiguar la conducta de un funcionario público, por muy importante que sea su cargo.

La diferencia es enorme con la conducta y los procederes en los países del llamado tercer mundo en situaciones análogas, donde a veces esos casos no sólo se los oculta, sino que el círculo íntimo lo favorece. Y a veces hasta se alardea de ese machismo.

Valga una anécdota. En los días previos a las elecciones venezolanas de 1973 un grupo de corresponsales extranjeros acudimos a la Torre de las Delicias, cuartel general de campaña del candidato Carlos Andrés Pérez quien ofreció una rueda de prensa sobre su programa de gobierno. Al finalizar la tarde y cuando la reunión había sido ya humedecida con unos buenos vasos de whisky, el candidato estaba tan persuadido de su victoria que se atrevió a decir con toda la seguridad del mundo: "Soy el candidato por excelencia y no veo como puedo perder estas elecciones… Yo no me explico como el doctor (Rafael) Caldera pudo haber llegado a la presidencia de este país, si él no fuma, no bebe, no…"

Efectivamente ganó las elecciones por mayoría abrumadora y en su primer período (1973-1978) Venezuela supo lo que quiso decir aquella vez y que los corresponsales nunca lo revelamos. Al margen de los discutibles resultados político-económico y sociales de su gobierno, la solemnidad presidencial se deterioró de tal manera que inclusive fue salpicada con una escandalosa relación adultera que dura hasta estos días.