Regreso al comienzo

Jueves, 18 de septiembre de 1997


LA GUERRILLA TRAICIONADA

Por Hernán Maldonado
Especial para la Agencia de Noticias Fides


Miami, Septiembre 97 - Los bromistas dicen que Fidel Castro llamó a Bill Clinton y le pidió la devolución de la base naval de Guantánamo y que el presidente estadounidense prometió hacerlo siempre y cuando Castro le devuelva Miami.

Más allá del chiste, lo evidente es que esta gran urbe del sureste norteamericano está saturada de gran parte del millón de cubanos que se cree viven en el exilio desde 1959 y que estos días polemizan a medida que se acerca el 9 de octubre, fecha en que hace 30 años fue ejecutado Ernesto Ché Guevara en la población boliviana de la Higuera.

En Cuba, en la ciudad de Santa Clara, la capital de la antigua provincia de Las Villas, el gobierno afanosamente construye el mausoleo donde descansarán los restos que acaban de ser descubiertos en Vallegrande. Será un acontecimiento inolvidable en homenaje al Guerrillero Heroico, como se le conoce en Cuba.

En Miami, cuyas principales instituciones políticas, financieras y cívicas están en manos de cubanos exiliados, sólo a nivel académico y muy menguadamente se analiza el proceso que encabezó el Ché, porque la radio, la televisión y la prensa controlada por aquellos, únicamente recuerdan al hombre al que no le temblaba la mano al firmar las ordenes de ejecución cuando, como revolucionario triunfante, era el máximo comandante de la tenebrosa prisión de La Cabaña en La Habana.

Sin embargo, por encima de los odios, se alza estos días la voz solitaria de Dariel Alarcón Ramírez, uno de los tres únicos sobrevivientes cubanos de la guerrilla del Ché en Bolivia. Más fiel que un perro al Ché y por 40 años miembro del círculo íntimo de Fidel Castro, el coronel Alarcón Ramírez, alias Benigno, decidió el año pasado desertar cuando estaba en Francia y su libro es un Yo Acuso demoledor contra Fidel.

El libro, cuya primera traducción del francés llegó hace un par de meses a Miami, tiene por título "Memorias de un soldado Cubano" (En francés se llama Vida y Muerte de la Revolución) y es el relato que hace de su vida Benigno a Elizabeth Burgos, la venezolana que en Bolivia contrajo matrimonio con Regis Debray, cuando este estaba encarcelado en Camiri.

Benigno, en resumidas cuentas, lo que hace es ratificar - con la autoridad que tiene para decir las cosas como ocurrieron porque así las vivió - lo que se sabía a medias, cosas que se sospechaban o que se insinuan en otras múltiples obras periodísticas y bibliográficas sobre ese turbulento periodo de la política boliviana, en particular, y mundial.

Las lagunas que quedaban sobre hechos y dichos concretos de esa época, las revela ahora Benigno con una claridad meridiana, dándole un espaldarazo definitivo a otros autores que escribieron sobre la guerrilla de Nancahuazú y a quienes les faltaba redondear conceptos o detalles por carecer de confirmación del lado cubano.

Ahora Benigno llena ese vacío y la gran verdad es que llega a la conclusión de que el Ché y sus hombres fueron cruelmente abandonados en Bolivia por Fidel. Terriblemente revelador es que Castro no se la jugó entero como cuando estando el Ché y sus guerrilleros cercados en el Congo, en 1965, ordenó al capitán Bertelemy (Lawton) a rescatar al grupo y éste en un acto de osadía, todavía recordado en los círculos militares cubanos, logró la evacuación del grupo a través del lago Tangañika hasta Dar es Salam.

En Bolivia no hubo intento alguno, a pesar de que las condiciones parecían ser más favorables para el rescate. Peor aún, Benigno revela que el principal enlace cubano que todavía actuaba en La Paz fue enviado al Brasil.

En el acápite sobre la conducta de Mario Monje, líder en ese entonces del Partido Comunista Boliviano, parece estar explicado todo el proceso del abandono de la guerrilla del Ché por parte de Fidel.

Benigno confirma, por averiguaciones y conversaciones que tuvo o escuchó después de su regreso a Cuba, que la presión de Moscú a Fidel Castro era apabullante. No habría más ayuda si La Habana continuaba con su apoyo a las guerrillas. Monje había prometido reunirse con el Ché en Nancahuazú en noviembre de 1967, pero no lo hizo sino el último día de diciembre. ?Dónde se perdió los 60 días?

La explicación que dio Monje es que estaba de viaje en Bulgaria en una reunión internacional. Sin embargo, según Benigno, no sólo estuvo en ese país, sino que llegó a Moscú y de allí a La Habana, para luego recién llegar a Nancahuazú, donde dio, como explica el Ché en su diario, largas al asunto de la incorporación del Partido Comunista Boliviano a la lucha armada e inclusive amenazó con retirar a los hombres que ya estaban comprometidos. Si se ata los cabos se ve que Monje obedecía ya órdenes de Moscú y Fidel y para nada valieron los largos meses que él y sus hombres pasaron en Cuba en entrenamiento militar.

Uno de los pocos puntos por aclarar es el testimonio atribuido al Ché por el general Gary Prado Salmón, el hombre que lo capturó y que relata que el guerrillero le dijo: "No se preocupe capitán, esto ha terminado. Hemos fracasado". La cita no parece concordar con la manera de pensar y actuar del Ché, un hombre verdaderamente rudo hasta con sus propios hombres. Pero tampoco hay que descartar de plano, dado que ante la proximidad de la muerte no todos los hombres tienen la misma reacción.

Benigno llega a convencerse más de que el Ché fue traicionado, cuando al preguntarle directamente a Fidel, éste en más de una oportunidad rehuyó el tema. Y hay más, cuando Benigno por segunda vez vuelve a Bolivia en 1969 para participar en la guerrilla comandada por el Inti Peredo, la ayuda cubana fue a desgano al punto que Pombo (actualmente el general Harry Villegas Tamayo) el otro sobreviviente de la guerrilla del Ché, pocos días antes de volver a Bolivia, como se había comprometido, "sufrió un misterioso accidente" y se quedó en La Habana.

En otro capítulo, muy de pasada, Benigno, empapado de la realidad boliviana, describe una negociación de medicamentos cubanos en Bolivia durante el gobierno de Jaime Paz Zamora, con pago de comisiones de por medio, no al presidente, sino a su hermano, en ese entonces ministro de Salud.

El testimonio de Benigno es de primera importancia para los estudiosos de esa época que ahora se revive con fruición y por diversos intereses en Cuba y Bolivia y que salpica a otras latitudes con una voluminosa comercialización de la imagen del Ché en camisetas, banderolas, llaveros, discos, afiches y ceniceros, un afán capitalista que paradójicamente fue contra lo que luchaba el Ché.