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Miércoles 3 de junio de 1998


¿QUE HAY DETRAS DE ESE
EMPEÑO DEL AIRE LIMPIO?

Por Hernán Maldonado
Especial para la Agencia de Noticias Fides


Miami - Sin caer en una exageración podría decirse que en estos momentos Estados Unidos es el país a la vanguardia en la lucha por el aire limpio, a veces con un empeño que linda en el ridículo.

Por ejemplo, hace apenas cuatro años un avión de pasajeros que volaba de Miami a Los Angeles, hizo una escala forzada en Texas para que la policía bajara de la nave a un individuo que se negó a apagar su cigarrillo.

Y el hombre protestaba porque creía que se exageraba al acusársele de contaminar el ambiente. En esos mismos momentos, en todo el Levante, por varias semanas, no se veía el sol porque el líder iraquí Sadam Hussein, antes de rendirse en la Guerra del Golfo, incendió 500 pozos petroleros en Kuwait y todavía estaba (y está) campante en su trono de Bagdad.

La fiebre en pos del aire limpio, que ciertamente está dejando a los fumadores como una especie en vías de extinción en Estados Unidos, alcanza también otros niveles con la vigencia de una ley federal que es reglamentada en cada estado. En lo relacionado con los coches la tarea corre a cargo de los Departamentos de Carreteras y Vehículos Motorizados.

En La Paz, no hace ni una semana, se hicieron controles de emisión y los resultados conocidos este martes son catastróficos: un total de ocho de cada 10 emite monóxido de carbono y otros tóxicos dañinos para la salud que se traducen en infecciones bronco-respiratorias. Si, como se afirma, diariamente circulan 100,000 vehículos, 80,000 de ellos siembran males.

Y como nadie en su sano juicio quiere estar enfermo, y menos muerto, entonces la lógica apunta a una próxima resolución gubernamental para obligar a los dueños de vehículos a someterse a los controles de emisión, lo que significará un nuevo arañazo fiscal a sus bolsillos.

Particularmente no me opongo a que esto sea así. A lo que me opongo es a que el control de emisión, ante los males del tráfico de rodados en Bolivia, sea utilizado como una aspirina para curar el cáncer.

Me explico. En Estados Unidos, en el estado de Virginia, por ejemplo, el propietario anualmente debe renovar el registro de su vehículo con la presentación de un certificado de inspección del mismo que pruebe que aprobó el examen de emisión, que las gomas están en buen estado, que funcionan las luces altas y bajas, las luces de cruce, las luces de retroceso, la bocina, los espejos retrovisores, los frenos, que no derrame ningún tipo de líquidos, que esté asegurado y, (lo que parece otra exageración) que el carro no presente abolladuras.

Cuando todo está en orden, el propietario registra el auto por el año y prueba de que lo ha hecho es la calcomanía que luce en su parabrisas. Hay un 100 por ciento de seguridad --por lo menos desde el punto de vista técnico--que el conductor no irá sembrando enfermedades ni muerte

Ahora bien, nuestras autoridades en La Paz ¿están preparadas para exigir todo esto? Me temo que no.

Basta ponerse una mañana en El Alto o en Chuquiaguillo y ver a la mayoría de los vehículos de transporte interprovincial viajar en condiciones precarias. Y no vaya hasta allí. Párese en una bocacalle cualquiera de la ciudad y vea la cantidad de automóviles con cauchos en los que ya no se observan estrias, completamente lisos.

Ni hablar de una inspección pormenorizada de luces, espejos retrovisores, limpiaparabrisas, frenos, liqueos. Seguramente habrá una insurrección si a alguien se le ocurre limitar el número de asientos en los vehículos de transporte público y, obviamente seguirán los bocinazos a granel (otra forma de contaminación, terminantemente prohibida en Estados Unidos a menos que se trate de una urgencia real).

Los males ocasionados por el tráfico vehicular en La Paz y otras ciudades bolivianas no están sólo en el control de emisión. Y si no, busque las estadísticas de los accidentes ocurridos en estos primeros cinco meses en los caminos Cochabamba-Oruro-La Paz y a los Yungas producto de las estereotipadas "fallas mecánicas". Las muertes seguramente quintuplican a las producidas, en el mismo periodo, por las enfermedades atribuidas a la ausencia o deficiencia del convertidor catalítico en los motorizados.