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Domingo 27 de diciembre del 2015


BOLIVIA: EL DESPOTISMO BUSCA BORRAR HUELLAS

Por Hernán Maldonado

Evo Morales se ufanó el sábado ante sus huestes cocaleras del Chapare de haber borrado del mapa boliviano a los partidos políticos de diversa ideología. ¡Han desaparecido el MNR, ADN, UCS, NFR, MIR! Hay "cero partidos neoliberales", dijo eufórico el caudillo.

Lo que no dijo es que a los principales dirigentes de esos partidos los mantiene en el exilio, presos o perseguidos, mientras busca afanosamente que el pueblo boliviano le autorice, en un referendo a celebrarse en febrero, a modificar la Constitución y optar por un nuevo periodo.

Si no ha pasado ni un año desde las recientes elecciones y faltan más de 4 para las del 2019, ¿por qué el apuro del régimen por buscar la tercera reelección de Morales?

La explicación es que Morales ha durado en el cargo mientras Bolivia recibió como nunca millones de dólares por la venta de materias primas, cuyos precios se elevaron hasta las nubes por las compras de China e India, principalmente, y del gas exportado a Brasil y Argentina.

La época de la bonanza está acabándose y ya la mina de Huanuni piensa despedir a miles de trabajadores porque la libra fina de estaño, por ejemplo, se cotiza a $7, mientras los costos de producción son de $8. El régimen está, pues, curándose en salud.

Pero lo más importante para los déspotas que hoy gobiernan Bolivia es asegurarse la continuidad en el gobierno para que no prosperen investigaciones de una corrupción brutal, como la del Fondo Indígena, donde sus allegados se apropiaron de $650 millones. Hasta ahora solo ratoncitos han caído presos, pero las ratas principales andan impunes.

Pero no es solo eso, sino que temen ser enjuiciados por atroces crímenes cometidos por sus huestes, pero orquestados por el G2 cubano y la embajada venezolana en La Paz, como el vil asesinato del mercenario boliviano-croata Eduardo Rozsa Flores y sus acompañantes el 2009 en el Hotel Las Américas de Santa Cruz.

El colega Carlos Valverde Bravo, con la sutileza de un orfebre, en su libro "Maten a Rozsa", demuestra fotocopias de los pasajes pagados por la embajada venezolana para el traslado dentro del país del "héroe de los Balcanes". Nunca Rozsa supo de las intenciones del G2 y el chavismo para utilizarlo, ni cómo sirvió de tonto útil para algunos extremistas cruceños.

Lo cierto es que llegado el momento, Rozsa y sus acompañantes fueron acribillados en la madrugada del 16 de abril del 2009. Estaban en calzoncillos. Muy difícil que terroristas atacaran a los policías desde sus camas de un hotel. Los circuitos cerrados de TV fueron desconectados por los asaltantes.

Si sobrevivía Rozsa se hubiera sabido quién lo contrató desde hace dos años, por lo menos, para una supuesta "defensa de Santa Cruz". Cuando aún no se habían enfriado los cadáveres, desde Venezuela Morales anunció el "éxito" de la operación que evitó su "magnicidio".

Un atentado dinamitero a la casa del cardenal Julio Terrazas (recientemente fallecido), fue la excusa para matar al grupo, pero lo más importante, Cuba y Venezuela desbarataron cualquier resistencia de Santa Cruz, la rica región oriental, al gobierno de Evo, aliado de los Castro y Hugo Chávez.

Decenas de dirigentes políticos, empresariales, cívicos fueron aprendidos, perseguidos o exiliados. Lo que empezó con la masacre de El Porvenir, en Pando, se extendió a Beni, Santa Cruz, Tarija, Cochabamba y Chuquisaca. Allí acabó la resistencia de la "media luna" y el despotismo empezó a marchar a paso de ganso.