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Viernes, 2 de agosto del 2019


BOLIVIA: COCALEROS CONTRA COCALEROS

Por Hernán Maldonado

En mi reciente viaje a Bolivia, mi esposa se acercó a una vendedora de coca (Por el mal de altura, a ella le encanta acullicar cuando viajamos al altiplano) y le preguntó si eran hojas producidas en los Yungas. La señora se ofendió de tal manera que no quiso venderle. ¡Esto es La Paz, no es el Chapare!, le dijo.

A mediados de los años 80 miles de mineros fueron relocalizados en Cochabamba, en una zona apropiada para el sembrado de frutas. Los recién llegados descubrieron que los suelos eran propicios para cultivar coca. Enseguida cayeron en cuenta que esa coca, por su sabor amargo, no sirve para el acullico, como la de Yungas, pero si servía para producir cocaína. El Chapare se convirtió rápidamente en un bastión del narcotráfico.

En los años 80-90 el gobierno, por presión de la DEA, trató erradicar los sembradíos de coca del Chapare a un enorme costo en dólares y en vidas. Allí, de la mano del ex dirigente minero Filemón Escobar, nació el liderazo sindical de Evo Morales que desde entonces, hasta hoy, es el máximo líder de los sindicatos cocaleros del Chapare.

La producción legal de la coca en los Yungas era de 12.000 hectáreas, suficientes para abastecer el mercado de consumo tradicional en el país, especialmente entre los indígenas aimaras. Morales, el 2017 elevó la cifra a 22.000 hectáreas, obviamente para favorecer a sus huestes del Chapare, pese al disgusto de los cocaleros de los Yungas.

La nueva ley establece producción de 14.300 hectáreas en los Yungas y 7.700 en el Chapare, algo completamente irreal, porque organismos internacionales sostienen que las hectáreas del Chapare podrían triplicar esa cifra. El cálculo se produce tomando en cuenta la cantidad de cocaína que semanalmente es decomisada en Brasil, Argentina, Chile y la propia Bolivia. La droga decomisada en Estados Unidos y Europa es cuantiosa y los únicos países donde se produce la coca, en esta parte del mundo, son Colombia, Perú y Bolivia.

El régimen de Morales ha expulsado de Bolivia a la DEA, pero no escapa a los ojos vigilantes de organismos internacionales que un día si y otro también descubren a narcotraficantes. El 2011 cayó el zar antidrogas de Morales. El general de la policía René Sanabria fue secuestrado en Panamá y hoy está encarcelado en EE.UU. Recientemente fue detenido Pedro Montenegro, un capo requerido por la justicia de Brasil, jefe de un clan que corrompió a una docena de policías, fiscales y jueces y que gustaba fotografiarse con Morales y su vicepresidente Alvaro García Linera.

Los cocaleros de los Yungas siempre han luchado contra la competencia de sus colegas del Chapare. Para muchos es una guerra comercial. Pero mientras los del trópico de Cochabamba tienen por líder al mismísimo presidente de Bolivia, los de los Yungas llevan todas las de perder. Mucho más cuando su líder Franclin Gutiérrez (emulando quizás a Morales) anunció que presentaría su candidatura presidencial.

Los demonios se desataron. Los yungueños fueron incitados a la violencia y en los choques cocaleros y policías resultaron muertos o heridos. Gutiérrez fue encarcelado como instigador de la muerte de dos policías, cuyos asesinos, empero, hasta ahora no aparecen.

El régimen usando la receta cubana, tan exitosa en la Venezuela chavista, ha creado una organización paralela a la que presidia Gutiérrez y la lucha se trasladó a las calles. Los impostores quieren apoderarse de la sede sindical al amparo de la noche y la policía, pero los yungueños están dispuestos a no rendirse.

Desde su alta tribuna Morales proclama la necesidad de la unidad para avanzar en el desarrollo nacional, pero en sus 14 años de gobierno lo que ha sembrado es la división. ¿Solo entre los cocaleros? ¡Pamplinas! Las organizaciones paralelas proliferan en gremios, sindicatos, cooperativistas, comerciantes, etc. La típica receta castro-chavista. Amanecerá y veremos.

(*) Hernán Maldonado es periodista. Ex UPI, EFE, dpa, CNN, El Nuevo Herald. Por 43 años fue corresponsal de ANF de Bolivia.