Los pinchazos telefónicos y las grabaciones ilegales -importados de la Cuba castrista-- son una realidad indiscutible en la Venezuela chavista. Y no solo para tener el ojo puesto en los opositores al régimen, sino hasta en sus propios correligionarios.
Tras morir Hugo Chávez no hubo rincón en Venezuela donde no se colocaran gigantografías con solo los ojos del "comandante eterno", como recordándoles a moros y cristianos que aún desde el más allá están siendo vigilados.
Cuando la dictadura quería desacreditar a alguien (a pesar de estar constitucionalmente prohibido), el régimen no se paraba en chiquititas para revelar a través del Canal 8, del Estado, comprometedoras conversaciones telefónicas.
En los organismos de seguridad del Estado existen depósitos ultrasecretos donde se almacenan miles de llamadas grabadas (algunas manipuladas) listas a ser utilizadas en el momento en que mejor interese al régimen.
El campeón de la divulgación de esos pinchazos era Mario Silva, un hombre de la absoluta confianza de Chávez, quien en su programa "La Hojilla" del canal estatal, noche a noche se solazaba poniendo en ridículo a gil y a mil entre los opositores.
Quizás nunca se imaginó que él mismo sería víctima del atroz sistema. Tras morir Chávez se divulgó un audio en el que Silva informaba al jefe de inteligencia cubana en Venezuela de gravísimos entuertos al más alto nivel, principalmente entre el presidente Nicolás Maduro y el titular de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello.
Como el gobierno boliviano recibe asesoramiento de inteligencia venezolano, no es ninguna novedad que allí también funcione el sistema clandestino de escucha, como amargamente acaba de comprobarlo el principal candidato presidencial opositor, Samuel Doria Medina.
A poco más de un mes de las elecciones del 12 de octubre apareció un audio que pone plomo en el ala a su candidatura al presentarlo como un machista aconsejando a la compañera sentimental de uno de sus allegados, Jaime Navarro, a no hacerle problemas a éste por las supuestas golpizas que habría recibido.
En materia de violación de los derechos humanos, y la privacidad de las conversaciones telefónicas es una de ellas, el gobierno de Evo Morales tendrá que rendir cuentas algún día por gravísimos hechos hasta ahora no investigados ni aclarados en plenitud.
Algunos ejemplos. El apaleamiento en Chaparina de indígenas del oriente boliviano que realizaban una marcha hacia La Paz exigiendo que no se destruya su habitat natural construyendo una carretera que, en definitiva, serviría para la expansión de los cultivos de coca en un parque nacional protegido por ley.
La masacre de El Porvenir, en Pando, que a todas luces fue orquestada por el gobierno para defenestrar al gobernador opositor Leopoldo Fernández. Y también el asesinato de tres extranjeros en Santa Cruz, acusados de orquestar un movimiento separatista, que solo sirvió para descabezar un gran movimiento opositor a su gobierno.
Morales es favorito para imponerse en octubre, en una re-reelección ilegal, y no tenía necesidad de sacarle trapitos al sol a Doria Medina. De lo que se trata, entonces, es de una maniobra para sepultarlo políticamente.
En el audio, por si fuera poco para él, Doria Medina aparece como un líder inmaduro metiéndose en la vida privada de otras personas, amenazándolas si no le obedecen y, lo peor, expresando opiniones denigrantes de varios de sus estrechos colaboradores. Se mató él mismo, pienso yo, aunque por la experiencia no creo en cadáveres políticos mientras estén vivos. Amanecerá y veremos.