Tierra Lejana-- Página de Hernán Maldonado




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Lunes 6 de agosto del 2001


LA NOCHE QUEDO ATRAS

Por Hernán Maldonado


Jesús Lossada Rondón, por entonces una de las plumas de más alto vuelo en el diario El Nacional de Caracas, levantó su voluminosa humanidad al terminar la rueda de prensa y cuando nos retirábamos me puso una mano sobre uno de los hombros y me dijo: “Maldonado, el hombre casi te brinca... mejor que ni vuelvas a Bolivia”.

Fue durante la primera visita a Venezuela de Hugo Bánzer Suárez y la pregunta que le hice tenía que ver con mis dudas sobre su convencimiento de haber modelado en su dictadura “al hombre nuevo” boliviano, en esos años de ficticia bonanza, gracias a la cuadruplicación de los precios del petróleo, al aumento colosal de los precios de exportación del estaño, a un endeudamiento salvaje del país y a una oposición en la clandestinidad, exiliada o encarcelada.

Ahora mismo no sé porqué le hice ese pregunta. Pero Bánzer se enfureció claramente al sentirse descubierto en su mentira. La rabia ha debido durarle hasta cuando regresó a La Paz porque su plumífero Donald Zavala me hizo “famoso” en el diario Presencia calificándome de “periodista impertinente”.

Recordé la anécdota 20 años después cuando de su puño y letra, nada menos que el editor de The Miami Herald, Dave Lawrence Jr., me escribió una felicitación por un artículo (El ex dictador demócrata) en el que alababa a Bánzer por haber posibilitado por segunda o tercera vez una pacífica transición gubernamental en el parlamento pese a su triunfo en las urnas.

Por eso es que en estos últimos años 30 años cuando me han preguntado si soy banzerista o antibanzerista, mi respuesta ha sido simple, ni lo uno ni lo otro. Sólo periodista.

Como tal es que he seguido su actividad política. Me dolía que su dictadura hubiera dividido a los bolivianos en buenos y malos. Odié el que nos haya dicho que teníamos “las puertas abiertas” para dejar Bolivia los que no estabamos de acuerdo con su gobierno de abusos. Me indignó que aleccionara a los campesinos a traerle a Palacio de Gobierno las cabezas de los “agitadores”.

Después, como candidato en las últimas elecciones, me indignó que le mintiera al país prometiéndole que revertiría todas las medidas que había adoptado el gobierno anterior, al que acusaba de haber “vendido” el patrimonio nacional. Sabía que no podría hacerlo, pero engañó al país.

Cuando se le acusó de que anularía el Bonosol a los 365.000 ancianos de 65 años para arriba, Banzer acuñó la frase de que eso era “una soberana mentira” y demagógicamente, dijo que ese fruto de la capitalización de las empresas nacionales seria ampliado en su gobierno inclusive a los que cumplían 55 años... El Bonosol se quedó en cuento, por lo menos tal como fue concebido.

Prometió que su gobierno desataría una guerra contra la pobreza y paradójicamente convirtió a los pobres en mendigos. Los únicos que salieron de la pobreza son sus conmilitones y el enorme clan familiar que en estos últimos cuatro años usufructuó del poder hasta con desparpajo, como en el caso del hijo político Chito Valle, quien sólo cuando era insoportable el clamor popular fue destituido de su cargo de prefecto de La Paz.

Bánzer apenas instalado en el gobierno dijo que erradicaría la corrupción en el país. Elaboró un decálogo de ética del funcionario público del que nadie se acuerda. Los casos más sonados de corrupción en los últimos 60 años de vida republicana se han dado en el cuatrienio que finaliza. Los principales corruptos andan todavía pavoneándose en las calles. Bánzer, como último acto de gobierno, recibió a Johnny Fernández, líder de su aliado Unión Cívica Solidaridad, reacio a pagar 10 millones de dólares que le debe al Estado por concepto de impuestos, pese a que tiene ejecutoriado un fallo de la Corte Suprema de Justicia.

De otro lado, nunca antes un presidente boliviano había sufrido las afrentas como las que Bánzer tuvo que pasar en Buenos Aires ante las Abuelas de Plaza de Mayo o en México cuando el regente Coauthemoc Cárdenas le cerró las puertas de la ciudad en las narices o el chistoso ese que en Santiago de Chile, delante suyo y seguramente inducido por el servicio de inteligencia chileno, “confundió” a su edecán naval con un heladero.

La política exterior está inmersa en un desastre monumental. No se avanzó nada en nuestro reclamo marítimo. Más mal le dimos a Chile la oportunidad de reírsenos de nosotros con el nombramiento de “ministros loquitos”, como dijo el canciller José Miguel Insulza. Y nuestros “diplomáticos” designados entre los amigotes del general o impuestos por sus conmilitones y parientes, no podían haberlo hecho peor. El último escándalo fue el vaso de vino arrojado por un escritor en el rostro de nuestro embajador en México.

La erradicación de los cocales excedentarios en el Chapare, por imposición de Estados Unidos, a un costo social devastador, es el único logro de cuatro años de un gobierno banzerista que lo peor que deja es haber renunciado -- quizás por las angustias de su pasado dictadorial --, a hacer valer el principio de autoridad. A demostrar que Bolivia, ante todo, es un Estado.

En esta semana de la patria se produce un cambio generacional en la conducción del país. Bolivia se abre a una nueva esperanza. Parafraseando a Jan Valtin quizás podríamos decir: La noche quedó atrás.





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