Tierra Lejana-- Página de Hernán Maldonado




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Domingo 9 de marzo del 2003


LOS "FUNDADORES" DE EL ALTO

Por Hernán Maldonado


Don Manuel Chávez Ticona nos ha recordado estos días los orígenes de la ciudad de El Alto, una de las más populosas del país con sus 650.000 habitantes, con motivo del 18avo. aniversario de la fundación de la urbe altiplánica.

Me imagino que don Manuel es ya un hombre de edad avanzada y quizás por eso escapan a su memoria algunos datos que son importantes para cuando se escriba la verdadera historia de El Alto, de sus pioneros, de los que trazaron sus primeras calles, avenidas y plazas y sembraron sus primeros árboles.

Los que hablan de El Alto parece que cuentan la historia sólo a partir de 1985. Por eso es que su principal avenida lleva el nombre de un político microfonero, aunque su partido haya sido, precisamente, el que más robó al municipio alteño.

En los años 40 mi padre, don José Aurelio Maldonado, me llevó al terreno en el que construiría piedra a piedra su casa propia. No había transporte público. El viaje era a dedo o encima de un camión que iba al altiplano, que nos dejaba en la Ceja.

Enfilábamos por las líneas del ferrocarril hacia Villa Dolores. Había menos de un centenar de casas. Las más notables eran la de un coronel del ejército apellidado Cardenas, la fundición de bronce del señor Altamirano, la casa de don Moisés Ascarrunz, la del "tata" Primitivo Choque y de don Severo Quiroga.

Todo lo demás era paja brava silbando al viento, excepto en una enorme porción de lo que hoy es la Ciudad Satélite, conocida como Villa Tejada, donde había extensas plantaciones de cebada.

Don Moisés Azcarrunz tenía una escuelita donde enseñaba a leer y escribir a los niños indígenas a cambio de papas, ocas, charque de llama y chuño. Fue una labor heroica de años. A fines de los años 50 el director de Educación, el profesor Alberto de la Rocha, hizo que se reconociera a la escuelita y se le asignara un sueldo a don Moisés.

Mi padre fue el primer presidente de la Junta de Vecinos de Villa Dolores, junto con los notables que mencioné antes. Entre otros logros, ellos consiguieron poco antes de la revolución del 9 de abril, que la línea Eduardo Abaroa prestara servicio hasta la Ceja.

El pavimento del camino hasta la base aérea hizo que la línea 2 extendiera su servicio hasta allí y quizás por eso empezaron a poblarse más rápidamente las urbanizaciones Alto Lima, Villa Ballivián y 16 de Julio. Hacia Villa Dolores el servicio público sólo ingresó regularmente tras el nacimiento de la Ciudad Satélite, en los años 60.

Así como don Moisés Azcarrunz, un olvidado de las nuevas generaciones es don Severo Quiroga, un propulsor del deporte de primera clase. Incansable organizador de campeonatos de fútbol. La Liga Deportiva Tejada, en sus mejores años, contó con la participación de hasta 32 equipos.

Junto con Quiroga, otros notables eran los hermanos cochabambinos José y Lucio Vallejos (este último todavía vive). Todos los domingos acarreaban muchachos de todas partes de La Paz rumbo a El Alto para que tomaran parte en los campeonatos. Claro, en la ciudad no había canchas.

En mis viajes a La Paz pedía a mis hermanos que me llevaran otra vez a El Alto para ver la vieja casa de mis padres. Como recibía promesas evasivas, un día alquilé un auto y me fuí para allá. Me acordaba que quedaba a unas cuatro cuadras del Faro de Murillo frente a las líneas del ferrocarril.

Pensé que la reconoceria fácilmente. Las dos docenas de eucaliptos, las quiswaras y los pinos que ayudé a sembrar a mi padre hace más de medio siglo tendrían que ser claramente visibles en una ciudad sin árboles. No puede encontrar la casita de mediasaguas.

Cuando regresé a la ciudad mi hermana Arminda me informó: "La casa ya no existe. Todos los árboles fueron talados por el nuevo dueño. Mejor que no la hayas encontrado; te hubiera apenado". Sepulté mis recuerdos hasta estos días en que don Manuel Chávez Ticona me los desentierra.





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